Francisco Jose Chauvin (1879-1935) |
El arquitecto
Roberto Cova -con sus años de investigación y su memoria- nos ayuda a
reconstruir la historia de Villa Chauvín, aquel lugar y el de su artífice, un florista que
alcanzó el esplendor y tuvo un final trágico. “Se llamaba José Francisco
Chauvin -dice Cova- y sabemos que era uruguayo e hijo de franceses. Llegó a
Buenos Aires, aparentemente empezó de abajo y prosperó porque era un
visionario”.
Villa Chauvin.Sus fondos creo, daban a lo que es hoy el Hospital de la Comunidad. Fuente Album Guía Mar del Plata 1927.Foto enviada por Carlos Fiore |
Villa Chauvin.Sus fondos creo, daban a lo que es hoy el Hospital de la Comunidad. Fuente Album Guía Mar del Plata 1927. Foto enviada por Carlos Fiore |
El comienzo de la historia de Chauvin en Mar del Plata debe ubicarse, según Cova, en la primera década del siglo XX, cuando compró 18 hectáreas delimitadas por las calles Juan B Justo, Matheu, Córdoba y una línea imaginaria entre Hipólito Yrigoyen y Mitre. Allí Chauvin, que contrajo enlace pero no tuvo hijos, construyó su residencia y, además de cultivar flores, trazó jardines paradisíacos ornamentados con fuentes y esculturas.
“Chauvin -dice Cova- era un visionario. Realizaba lo
que se denomina “cultivo forzado”. Para ello había instalado calderas que
llevaban calor a los viveros por túneles subterráneos”.
Además,
tenía un local de venta de flores naturales en la Rambla Lasalle, la
última de madera antes de la inauguración de la Bristol en 1913.
Locales en la Vieja Rambla - Decada del `10 Se destaca la floreria de Chauvin |
Otra toma similar del mismo lugar. Postal Antigua - Circulada en 1915 - Rambla Lasalle Paseo Gral Paz |
Floreria de Francisco José Chauvin en el extremo sur de la Rambla Lasalle. c.1900. Imagen gentileza Charlie Peralta Ramos |
“La gente que deseaba visitar Villa Chauvin tenía que
anotarse en dicho local y luego se la invitaba, previa selección. Se dice que
el presidente Marcelo Torcuato de Alvear y su esposa Regina iban a tomar el té
a los jardines de Chauvín”, comenta Cova.
En el año 1951 se pone en venta todo el predio que componía el parque del Chalet El Caracol”. Enviada por Eduardo Russo a Fotos de Familia |
Además,
el próspero florista tenía su local en pleno centro de la metrópoli, ya que en
aquellos años era el abastecedor de la aristocracia porteña. Roberto Cova apunta que:
“Todos los
días a las 18 salía de Mar del Plata el “tren del pescado”. Una formación
ferroviaria llegaba desde el puerto hasta la estación del ferrocarril con la
carga de pescado que era despachada hacia Buenos Aires. Ese tren tenía vía
libre, y en uno de sus vagones iban las flores de Chauvín, debidamente
acondicionadas y humectadas para que llegaran frescas a Buenos Aires”.
Cuando
a principios de la década del ‘30 comenzó a tomar cuerpo el proyecto de la ruta
entre Mar del Plata y Buenos Aires, Chauvín se mostró entusiasmado con un
proyecto que jamás llegó a realizar: el trazado de grandes jardines y parques a
lo largo del camino.
Cova
recuerda que Chauvin se suicidó en 1935 por causas que sólo se conocen con
grado de presunción. Los terrenos fueron loteados y dieron lugar a otras
historias que Cova relata con abundancia de detalles pintorescos
El famoso chalet “El Caracol” se encontraba enfrente (por Córdoba) de la legendaria Villa Chauvin (Hoy Hospital Privado de Comunidad)”. Foto enviada por Eduardo Russo. |
La
residencia del florista fue demolida y en el predio avanzó la obra del Hospital
Privado de Comunidad. Cova fija sus últimos recuerdos del lugar en la década
del ‘60.
Los
árboles centenarios que hoy embellecen los parques que subsisten en la zona
fueron sembrados por Chauvín. Las esculturas y maceteros del Jardín Azul y Rojo
-así se llamaban, de acuerdo a la tonalidad de la vegetación- salieron de aquel
paraíso para ornamentar plazas de la ciudad. Y el barrio heredó el nombre de
aquel hombre que soñaba con parques y jardines a la vera del camino entre Mar
del Plata y Buenos Aires.
