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Estancia El Boqueron de Enrique Anchorena - Foto extraida del sitio Diario Accion |
Saliendo desde Mar del Plata en dirección a Batan y tomando la ruta 88 a la altura del km. 11,26 llegamos hasta el camino conocido como Los Ortiz y desde allí en un trayecto de 8 km. se llega a la entrada principal de la estancia. El
notable casco construido en medio de un paisaje inigualable fue obra de Enrique
Anchorena y su esposa, Ercilia Cabral Hunter.
Enrique Justino Pascual de
Anchorena Castellanos habia nacido en 1879, hijo de Nicolas Hugo Anchorena
Arana (1828-1884) y de Maria Luisa de las Mercedes Castellanos de la Iglesia
(1840-1920). Contrajo matrimonio el 14 de septiembre de 1901 con Ercilia
Martina Cabral Hunter (nacida en 1880). Tuvieron 5 hijos: Nicolas (1904),
Enrique (1907), Alberto (1909), Ercilia (1910-1937) y Amalia (1910)
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El dia de la boda de Enrique Anchorena, 14 de septiembre de 1901, con Ercilia Cabral Hunter en la iglesia de la Merced. Foto extraida del sitio La Argentina del Centenario del Diario Accion |
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El dia de la boda de Enrique Anchorena, 14 de septiembre de 1901, con
Ercilia Cabral Hunter en la iglesia de la Merced. Foto extraida del
sitio La Argentina del Centenario del Diario Accion |
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Gabriela Acosta de Ocampo, Narciso Ocampo, Adela Unzue de Leloir, Marta Unzue de Blaquier y Maria Luisa Unzue de Aldao, en El Boqueron durante una fiesta. Revista Caras y Caretas en 1913 |
El
nombre de esta estancia es uno de los más encumbrados del área rural
marplatense y es una referencia poblacional en desarrollo por su cercanía a la
ciudad. El título El Boquerón fue puesto por Ovidio Zubiaurre, una de las
primeras autoridades municipales de Mar del Plata. Su padre, Eusebio Zubiaurre,
había fundado en la vecindad, en la década del 60 del siglo XIX, la estancia
Ituzaingó, nombre que, como El Boquerón, recuerda una famosa batalla de la Guerra del Paraguay. El
nombre del barrio se vincula con la guerra que Argentina tuvo con el Paraguay
(1867-1870) en el Boquerón, conflicto en el que participo el General Isubarreta
a quien por su labor le entregaron 5000 hectáreas en
premio. Este luego vende la propiedad a la familia Anchorena.
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En el circulo vemos a Enrique Anchorena, Marta Unzue de Blaquier, Guillermo Aldao y Carmen Alvear de Peña durante una fiesta de Enrique en la temporada veraniega del '13 en El Boqueron - Revista Caras y Caretas del 1 de marzo de 1913 - Foto extraida del sitio La Argentina del Centenario del Diario Accion |
A
fines del siglo XIX, Mercedes Castellanos de Anchorena adquirió esta estancia
destinada a su hijo Enrique, cuya obra personal se expresa en todos los
rincones del casco y del paraje. Empezando por las arboledas que embellecen las
colinas circundantes, consideradas el emprendimiento forestal más importante de
la región. En las primeras décadas del siglo XX los veraneos en la creciente
Mar del Plata atraían a las familias de fortuna. A la construcción de los
bellos chalets que le dieron fama al balneario, seguía la casa de la estancia
para quienes tenían un campo cerca.
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Revista Caras y Caretas del 10 de septiembre de 1921, escenas de El Boqueron, propiedad de Enrique de Anchorena en Mar del Plata - Foto extraida del sitio La Argentina del Centenario del Diario Accion |
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Enrique de Anchorena y Ercilia Cabral Hunter de Anchorena, junto a Napoleon Paz, durante una reunion en Rosario de la Frontera festejando el Dia de la Virgen de la Montaña; Caras y Caretas del 7 de septiembre de 1935.Foto extraida del sitio La Argentina del Centenario del Diario Accion |
Esta
cercanía sobrevalorizaba la estancia desde el punto de vista familiar y social,
ya que permitía alternar el veraneo en la playa con el trabajo y los placeres
de la estada en la campaña. Así, mientras las tierras de El Boquerón producían,
Enrique Anchorena y su esposa, Ercilia Cabral Hunter, emprendieron la
construcción de un notable casco de estancia para disfrutar con la familia y
sus amigos veraneantes. El Boquerón viejo de Zubiaurre quedó a un costado y
todo lo que se hizo después tuvo un espíritu nuevo, el optimismo de la
Argentina del Centenario.
