lunes, 16 de septiembre de 2013

LOS CONVENTILLOS

Conventillo en Buenos Aires - Extraida del sitio www.insidenick.com - de Nicolas Whittaker


Es imposible explicar el fenómeno de la creación de conventillos en nuestro territorio, si previamente no se explica el proceso de expropiación y/o apropiación de la tierra. Ya habíamos tratado en otro capitulo de este blog, la Ley de Enfiteusis que básicamente fue una ley que teóricamente se proponía una distribución racional de la tierra, una diversificación de la producción rural, fomentando la agricultura y la creación de una nueva clase media de colonos que enfrentara a la oligarquía terrateniente.

Pero al ser llevada a la práctica esta ley produjo su propia negación: no fueron los inmigrantes labriegos, con los que soñaba utópicamente Rivadavia, quienes se repartían la tierra, sino precisamente la gran oligarquía terrateniente y hacendada, que ya tenía tierras desde la época de la colonia y que no hizo sino extender sus posesiones.

Así, paralelamente a las sucesivas intervenciones militares y acciones sociales de expropiación y transformación de los indígenas a través de diversos mecanismos (intimidación, conquista, negociaciones, mano de obra, coacción...), comienza la rápida distribución de tierras en pocas manos, concedidas primero por el régimen colonial de mercedes y luego por la Ley de Enfiteusis a partir de 1826.(2)


Ocupacion de la tierra en Gral. Pueyrredon - Plano extraido del trabajo de la arq. Ana Nuñez (ver Fuentes)
En un excelente trabajo de investigación realizado por la Arq. Ana Nuñez (quien fuera mi profesora de Urbanismo en mis pasos por la Facultad de Arquitectura) podemos ver desde su investigación el proceso de expropiación / apropiación de la tierra, entendiendo como se llegó a que solo 300 familias tuvieran el control de nuestro territorio y de como entre 1871 y 1915 5.000.000 de inmigrantes europeos que vinieron a la Argentina tuvieran que terminar viviendo hacinados en recidencias abandonadas por terratenientes, o en miseras casas de chapa que sus magros jornales apenas podian costear.

La Ley de Enfiteusis permitió la apropiación de unas 8.600.000 has. en la Provincia de Buenos Aires por parte de 293 personas (30.000 has cada una)(3). Entre ellas estaba Pedro Capdevila, (integrante del grupo rosista y del Directorio del Banco Nacional) quien pidió, aun en desconocimiento de la zona(4), en 1819, las 80.000 has. sobre las que se asienta la actual ciudad de Mar del Plata y su campaña circundante, que le son concedidas.

Pero nunca se las apropió... Luego de varias transacciones, estas tierras (junto a 115.000 cabezas de ganado) pasan, en 1856, a manos de un consorcio brasileño-portugués liderado por Coelho de Meyrelles, denominado Sociedad Rural, dedicado a la explotación de tasajo entre Brasil y Argentina por medio de un saladero instalado a la orilla del Arroyo Las Chacras (hoy entubado).


Av. Colón 3492,esquina España. El Conventillo de Maura, Imagen de Roberto Cova. Gentileza Angel Somma

El establecimiento saladeril fracasa y en 1860 la totalidad del saladero y las tierras pasan al dominio de Patricio Peralta Ramos, un comerciante porteño, proveedor de Rosas e integrante de la Sociedad Popular Restauradora (Mazorca)

A raíz de la epidemia de cólera y fiebre amarilla en 1871, la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires cierra la actividad de los saladeros, surgiendo como alternativa la subdivisión de la tierra e instalar un poblado, es decir, convertir tierra rural en suelo urbano. Según recuerda el Arq. Roberto Cova en una entrevista que le realiza la Arq. Ana Nuñez al respecto, dice lo siguiente:

