jueves, 25 de junio de 2015

LA HISTORIA DE TRENLANDIA

Durante la temporada de 1952-1953, Mar del Plata ofreció a los turistas que paseaban por la calle San Martín, todavía no peatonal, algunos curiosos espectáculos. En un local, ya desaparecido, entre Corrientes y Santa Fe, se exhibía un faquir ayunador dentro de una jaula de vidrio. En Rivadavia, a la misma altura “Dos Mil Años de Crueldad” una reproducción de instrumentos de tortura con algunas modelos que fingían ser torturadas. 


“Galería Sacoa, fines de los años 60. Colección Registros Urbanos”. Foto de Simón Uriol.

Pero el que nos ocupa, probablemente el de mayor calidad, es el que se había instalado en el sótano de la Galería SACOA. Ese gran espacio aun no había sido terminado aunque los locales de planta baja y primer piso ya funcionaban. Era un ámbito enorme que llegaba desde San Martín hasta Rivadavia y tenía acceso por dos escalinatas que arrancaban en las entradas hacia las dos calles.


Folleto publicitario de Trenlandia - Foto de Ricardo Natalio Ricardo Marengo
Trenlandia - Temporada de 1952-53 - Foto de Ricardo Natalio Ricardo Marengo

Un grupo de jóvenes, liberados recientemente del servicio militar, tuvieron la ocurrencia de instalar allí un nuevo espectáculo. Para ello alquilaron un espacio en el sótano, sobre el lado que daba a San Martín, de 200 metros cuadrados que aun estaba con los muros sin revocar y las vigas y techo de hormigón a la vista, tampoco tenía baños,  lo que hoy lo haría totalmente inhabilitable, pero no en aquellos tiempos.

La idea era instalar allí una mesa de trenes eléctricos en miniatura, basada en la importante colección que ya tenía uno de ellos, ampliada con más material adquirido en Buenos Aires y construida y decorada por  ellos mismos.
 
En los controles, Ricardo Natalio Marengo - Temporada 1952-53

Durante los meses de septiembre, octubre y noviembre de 1952, los tres ex-colimbas más el hermano mayor de uno de ellos, usaron como taller una habitación del hotel Ciro’s que ocupaba el edificio que actualmente alberga a la Universidad Nacional de Mar del Plata, en la esquina de Alberdi y San Luis. 

Allí  fabricaron todas las maquetas que darían forma a las ciudades, estaciones y paisaje general que completarían la mesa. Una vez formalizado el alquiler del local, para lo cual se consiguió una financiación adicional del padre de un nuevo socio que también se integró al grupo, se comenzaron los trabajos en el SACOA.
 
Trenlandia - Temporada de 1952-53 - Foto de Ricardo Natalio Marengo

Se construyó con chapas de “hardboard” sobre un bastidor de listones de madera, una división que limitaba el espacio de sótano rentado. La mesa ocupaba tres de los laterales del local, en forma de “U” con un desarrollo total de 45 metros y su ancho era de  dos metros y medio. Sobre ella se armó con alambre tejido, sostenido por tacos de madera de diferente altura, una serie de desniveles que se elevaban hasta la pared formando montañas.  Se cubrió todo el alambre con papel madera pintado de verde y sobre él se esparció aserrín teñido de ese color para darle sensación de pasto. 
 
Trenlandia - Temporada de 1952-53 - Foto de Ricardo Natalio Marengo
Se tendieron más de 200 metros de vías, desvíos y pasos a nivel. Al costado de la vía se hizo una ruta de yeso, imitando un pavimento de hormigón y sobre ella se colocaron autos, camiones y ómnibus en la escala de los trenes que eran de la denominada “vía 0” con una trocha de una pulgada. 

En un extremo se construyó la estación principal, con techo de vidrio y la parrilla de desvíos de la estación de cargas. Más allá se veían los edificios de la ciudad y luego el campo, hasta la estación “Villita” que imitaba una estación de paso de una localidad  rural. Para el efecto nocturno, se colocaron pequeñas columnas de alumbrado y se iluminaron los edificios y los carteles de ruta, las locomotoras y vagones de pasajeros tenían luz propia.
 
Trenlandia - Temporada de 1952-53 - Foto de Ricardo Natalio Marengo

En cuanto al material rodante, era de varios orígenes, había material inglés “HORNBY”, alemán "MARKLIN" y norteamericano “LIONEL”. En total, con las agregadas durante el verano, se completaron diez locomotoras, entre ella la réplica de la diesel-eléctrica “Santa Fe”, la “Hudson” de vapor y numerosos vagones de  carga y de  pasajeros. En esos años, había una fábrica de vagones nacional, la marca era “Duvaz” que reproducían los de los trenes argentinos.
 
