Araña |
La “Mansión de Invierno”, construida a principios del siglo XX en Empedrado, Corrientes, por una sociedad encabezada por Pedro Olegario Luro. Allí brilló por primera vez la araña que hoy vemos en la Catedral de Mar del Plata. El tema, que deriva en una estrecha vinculación con Mar del Plata, fue abordado en el suplemento aniversario editado por LA CAPITAL el 25 de Mayo pasado. Aquí el artículo:
Entre luces y sombras
La araña que engalana la nave central de la Catedral de Mar del Plata ronda los cien años de antigüedad; recorrió miles de kilómetros y conoció dos escenarios que supieron del esplendor y la decadencia. Fue adquirida en París por Pedro Olegario Luro, noveno hijo de Pedro Luro, terrateniente y empresario de notoria influencia en la etapa fundacional de Mar del Plata. Réplica del foyer de la Opera de Paris, pesa 600 kilos distribuidos en una estructura de bronce, 136 luces y 140 caireles de cristal Baccarat.
Su primer destino fue la provincia de Corrientes, donde a principios del siglo XX Pedro Olegario Luro urdía un sueño quimérico junto a dos personajes de la época: el escritor Andrés Demarchi y el político y dramaturgo Gregorio de Laferrere. Los tres habían imaginado una esplendorosa “Ciudad de Invierno” para solaz de la alta alcurnia criolla e, incluso, de la creme europea. Por aquel entonces la aristocracia argentina, luego de veranear en Mar del Plata, emigraba a Asunción del Paraguay en busca de un centro recreativo invernal que su tierra no le ofrecía. De allí la pretensión de fundar “La Perla del Paraná”.
Sueños de grandeza
Aunque la idea pecara de osada, 65 inversores se dejaron convencer y formaron la “Sociedad Civil Ciudad de Invierno”, que aportó 2000 millones de pesos para iniciar las obras. El presidente de la entidad era Pedro Olegario Luro y en la nómina de socios figuraban apellidos que competían en alcurnia y fortuna: Uriburu, Avellaneda, Anchorena, Alvear, Blaquier, Alzaga Unzué y Pereyra Iraola.
Mediante rigurosos estudios se determinó que la “Ciudad de Invierno” debía erguirse en la localidad correntina de Empedrado, donde la temperatura invernal promedio era de 16 grados, como en los principales centros turísticos europeos.
En agosto de 1909 la legislatura correntina le entregó a la “Sociedad Civil Ciudad de Invierno” un predio de 3141 hectáreas en concesión por 35 años. Las tierras fueron divididas en manzanas, quintas y chacras, contemplando un núcleo urbano con balcón sobre la barranca del Río Paraná. El proyecto fue dirigido por el ingeniero Valentín Virasoro y por el renombrado paisajista Carlos Thais, que atravesaba una época de gloria que se proyecta a la actualidad en numerosos parques y espacios verdes del país.
Contingentes de obreros llevados desde Buenos Aires levantaron la “piedra fundamental”: el “Hotel Casino-Continental” o “Mansión de Invierno”, un palacete de 12 mil metros cuadrados con 114 habitaciones. La construcción -que dominaba la barranca y tenía casino, salones de fiestas y teatros- fue inaugurada el 29 de junio de 1913 con la asistencia de importantes personalidades de la época y de invitados especiales venidos de Europa. El hotel disponía, además, de cancha de tenis, golf y criquet, un parque de 20 hectáreas ornamentado con plantas exóticas y esculturas y un muelle para que desembarcaran los turistas.
Lo mejor de lo mejor
El director general del establecimiento -mister Saint Andrée- había desempeñado idéntico cargo en el Regina Hotel de París. Por su parte, el chef computaba 14 años de servicios como primer cocinero del Carlton Hotel de Londres. Y el maitre -que había ganado reputación en el Majestic de Paris- venía de desempeñarse en el suntuoso Club Mar del Plata durante la temporada vernal del13.
La ciudad iba a tener anchas calles, plazas, edificios públicos, escuela, estación de ferrocarril, usina e hipódromo, pero las obras fueron interrumpidas abruptamente y el hotel cerró sus puertas luego de funcionar pocos meses. En tan efímera existencia albergó una historia trágica: la del apostador arruinado que se autoeliminó en el jardín de invierno, dando nombre a la “Galería del Suicida”. Hasta la fecha los historiadores procuran explicar las causas de aquel fracaso empresarial, cuyas evidencias actuales se reducen a algunas ruinas que asoman entre la vegetación, fruto de un proceso que incluyó remates, saqueos, demoliciones y casi cien años de abandono.