“Peralta Ramos vende todo y se queda con este lote solo, del pueblo...de ahí para el otro lado era de otros, los Terrero, de una sociedad rural que no sé cómo... por enfiteusis, de acá para allá aparece Coelho...después le vende a P. Ramos. Pero el pedazo hasta la Laguna de los Padres estaba en litigio, estaba en copropiedad (Peralta Ramos y Benigno Barboza). Falta saber... Después se echó un manto de silencio. Se arma una pelotera fenomenal! Porque Florisbelo Acosta, mayordomo de Martínez de Hoz, 25 mil has... le tenía confianza... era persona de valor, era Juez de Paz y tenía 300 notas mandadas al Juez de más arriba diciéndole que no lo pongan en medio de cosas donde aparezca Peralta Ramos porque él no quiere ser cómplice de robos...Porque eso estaba lleno de vacas y ovejas y cuando él quiere  fundar dice “hay bienes y hay que liquidar los bienes, hay que vender, hay que cuerear, vender la leña...” Florisbelo Acosta no quiere firmar eso. No lo firma...”(Entrevista al historiador Arq. Roberto Cova).

Por otra parte, la representación que del espacio de la costa atlántica tenía el Ejecutivo Provincial como espacio para la localización de pueblos, no era favorable. Por un lado, por el escaso nivel técnico de la red de comunicación y, por otro, por lo inatractivo para agricultores y ganaderos (Mantobani, 1997). Finalmente, el 14 de noviembre de 1873, Peralta Ramos solicita al Gobierno la legalidad del trazado. En los libros del Juzgado no aparece ninguna referencia a la fundación de Mar del Plata, pretendidamente hecha el 10 de febrero de 1874, momento en que el núcleo del antiguo saladero era abandono y desolación.(11)

En plena edad de oro del régimen oligárquico, podemos pensar que esta consolidación por decreto de una situación de hecho, expresa un tipo de relación interregional; como una forma de articulación del poder central con los poderes locales, en el marco de una redefinición social y geográfica de la dominación. De todas maneras, el pueblo Mar del Plata surge, así, como un loteo privado aprobado por excepción, instaurando las condiciones jurídicas de existencia del suelo urbano como mercancía.

Luego de la legalización, Peralta Ramos transfiere el pueblo a su hijo Jacinto y a su yerno Juan Barreiro. En 1877, Pedro Luro, inmigrante vasco-francés (12), pide a su hijo Santiago (socio del Jockey Club Buenos Aires, miembro de la Cámara de Diputados y del Directorio del Banco Provincia y creador del haras Ojo de Agua) que compre la mitad de los terrenos y el saladero, vinculándose ambas familias y quedando dueñas de la localidad.

“Todo esto...hasta el mar, era en sociedad, por mitades, propiedad de Jacinto Peralta Ramos y Juan Barreiro, que estaba casado con una Peralta Ramos (Mercedes Peralta Ramos Robles). Cuando aparece Pedro Luro le compra a Barreiro su parte. Era condómino con Jacinto Peralta Ramos” (Entrevista al historiador Arq. Roberto Cova).

En esta primera etapa, la acumulación de tierras aparece como un fin, ya que la burguesía terrateniente (14) domina localmente los planos económicos, políticos e ideológicos, ampliándose esta conjunción a partir de la dilatada estructura familística, como se puede ver en la Figura Nº 1, alianza que, desde el mercado matrimonial, se transferirá a otras instituciones sociales y políticas.(15)

Grafico de vinculos familiares - extraido del trabajo de la arq. Ana Nuñez (ver Fuentes)
Con el paso de la primera a la segunda generación de estas redes familiares de la oligarquía (16) se consolida la acumulación de capital pero, a la vez, se modifican las formas, los mecanismos de poder y exclusión, la relación con la propiedad, la estructura y la función del capital, y la familia funciona como cuerpo pero, también, como campo.(17)

“Pedro Olegario Luro, médico, hijo de Pedro Luro, heredó 25.000 has. del padre y heredó 20 mil de la mujer, porque era hija de un hermano de Julio Roca. Con la conquista del desierto el Estado le dio 54 mil hectáreas a Roca y al hermano le dio menos. Pero heredó, la hija, 20 mil del padre. Y vivió una vida de locos! Puro despilfarro...”