Trenlandia - Temporada de 1952-53 - Foto de Ricardo Natalio Marengo
Trenlandia - Temporada de 1952-53 - Foto de Pablo Javier Junco


El espectáculo se completaba con el enganche y desenganche automático de los vagones, el silbato de algunas locomotoras que también echaban humo por sus chimeneas, la carga y descarga de mercaderías y la acción de una grúa electromagnética cedida en préstamo por su dueño que era hijo de un veraneante y que pasó allí gran parte de su estadía, trabajando gratis.
 
Trenlandia - Temporada de 1952-53 - Foto de Ricardo Natalio Marengo

La instalación de toda esta parafernalia, llevó más de 10.000 metros de cables que se extendían por debajo de la mesa y se comandaban por un tablero con 18 botones correspondientes a los desvíos electromagnéticos, los diez de desenganches automáticos y los tres transformadores con reóstatos ya que los trenes funcionaban con una corriente de 20 voltios. Los trabajos estuvieron listos en el mes de diciembre y “Trenlandia” se abrió al público con bastante éxito inicial. 

Trenlandia - Temporada de 1952-53 - Foto de Pablo Javier Junco

La publicidad se había limitado al reparto de unos volantes cuyo texto tenía una separación algo capciosa que los hizo famosos y que causó que la imprenta “Pablo Tavelli” que funcionaba en Don Orione, se negara a imprimirlos, pero otras lo hicieron, probablemente sin advertir la separación de su texto que tenía la palabra “Espectáculos” separada en dos líneas.
 
Trenlandia - Temporada de 1952-53 - Foto de Ricardo Natalio Marengo

Pero los trenes de juguete, no estaban preparados para trabajar ocho horas diarias (y los dueños tampoco) y así se fue deteriorando el material y con él la calidad del espectáculo. Cuando algún tren descarrilaba o chocaba con otro, había que reptar por debajo de la mesa entre mil cables colgando e ir a buscarlo, apareciendo por alguna abertura cercana al desastre.   

A pesar de estar pegados o atados con alambre, algunos espectadores (grandes y chicos) manoteaban los autitos o los personajes para llevárselos. El boletero que expendía las entradas dentro de una garita construida en el hall del SACOA debía salir a buscar cambio y abandonaba su puesto. En el sótano, el maquinista se ocupaba además de la música que se reproducía por parlantes sobre la entrada de San Martín, entre disco y disco, invitaba por el micrófono al público a visitar el lugar.
 
Trenlandia - Temporada de 1952-53 - Foto de Ricardo Natalio Marengo

Por otra parte, la particular tipografía elegida para el logotipo de Trenlandia, a veces hacía que parte del público leyera “Trensandía” y creyera que era un trencito a los que los niños podían subirse. Finalmente, para marzo el público había disminuido y el material rodante agonizaba, a menos de cuatro meses de su inauguración, Trenlandia cerró sus puertas y con ellas clausuró el sueño de sus creadores. Trenlandia, solo había sido un sueño de verano.


Epílogo
por Pablo Javier Junco

En aquellos años de bohemia, cuando el “sueño de Trenlandia” había terminado, Natalio Ricardo Marengo escribió en sus cuadernos de anécdotas, un guión parodiando el final de aquellos días. Y entre sus amigos de aquella hermosa Mar del Plata circuló ese guión que recordaba a sus protagonistas pero con los nombres cambiados.

Por supuesto que uno de ellos era mi padre, Aurelio Junco (con quien había realizado el servicio militar) para luego embarcarse en aquella maqueta faraónica que terminó agotando sus esfuerzos  y sus desvelos, dejando allí un proyecto trunco que había comenzado con mucha fuerza, pero no prosperó.

Natalio Marengo, Amalia Cordiviola, Marta Fiscella y Aurelio Junco Decada del 60 -Foto de Natalio Ricardo Marengo

Muchos años más tarde y revolviendo viejas fotos y escritos, encontré parte del monologo de Trenlandia que había copiado mi padre a máquina del cuaderno de anécdotas de Natalio Ricardo Marengo. Ya han pasado 63 años de aquel entonces. Las páginas están amarillas, pero aún sus versos me hacen vibrar como la primera vez.

Leyendo esas líneas, su rima alejandrina, su ritmo estilo Almafuerte, sus versos heroicos formaron en mí una idea que me acompañaría toda una vida. Que los lazos de la amistad están armados de finos recuerdos que se entrelazan en nuestra memoria y que van formando una coraza indestructible, plagada de códigos, valores, enseñanzas, vivencias y recuerdos que forman nuestro temple y que en definitiva, nos muestran a la sociedad tal cual somos.


Aurelio Junco
De aquellos años de bohemia y en homenaje al recuerdo de uno de los proyectos de juventud de mi padre, les dejo estas líneas que mágicamente moldearon mi mente y permitieron que quien suscribe, pueda transmitir viejas historias de Mar del Plata...