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Durante la disputa del torneo de golf de la Copa El Boqueron, el dueño de casa Enrique Anchorena con un grupo de invitados - Revista Caras y Caretas en abril de 1937 - Foto extraida del sitio La Argentina del Centenario del Diario Accion |
El
paisaje era bello de por sí, con esas colinas verdes que cubrían montañas
antiguas, con piedras aflorando por todos lados, tanto para acentuar la
estética de la naturaleza como para la construcción. Por eso se usó mucha
piedra para hacer cercados, paredes, pavimentos, puentes. Disponiendo a gusto
de todo el espacio para parquizar, se diversificaron y separaron los centros de
interés recreativo, para proponer distintos paseos y actividades al aire libre,
mientras una red de caminos internos facilitaba y embellecía los traslados.
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Vemos a Enrique Anchorena en compañia de sus invitados durante una «interesante fiesta deportiva-social, la que es una tradicional costumbre del dueño de la estancia El Boqueron» - Revista Caras y Caretas en abril de 1937 - Foto extraida del sitio La Argentina del Centenario del Diario Accion |
En
un lugar alejado del sector residencial se construyó la pileta de natación, con
su vestuario y un solárium al estilo de la época. Cerca, aprovechando el paso
de un arroyuelo, se cavaron canales, se levantó una isla y se creó un paseo en
bote con el romántico nombre de La Venecia. Para el retiro espiritual y la misa
dominical se levantó una pequeña y hermosa capillita de piedra emplazada en una
loma de gran impacto visual.
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La señora de Anchorena y Demaria Sala, conversando en los links de golf con el señor Arturo Udaondo - Revista Caras y Caretas abril de 1937- Foto extraida del sitio La Argentina del Centenario del Diario Accion |
El
estilo de vida del balneario marplatense de entonces dictaba que sólo por la
mañana se tomaban los baños de mar y por la tarde, después de un copioso
almuerzo y una buena siesta, lo obligado era jugar al golf. Entonces, Enrique
Anchorena mandó a construir en El Boquerón una cancha de golf de nueve hoyos,
un espacio con escollos y declives, árboles a los costados y sierras azules a
lo lejos. Una construcción de piedra como casa de té aseguraba tardes de tortas
y anocheceres de copas para los aficionados al deporte y sus acompañantes.
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En la imagen, los señores Salvador guerrico, Ricardo Cullen Crisol, Ricardo Green y Rafael Pereyra Iraola, «haciendo honores al aperitivo» en el Boqueron en abril de 1937 - Foto extraida del sitio La Argentina del Centenario del Diario Accion |
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La novia, señorita Amalia de Anchorena, llegando a la basilica del Santisimo Sacramento, acompañada por el padrino, señor Enrique de Anchorena - Foto extraida del sitio La Argentina del Centenario del Diario Accion |
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Señorita Amalia de Anchorena, saliendo del templo con el señor Ricardo Zuberbuhler en 1935 - Foto extraida del sitio La Argentina del Centenario del Diario Accion |
Arriba,
sobre la loma más alta, una casa iba creciendo por yuxtaposición de
habitaciones a medida que la familia crecía y los huéspedes aumentaban. En el
plan de Ercilia y Enrique Anchorena estaba la construcción de una residencia de
la misma jerarquía estética del casco, dibujada por Alejandro Bustillo, el
arquitecto emblemático de Mar del Plata. Más nunca llegó el momento y el
proyecto no se concretó porque la crisis de 1930 terminó con el ambicioso
sueño.
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Otra imagen de Amalia de Anchorena en 1935 - Foto extraida del sitio La Argentina del Centenario del Diario Accion |
Sin
embargo, unos años antes, alrededor de 1927, Alejandro Bustillo ya había dejado
su impronta profesional en un espacio escénico del paisaje de El Boquerón, una
edificación notable al que él mismo le puso el nombre La Ferm. Inspirada en las
viejas construcciones de trabajo de la campiña francesa, su enorme volumen
blanco se destaca en un claro que deja el bosque, impactando con su diseño
totalmente inusual en nuestras estancias.