 “Jacinto era el único dueño de Cabo Corrientes...10.000 has! Y Luro padre le dejó sólo a Santiago, que era abogado, 267.000 has...” (Entrevista al historiador Arq. Roberto Cova).

La historiografía local señala 1883 como un momento clave en la transición urbana de Mar del Plata: a) se discute en la Cámara de Senadores un proyecto de expropiación de las tierras de Peralta Ramos y Luro que rodean al ejido urbano (chacras y quintas), debido a que la valorización adquirida dificultaba su venta; (18) y b) la visita del Gobernador, que impulsará la extensión del ferrocarril hasta la ciudad, concretándose en el año 1886.(19) Este segundo proyecto de expropiación es vetado por el Gobernador, por considerar “que la venta de tierras se encuentra en su apogeo, no siendo precisamente los precios elevados la causa de que el progreso no fuera aún mayor y que la expropiación no solucionaría el problema”.

Paralelamente, en ese año, azota la ciudad de Buenos Aires la segunda epidemia de cólera, coincidentemente con la primera temporada veraniega de la ciudad y como la opción de huida ante el peligro de muerte, entrando en conflicto la emergencia científica del saludable clima de Mar del Plata (20) y el proyecto portuario que estaba en discusión (21), pero que tomaría fuerza de ley recién en 1909.(22)
Ahora bien, si en la primera generación familiar la acumulación de tierra aparecía como un instrumento que organizaba el poder social, (como un fin), para la segunda generación será fuente de renta, un medio de violencia y dominación simbólica, en tanto se normaliza el mercado de suelo urbano decidiendo unos pocos terratenientes qué, dónde, cómo, cuánto y para quién lotear.“...

“Y empiezan a vender. Eduardo Peralta Ramos, él era el que vendía los lotes. Eran de su hermano Jacinto, pero él era el agente acá. Con el tiempo se separan, después de 7 años el condominio se deshace. Ambos, la familia Peralta Ramos y la familia Luro, venden lotes...” (Entrevista al historiador Arq. Roberto Cova).

Lo que está en juego es la propia estructura del campo social, o sea, la distribución del capital específico: la tierra. El monopolio de este capital permite imponer la definición del juego; en este caso, los principios legítimos de (di) visión del campo; de la división social del espacio; un determinado ordenamiento de cuerpos y cosas en el espacio.

“En 1880, nació La Perla...Cuando llegó el FF.CC... no, antes, cuando vino un sujeto llamado...me olvido ahora, un inglés que vivía en Ayacucho (Diego Corkhill), vino a Mar del Plata a comprar la tierra para hacer la Estación y traía poderes de algunos ferroviarios de alta escuela, de alto vuelo, de alta jerarquía y compra simultáneamente, en 1884, tierras para ellos en La Perla, para hacerse su chalet de veraneo. O sea que eso fue simultáneo con el centro. Los de La Perla, ya ve, no eran oligarcas, los ferroviarios no eran gente patricia, no eran coloniales, pero era gente que estaba en buena posición. Ganaban muy bien. Después vinieron muchos italianos. Clase media, comerciantes porteños que habían hecho mucho dinero.” (Entrevista al historiador Arq. Roberto Cova).