FRANCISCO
JOSÉ CHAUVIN
FLORES NATURALES
La
chacra 101 del ejido urbano de Mar del Plata es la rodeada por las avenidas Juan José Paso,
Juan B, Justo e Independencia, y la calle Córdoba, En fecha que no conocemos
pero que presumimos anterior a 1910, gran parte de esa chacra fue adquirida por
Francisco José Chauvín, que siempre reemplazó su primer nombre por sólo su
inicial.. ¿Quién 'era este señor cuyo apellido identifica a una zona de la
ciudad? Intentáremos aquí y ahora dar respuesta a esa pregunta.
Villa Chauvin |
El
Diccionario Biográfico de Piccirilli, por lo pronto, consigna lo siguiente:
Chauvin, Francisco José: oriundo de Buenos Aires, cursó estudios en el Colegio La Sallé, que más tardé
continuó en Francia, donde concurrió a las clases del célebre diseñador Le
Notre, Viajo por Europa y, de regreso en Buenos Aires, se dedicó de lleno a la
floricultura. Tuvo sus magníficos viveros en Coghlan y Mar del Plata, que
llamaron justamente la atención, falleció en Buenos Aires el 27 de agosto de
1935. La
información, de todos modos, parece contener varios errores. Oportunamente
escribimos al Colegio de La
Salle. Sus registros incluyen a José F. Chauvin como alumno
de primer año en 1893, pero los datos son contradictorios. Y en cuanto a Le
Notre, a quien se deben los jardines de Versalles, vivió entre 1613 y 1700.
Y
no hemos encontrado noticias sobre un sucesor más próximo en el Larousse du
XXe. Siécle, edición parisina de 1931. Por otra parte, supimos de buena fuente
que Chauvin nació en el Uruguay, el 22 de julio de 1879, hijo de Luís y
Magdalena Lagrogerie, franceses. Llegó a Buenos Aires en 1882 y en 1902 fundó
su florería en la calle esmeralda 771-779. Gerónimo
Veramendi, que fue su cochero, nos dijo hace más de 30 años que Chauvin era
uruguayo, hijo de franceses, y que sus comienzos, en Buenos Aires, fueron en
extremo modestos. Que tuvo magníficos viveros en Coghlan y Mar del Plata es
absolutamente cierto. Flores hubo muchas en su época, pero ningunas como las
flores de Chauvin.
Francisco José Chauvin controlando sus plantas. |
Su
jardín marplatense llegó a abarcar unas 17 hectáreas separadas
por la calle Paso —que entonces se llamaba Boulevard Sud—, comprendidas entre
Matheu y Juan B. Justo, de Mitre a Córdoba. El señor Octavio Tomás Fanchi, que
perfeccionó sus conocimientos botánicos en los cultivos de referencia, nos dijo
al respecto que llegaron a trabajar allí hasta 60 ó más personas, y agregó que
Chauvin, un enamorado de las plantas, después de haber organizado un
establecimiento de floricultura se dedicó al cultivo de arbustos y confieras
que importaba directamente del extranjero.
Y
no sólo importaba especies florales y forestales sino que también tomaba para
su atención a especialistas de diversas nacionalidades: japoneses,
dinamarqueses, alemanes, suecos, según el tipo de vegetal que debían atender. Había
cultivos al aire libre y bajo invernáculo: orquídeas, cyclámenes, calceolarias,
en invernáculos fijo, y rosas y lilas «forzadas» —con floración anticipada por efectos
del calor— en invernáculos desmontables. Cada uno de estos recintos poseía su
propia caldera subterránea, y una bomba, también instalada bajo tierra, proveía
de agua a todas las instalaciones.
Tales
«sótanos» son el fundamento de una especie de leyenda acerca de los «túneles»
del Parque Chauvin. "De Paso a Matheu, el jardín era una Holanda",
nos decía el señor Fanchi, que se refería también a los sombreados bajo los
cuales florecían rododendros y azaleas. Y no podía olvidar una oportunidad en
que la casa, cuando se dedicaba a los cyclámenes, ganó un concurso con 115
flores en una sola planta. En
cuanto a las construcciones del establecimiento, el chalet del propietario se
levantaba en la manzana hoy rodeada por Córdoba, San Luís, Azcuénaga y Larrea.
Y sobre Córdoba, desde Azcuénaga a Juan B. Justo, las habitaciones para el
personal, los galpones y las caballerizas. Desde la casa hasta el Jardín
Francés, o Rojo —cuyo estanque para plantas acuáticas todavía existe, precisamente
sobre la calle Mitre, cerrada en un largo tramo—, un camino de exposición
mostraba confieras y arbustos de flor o follaje rojo.