Monologo de: “El sueño de Trenlandia”
 (saliendo del sótano algo ebrio)



Aquí salgo del seno porficuo
de la cósmica chusma sagrada,
como surgen los rudos poceros,
ungidos en greda, del pozo que cavan,
con el acre sabor de la simple
desolante sentencia alfredaica
que en un solo vellón, uno solo,
presume y resume la ingente majada..

Como en esos arcaicos escombros
que silvestre zarzal amortaja,
sobre plintos de mármol augusto
discurren de trenes, de puentes, de vías,
las culebras del hambre y los vicios.
Mi semblante de horror desencajan
Y la bilis del odio, superbas,
del pálido azufre dantesco lo bañan.

¡Leviatanes  protervos!  Son todos
los que en fiera disputa se abrazan
y es su ídolo el triste fantoche
a quién “hombre de goma” apodaran.
Su persona moral es enjambre
de torcidas pasiones bastardas
que la influencia de astro maldito
sacude, alborota, revuelve y engancha.

Ni el más leve, gentil sentimiento
centellea su faz demacrada,
pues al dulce rubor de las rosas
la luz lo genera, la noche lo mata.
Sus afectos flotando confusos
en el mar del instinto, sin playas,
leviatanes enormes parecen
que dentro su vago cubículo vagan.

(Volviéndose hacia el sótano, grita)
¡Turpitud multiforme, deforme,
cuyo suero de simio deprava
cual tenaz filtración del infierno
familiares y amigos y sexos y trazas!
¡Turpitud alevosa que viene
de vigor y placer disfrazada
sepultando la luz en la sombra,
torciendo, rompiendo la psiquis humana!
Porque tu –gran señor, gran patricio,
gran ilustre, gran Hombre de Goma-
por lo mismo que moro en las sombras
a mí no me ciegas, te cuento las manchas
y detrás de tu aspecto solemne,
del perfume de honor que derramas,
de la curva triunfal de tu testa,
¡yo sé lo que sobra, yo sé lo que falta!

(avanza unos pasos hacia la calle soleada)
¡Si! ¡Que venga la luz a raudales,
a diluvios ardiente de flama!
¡Ya estoy harto de sombras, de trenes,
de la Hudson y la Pensylvannia!
¡Que se vayan al diablo los discos,
que no vuelva a sonar Añoranzas
ni Kalu, ni la zamba de Vargas
y lo mismo que a un campo sembrado
me broten verdades eternas y mansas!

Porque a cada ilusión que perdemos
una fúlgida luz nos apagan
y un raudal de pichones azules
del fondo del pecho nos hurtan y matan.
Y aquel antro se puebla de sombras
que maldicen la lumbre del alba,
y aquel sueño que fuera Trenlandia
se colma de negras tarántulas bravas.

¿Pero acaso… yo no hice este infierno?
¿Soy acaso también yo una fiera?
¿Soy acaso yo el vago, yo el ebrio
Quién dio vida cierta a aquesta quimera?
¡No! No puedo sentir en mi pecho
nada más que rencores de furia
y el horresco furor de que todo
reviente y en finas moléculas caiga.

¿Mas podré valorar para siempre
las barreras de luz que separan
la mansión de las risas amables
de aquel pandemónium de fieras airadas?
¿No es quizás imposible dejar detrás mío
todos esos meses de sueños aplasta?
¿No es que quedan acaso en Trenlandia
unas cuantas partes, o toda mi alma?

Temo al fin, con pavor indecible,
con el mismo pavor de la nada,
cual si todas las furias en coro
pasasen mostrando sus hórridas caras,
cual si todos los puntos del orbe
le negasen apoyo a mis pantas,
cual si todos los astros del orbe
cerrasen de golpe sus ojos de llama;

que me pasme la furia y que pierda
al final la razón que ya falla,
y rompiendo la frágil corteza
surja libre, profética, insana
como grito feroz de demente,
una cruel y falaz carcajada
que resuma en un solo sonido
todo cuanto guardaba en mi alma.

Desquiciante, profética risa,
que retumbe por todo trenlandia
y al tremendo tronar, crepitando
sus tabiques de fibra se rajen,
tal cuartea los tenues revoques,
tal asorda la bóveda glauca
del templete gentil del ensueño,
aquella pujante y bestial carcajada.

Carcajada bestial de la bestia
cuyo fuerte ronzal se desata;
que se sueña sin freno, sin brida,
sin un sofrenazo, sin una mirada.
¡Que presiente la selva salvaje,
la continua, la libre vagancia,
la existencia imperial del instinto
sin ver lo que pisan y rompen sus patas!

(Se aleja exclamando ¡ja, ja, ja,ja! Mientras el pibe
que vende ratitas mecánicas, lo mira asombrado)


Actual ingreso a la Galería Sacoa por peatonal San Martín

Fuentes:
Escrito por NATALIO RICARDO MARENGO 
Editado por Pablo Javier Junco para Fotos Viejas de Mar del Plata