Luces en el Bristol
Numerosos elementos de aquel hotel -incluyendo la araña- fueron traídos a Mar del Plata, donde integrantes de la familia Luro habían fundado en 1888 el Bristol Hotel, considerado la “piedra basal de la Mar del Plata turística”. Su núcleo original estuvo en la manzana comprendida por San Martín, Rivadavia, Entre Ríos y Corrientes, predio conocido como “Los Chalets del Bristol” donde se hallaban los dormitorios. El proyecto avanzó con rapidez hacia la manzana este (actual Bristol Center), que sirvió de enclave para el comedor y los suntuosos salones de fiestas. Luego surgiría el anexo en la manzana 116, de Rivadavia y Buenos Aires.
Salon Central del Bristol Hotel hacia 1927 - araña central - foto de Carlos Fiore - Fotos de Familia - Diario La Capital |
La araña traída desde París se lució desde entonces en el salón principal y volvió a conocer el esplendor de los bailes y reuniones de la aristocracia, hasta que tres décadas más tarde la estrella del hotel se extinguió para siempre. Las nuevas modalidades turísticas, la obsolescencia del edificio y los inmensos costos que demandaba ese coloso de tres manzanas pueden enumerarse como principales causas de su cierre en abril de 1944. Pocos días antes, el 10 de marzo, el interventor Federal de la Provincia, doctor Julio César Ojea, había autorizado la expropiación para su demolición del Anexo Bristol, que funcionaba sobre terrenos del fisco.
El 6 de mayo de 1944 LA CAPITAL anunciaba sin lamentación alguna el inexorable fin del histórico establecimiento. Con el título “La Bandera de remate sella el destino del hotel Bristol”, el artículo informaba: “Cumplido su ciclo de existencia, por efecto de los dictados del progreso avasallador, el martillo, subastando sus muebles, inicia el proceso de lo que vendrá después: la demolición del Bristol, que en la trayectoria del progreso de Mar del Plata ha marcado rumbos”.
Paralelamente aparecían grandes avisos publicitarios anunciando que a partir del 10 de mayo los martilleros Rodolfo Peracca, Alfredo van Gelderen y Eduardo Fresco (hijo) rematarían la totalidad del mobiliario del hotel, incluyendo la araña.
Los nuevos tiempos
Sin dudas, aquel concepto de “progreso avasallador” mencionado en el artículo periodístico resumía una forma de pensar que se había instalado en los hacedores de la época y que tenía correlato con hechos cotidianos. Sólo tres años antes había terminado la demolición de la Rambla Bristol o “francesa” y en su lugar se erguía “El Casino más grande de Sudamérica”. De la mano de Bustillo, las obras del Gran Hotel Provincial avanzaban lenta pero progresivamente. Mientras la Segunda Guerra Mundial entraba en su etapa decisiva y en el país escaseaba el combustible, Mar del Plata experimentaba un boom inmobiliario con abundancia de loteos, remates, demoliciones y construcciones.
Según información publicada por LA CAPITAL, en el primer cuatrimestre de 1944 se habían tramitado 541 permisos de construcción, duplicando las cifras del año anterior. La franca expansión queda a la vista en profusos avisos publicitarios que anunciaban remates de terrenos en los más diversos puntos de la ciudad: Playa Grande, Loma de Stella Maris, Pueblo de Peralta Ramos, Los Troncos, Chauvín, Constitución, Puerto, Las Avenidas y El Sosiego, entre otros.
Por esos días comenzaba la demolición de la Rambla La Perla y de un extraño emprendimiento de hormigón que había funcionado en Plaza España desde la década del 30: La Exposición Feria, que ostentaba una extraña torre-nirador. Por su parte, el directorio de la Empresa de Tranvías anunciaba en julio la construcción de una nueva estacion “de grandes proporciones y estilo arquitectónico severo” en el predio de San Martín, Rivadavia, Chile y Méjico.
Una época en subasta
Los elementos muebles del hotel Bristol fueron rematados en el histórico edificio donde funcionó el comedor y salón de fiestas. La primera subasta tuvo lugar el miércoles 10 de mayo y los objetos exhibidos al mejor postor fueron las heladeras, máquinas de frío y los muebles del anexo Bristol. Por diversos medios capitalinos se había anunciado la salida de Constitución de pullmans de El Condor y Micromar “a las 6 y 7 am, lo cual permitirá a los interesados llegar a Mar del Plata antes de realizarse los remates”.