Y
el Jardín Azul hacía lo propio con los azules: delphinium, verbena, campánulas,
y alrededor eucaliptus cinérea, cedros azules. Más allá, una fuente circular,
con camino de piedras trabajadas y una Venus que pasó luego a la fuente de la Plaza San Martín. Y
muchos marplatenses sabemos que todos los días del año, en el Tren del Pescado,
que salía a las seis de la tarde, convenientemente embaladas, se enviaban a
Buenos Aires las flores de Chauvin. Nuestro
personaje, no muy alto, algo lleno, de tez blanca y pelo oscuro, con abundante
bigote, siempre impecablemente vestido, alternaba con lo más granado de la
sociedad porteña. Para conocer su quinta era necesario retirar tarjeta en el
negocio de la Rambla,
y luego un portero uniformado, después de recibir a los visitantes, los
derivaba a un cicerone. Más directamente, el propio dueño de casa atendía a las
visitas ilustres, como el mismísimo Presidente de la República, Marcelo T. de
Alvear y su esposa Regina Pacini, a la hora del té.
"Chauvin era un visionario", nos dijo su ex
capataz Paulino González. "Tenía fe en Mar del Plata. Pensaba que se
arbolaría la Ruta
2 cuando se hiciera. Hombre impulsivo, no necesitaba leyes. Las leyes las hacía
él".
Del
primitivo sulky pasó Chauvin a un break con tiro de dos caballos, relumbrón de
bronces y charoles, y luego a un Mercedes con chauffeur de uniforme. En los
tres vehículos —conocimos más de un testigo— lo miraban pasar, a las once de la
mañana, camino de la Rambla. Chauvin,
evidentemente, además de ser floricultor era un hombre de negocios y sabía lo
que era la rédame, en francés femenina y con acento en la primera e. Según un
Larousse francés de 1899, la reclame es un artículo, insertado en un diario,
que contiene ordinariamente el elogio pagado de un libro, de un negocio, de una
industria, etc. Y tenemos a la vista un par de páginas de La Gaceta, una publicación
porteña sin fecha, aunque por diversos motivos ia creemos próxima a 1930.
El jardin frances o rojo de la Villa Mitre realizado por Francisco José Chauvin. |
Este
tipo de publicaciones hacía gala de un lenguaje almibarado, de un abuso de los
adjetivos laudatorios, de un prodigar un elogio tras otro, de llenar carillas y
carillas sin freno. Para La
Gaceta, por ejemplo, Chauvin era un «conocido y apreciado
floricultor, insigne artista de la forma, el color y el perfume cuyas
bellísimas creaciones superan a las de la naturaleza, sin que su obra fecunda
conozca límites en la insuperable fantasía con que ha dotado a nuestro ambiente
de variedades florales maravillosas despertando no solo la general admiración
sino el clamor por esas producciones verdaderamente encantadoras que antes no
existían ni eran siquiera sospechadas en nuestro país». Y sigue la nota con
alusiones a una energía extraordinaria, a una secuela de antecedentes
aleccionadores, innumerables vicisitudes y no pocas dificultades iniciales…
Ernesto
Sábato dijo, hace ya mucho tiempo, que tener un apellido francés en la Argentina, aunque el
abuelo del portador haya sido carnicero en Lyon —o algo así—, era una garantía
de cultura, modos, brillos y oropeles. Para La Gaceta, de sus orígenes
franceses le había venido a Chauvin el sentido del buen gusto y la espontánea
inspiración que se revelan en todas las manifestaciones de su inteligencia, así
como aportaba lo suyo su esposa, Leopoldina Schreiber, nacida en Viena, donde
impera una cultura que en mucho se asemeja a la de París, y la cosa sigue en
términos parecidos.
Chauvin,
sin duda, era una persona de grandes dotes y una extraordinaria capacidad de
trabajo, pero a un suicidio se puede llegar de muchas maneras y no queremos
entrar en detalles demasiado particulares. Diremos solo que nuestro personaje
tuvo grandes problemas económicos, grandes deudas bancarias que no se pudieron
satisfacer, tema que no es por cierto ajeno a los momentos en los que estamos
viviendo. Y
así declinó la estrella de F. José Chauvin, Hace ya mucho tiempo que se han
secado sus flores. Por debajo de sus tierras suele aparecer, de tanto en tanto,
cuando se excava, por algún motivo, trazas de lo que fueron sus pozos, sus
calderas, sus conductos. Y por encima de ellas todavía hay algunas muestras de
los que fueron sus jardines, sus árboles, sus ambientes. Y vayan estos
recuerdos como un homenaje a su memoria.
Fuente:
Artículo
publicado en el DIARIO LA
CAPITAL el 12-12-10
Revista
Toledo con Todos. F. José Chauvin Flores naturales. Por Roberto Cova