Piedra fundamental
Aquí también la piedra
cumplió un rol fundamental en su estructura, apuntalando paredes, enmarcando
terrazas, destacando aberturas y pavimentando totalmente los patios. Allí se
concentraron las funciones laborales de la estancia y las dependencias
habitacionales del personal, como el gran comedor, los dormitorios, baños,
cocina, casa del mayordomo, depósitos varios y una vista espectacular desde
ventanas, balcones y terrazas.
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Foto de uno de los porticos de la estancia El Boqueron - Extraido del sitio Revista El Jardin |
No se ve el mar, pero sí se percibe su reverbero
en el horizonte del lado este. A mediados de siglo
desapareció el matrimonio Anchorena y El Boquerón se fraccionó entre sus cinco
hijos. Otros 50 años trajeron cambios generacionales y algunas enajenaciones,
pero nunca perdió la unidad estilística del conjunto ni la belleza de su marca
de nacimiento.
El parque de la Estancia
El paisajista Hermann
Böttrich y el arquitecto Alejandro Bustillo fueron los encargados de idear este
refugio a sólo minutos de Mar del Plata. Los dueños eligieron al alemán,
considerado, junto con Charles Thays, como uno de los paisajistas que más
aportaron a la creación de una identidad de los jardines y espacios verdes del
Río de la Plata.
Entre sus obras, se destacan las plazas de las municipalidades
de Sarmiento, Maipú y Lincoln, los parques de las estancias Acelaín, La Azucena
y Las Palmas y del actual establecimiento presidencial del Uruguay, conocido
como "Barra de San Juan". Aunque el nombre El Boquerón está dado en
honor a una batalla ocurrida durante la Guerra de la Triple Alianza, tal vez
Böttrich se inspiró en la etimología de la palabra (abertura grande) como leit
motiv del diseño.
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Un sector del parque de la Estancia El Boqueron - Extraido del sitio Revista El Jardin |
Desde el camino de tosca
por el que uno llega desde Mar del Plata ya se percibe el juego de abierto y
cerrado. A medida que se asciende, los eucaliptos mutan en robles, cedros,
magnolias y acacias, y no son más cortinas de una sola fila, sino montes
tupidos que alimentan la intriga del curioso.
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Un sector del parque de la Estancia El Boqueron - Extraido del sitio Revista El Jardin |
A pocos metros, en la
intersección del camino, una avenida de ligustros, lambertianas y zarzamoras
atraviesa una explanada de pasto que llega hasta la que hoy es la casa
principal: una fortaleza de tamaños épicos en la que originalmente vivían los
empleados. Por sus dimensiones, llaman la atención sus entradas laterales –no
es difícil imaginar carruajes de caballos maniobrar con toda facilidad– y su patio
central. Desde cualquier punto, la vista es un mar agitado de pampa.
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Un sector del parque de la Estancia El Boqueron - Extraido del sitio Revista El Jardin |
El diseño es del arquitecto
Alejandro Bustillo, al igual que otras construcciones menores que están
diseminadas por el jardín. Alister MacKenzie, para los entendidos el mejor
diseñador de canchas de golf de la historia (entre sus obras se destacan la del
National de Augusta, en Georgia, las dos canchas del Jockey Club de Buenos
Aires y el Golf Club de Montevideo), también fue contratado para intervenir en
este sueño grandilocuente.
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Un sector del parque de la Estancia El Boqueron - Extraido del sitio Revista El Jardin |
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Estancia El Boqueron. Imagen gentileza Soledad Cardozo
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Del segundo Boqueron, podemos ver a lo lejos La Femme. Imagen gentileza Soledad Cardozo |
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Esa
casa antiguamente tenía un aserradero que ya ni funciona. Pertenece al
2do boquerón que es de los Zuberbuhller y viven los caseros . Pertenece a
dónde está la Fermme de la Estancia El Boqueron. Imagen gentileza
Soledad Cardozo |
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Esa casa antiguamente tenía un aserradero que ya ni funciona. Pertenece al 2do boquerón que es de los Zuberbuhller y viven los caseros . Pertenece a dónde está la Fermme de la Estancia El Boqueron. Imagen gentileza Soledad Cardozo |
En los bosques de El
Boquerón todavía quedan otros tesoros: una fábrica de hielo traída desde
Inglaterra –hoy funciona como vestidor para la pileta–, el esqueleto de un
invernadero de hierro de origen francés, ciervos –más precisamente axis– y un
vasto campo de girasoles.