Por aquel entonces el establecimiento pertenecía a la Sociedad de Grandes Hoteles, cuyo presidente, Jorge Durand, presenció la subasta y llegó a hablar del “pronto resurgimiento del hotel”, sin ofrecer mayores precisiones y –huelga aclararlo- sin que el auspicio se cumpliera.
A razón de una o dos subastas semanales, el remate se prolongó hasta los primeros días de julio. Los diarios de la época nos permiten conocer la oferta diaria, que abarcaba desde pianos hasta mantas, sábanas, almohadas, cortinas y alfombras. Asimismo, las fotos nos aportan referencias de la gran cantidad de público que convocaban aquellas reuniones en que se liquidaban retazos de una época.
El lunes 22, por ejemplo, fueron subastados escritorios, cajas de hierro y muebles de caña de la India que se hallaban en los vestíbulos de los chalets del Bristol. Y ese mismo día liquidaron 150 juegos de dormitorios de Thompson y Maple. Como se sabe, esta última firma aparece mencionada en el tango a “Media Luz”, cuyo autor Carlos Lenzi le atribuyó, allá por el 24, el amoblamiento de celebre “pisito” de Corrientes 348.
Una radio-victrola, cristalería, porcelana y loza corrieron idéntico destino junto a la platina, compuesta por cubiertos, bandejas y otras piezas de Christofle, Elkinton y Mappin y Webb. Máquinas de lavadero y panadería, motores, instalaciones de despensa, espejos, plafoniers, baterías de cocina y hasta los vinos y champagnes importados que se hallaban en las bodegas supieron del furor de la subasta. En el inventario – imposible de desglosar totalmente en esta reseña- no faltaron dos vehículos de la década del 30 y una puerta giratoria.
La subasta de la araña
El lunes 3 de julio se procedió a la subasta de la araña. Un artículo de LA CAPITAL narra la expectativa que generó este acto y recuerda, con rigor histórico no exento de discreción, que Pedro Luro la había hecho traer de París “con destino a la ciudad de invierno que se proyectaba por aquel entonces y que por circunstancias especiales no pudo concretarse”
La crónica también precisa que el subastador fue el martillero Alfredo van Gelderen y que “después de alguna alternativa, el precio osciló hasta ascender a la suma de 2500 pesos, resultando comprador, en nombre de la Compañía de Grandes Hoteles, el señor Odilio Gasparotti”, quien anuncio inmediatamente que sería obsequiada a la Basílica San Pedro, tal como se llamaba la actual Catedral de los Santos Pedro y Cecilia. No sabemos, sin embargo, cuál fue la intimidad de la operación ni porqué la firma –luego de poner la araña en subasta- decidió “auto adquirirla” para donarla.
El fin de los chalets
Mientras los remates se desarrollaban en el salón de fiestas, los chalets que estaban ubicados en la manzana de Entre Ríos, Corrientes, Rivadavia y San Martín comenzaron a ser demolidos, según la información publicada por LA CAPITAL el 24 de junio de 1944. Pocos días más tarde se llamaría a una nueva subasta para rematar los elementos recuperados, incluyendo escaleras y zinguería.
El 2 de julio, un aviso de una página anunciaba el remate de los 19 lotes de la “Manzana de los Chalets del Bristol”. La operación, a cargo de la inmobiliaria Comi & Pini, se realizó el jueves 20, a las 15.30, en el Salón de Ventas del Banco Popular Argentino con sede en Florida 201, esquina Cangallo. Uno de los compradores fue tiendas “Harrods”, que inmediatamente anticipó al público que construiría una moderna sucursal en la esquina de San Martín y Entre Ríos.
El anexo del hotel Bristol fue demolido tiempo después, pero el edificio donde funcionaron los salones de fiestas y el comedor sobrevivieron tres penosas décadas. Adquirido por una firma capitalina, devino en una galería comercial donde menudeaban cines, locales, bares y alguna confitería bailable. Su doloroso período de abandono terminó en la década del 70 cuando, previa subasta, fue demolido para dar lugar al siempre inconcluso Bristol Center. La araña traída por Luro, incorporada al patrimonio de la ciudad, sigue engalanando la Catedral de Mar del Plata como solitaria sobreviviente de una centuria de luces y sombras.-