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Un sector del parque de la Estancia El Boqueron - Extraido del sitio Revista El Jardin |
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Puesto de entrada Estancia El Boqueron aproximadamente del año 1920
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Se puede leer claramente el número 1871 que señala la Inscripción del año de construcción del puesto viejo en la Estancia El Boqueron. Imagen gentileza Soledad Cardozo
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Puesto viejo en la Estancia El Boqueron. Imagen gentileza Soledad Cardozo |
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Puesto viejo en la Estancia El Boqueron. Imagen gentileza Soledad Cardozo |
Una estancia vecina: San Rafael del Reparo
Este castillo neogótico ubicado a veinte kilómetros de Mar del Plata, ubicado en los campos cercanos a la antigua estancia El Boqueron (a 3 km. aproximadamente), es una lujosa estancia con jardines, establos, piscina, un torreón y una gran capilla. Su dueño es un diplomatico argentino llamada Rafael de Oliviera Cézar, mas conocido como "Rafaelito" y la bautizó "San Rafael del Reparo" o "El Reparo" como se la conoce comunmente. Rafael nos comenta por intermedio del periodista Martin Wullich que le compró al "Muñequito" Demaría el potrero Los Ortices, que era el último potrero de El Boqueron y lindero a este campo.
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Rafael de Oliviera Cézar. |
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Alejandro Roemmers, Rafael Oliveira Cézar y Martin Wullich. Alvear Palace Hotel. Presentación del libro "San Rafael del Reparo" Año 2014 |
El 24 de abril de 2014 en el Alvear Palace Hotel se realizó la presentación del libro denominado "San Rafael del Reparo". Se encontraban en dicha presentación Rafael Oliveira Cézar, Alejandro Roemmers y Martin Wullich. En dicho libro se puede reconocer la obra paradigmatica de la que hacemos referencia.
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Libro "San Rafael del Reparo" |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
La propiedad es algo así como la autobiografía de su dueño. Los capiteles de algunas columnas provienen de Túnez de cuando él era consul en ese país; otros fueron rescatados en las subastas de estancias vecinas que él frecuentaba en la niñez y en la adolescencia. Rafaelito mezcló con osadía y desenfado estilos y épocas, guiado tan sólo por la memoria del corazón. Al costado de la tranquera, por ejemplo, hay un torreón como los de la Francia medieval. Y apenas se llega a los edificios principales, uno se encuentra con el pabellón reservado a la biblioteca, un manoir que remeda los erigidos en la campiña francesa del siglo XIX.
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
La casa principal es un castillo neogótico que evoca con sus ventanales de ojiva las fortalezas de Inglaterra. El comedor tiene el aspecto de una severa capilla cuya luz proviene de una claraboya art nouveau. Frente a una de las fachadas, hay un jardín italiano y a un costado, a modo de cita arquitectónica, se ve una recreación, hecha con humor e ironía, de la piscina del Museo Getty en Malibú.
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
Al borde de la pileta, hay una serie de esculturas clásicas, presididas por una réplica del Discóbolo. Otra de las fachadas da a un jardín de simetrías perfectas en cuyo centro se abre un canal que se adentra unos 200 metros en el tapiz verde del césped. A los lados del canal, hay esculturas topiarias. El conjunto, de gran efecto, culmina en una gruta incrustada en una escalinata imponente que la cerca por ambos lados. Dentro de la gruta, hay columnas revestidas íntegramente de conchillas, mientras que la bóveda está hecha de estalactitas.
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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San Rafael del Reparo. Batan. |
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Rafael
de Oliveira Cesar, Mercedes Von Dietrichstein de Zemborain y Martín
Cabrales. Cena Fundacion Cruzada Patagonica. Año 2018. Imagen gentileza
Infobae |
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Rafael de Oliveira Cezar y Gino Bogani. Año 2019. Imagen gentileza Amigos del Bellas Artes. AAMBA |
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Rafael de Oliveira Cézar; Héctor Vidal Rivas y Mirtha Legrand (Chule Valerga) cuando Hugo Beccacece fue nombrado miembro de la Academia Argentina
de Letras. Año 2019
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En lo alto de las sierras, en medio de los bosques, hay dos templos neoclásicos de inspiración palladiana; uno, dedicado a la Fe; el otro, al Amor. Todo el conjunto termina por armonizar el predio conformando un bello lugar de descanso.
Fuentes:
Yuyú Guzmán, La Nacion, Sábado 18 de marzo de 2006