Y así, en años subsiguientes se “crean” barrios como ampliaciones del ejido urbano; nuevos territorios sociales, como podemos ver en el Mapa Nº 2:


 “En 1888, el Pueblo Nuevo, con el almacén de Mona, Martín Mona. Era del mismo pueblo de mi abuelo. Era un poco mayor y vino antes que mi abuelo. `Hay una cosa que se llama Mar del  Plata, donde está Martín Mona” ́. `Y bueno, vamos...́ Entonces, bueno, `andá a ver a Fulano que te vende el lote ́”

Barrio del Pueblo Nuevo... Pueblo Nuevo era una isla, ubicada en medio de un mar verde. Había un grupo de casas y había un almacén que aglutinaba... Estaban mis abuelos... Ahí nació mi papá. Y esto de atrás era de otros herederos de Peralta Ramos, que en un momento venden en block todo eso a dos personas de Buenos Aires. A partir del ́88 se empieza a “poblar”, eran chacras...Mi abuelo que no tenía muchos recursos compró 8 manzanas, su hermano otras 8 y su hermana casada otras 8. Era una zona inundable, esto se inundaba... Otras 8 manzanas las tenía un español cuyo hijo se casó con la hija de una hermana de mi abuelo ¿comprende? 32 manzanas en 4 propietarios. Cada uno con 8 manzanas” (Entrevista al historiador Arq. Roberto Cova).

Este espacio ejidal era donde se localizaba el pequeño productor agrícola, con mano de obra familiar, propietarios de la tierra; el territorio de los inmigrantes “tempranos” (23), distante del centro y de la estación de trenes, de incipientes redes sociales y cadenas migratorias... El precio de ocho manzanas de chacra equivalía a una en el centro.

Asimismo, en 1891, a pedido de Jacinto Peralta Ramos, la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires determina la fundación del Pueblo Cabo Corrientes, en el Antiguo Pueblo Peralta Ramos, tierra rural subdividida en chacras y quintas, inexplotadas por ser terrenos rocosos e inundables. Era una extensión del existente y se encontraba dentro de su estancia (actual Puerto y Punta Mogotes). Pero este espacio permanecerá, por unos años, “vacío”...(24)

Este proceso significó la violenta expropiación del espacio costero central donde producían y reproducían sus condiciones de existencia los pescadores, en su mayoría italianos, resultando expulsados por la policía, luego de varios años de conflicto, a los barrios Tierra del Fuego y La Pescadilla (25) (Mapa Nº 2). Así lo describía Kurile:

“..Llega a la playa (...) en cuyas márgenes se levantan las míseras casillas de los pescadores, asquerosas, repugnantes (...) población que vive en estado primitivo (...) en el centro mismo de dos balnearios aristocráticos...” (26)

Ese reordenamiento violento de cuerpos y cosas va a ser acompañado, asimismo, de la progresiva diversificación y estacionalidad del mercado de trabajo, cuyo resultado será la recepción de fuertes contingentes migratorios de población en edad activa: agricultores empleados como peones en hornos de ladrillos; albañiles en invierno pero mozos en verano; pescadores y vendedores ambulantes... 

“...había oficios más dignos y otros menos dignos. Gente simple, le llevaba plata a Don Juan, a Don Pedro, porque se la “cuidaban”, pero ellos hacían negocios con la plata ¿comprende?” nos dice RC. Comprendo, capital usurario...(Entrevista al historiador Arq. Roberto Cova)

Hacia 1900, el Partido albergaba 8.000 personas, de las cuales el 63% se localizaba en el pueblo Mar del Plata, en la zona urbana, y el 40% era extranjeras (españolas e italianas). Es el momento en que emerge, también, el problema del acceso a la vivienda, cuya solución adoptará la forma transitoria o permanente de “conventillo” para obreros y empleados; de viviendas muy precarias de barro, madera y zinc, también en las cercanías de la estación...



Llegamos de esta manera al entendimiento de cómo se generaron las condiciones para la localización de estos grupos de viviendas. Falta comprender aun como estaban ubicadas en nuestro territorio, como era su organización espacial y cuales fueron principalmente las características de sus habitantes, como así también, su forma de vida.

Organización espacial

Ese territorio disperso, desarticulado, de reproducción de la fuerza de trabajo, apropiada por y para los requerimientos del capital comercial, se va a ordenar a partir de las condiciones que imponga el capital inmobiliario: compra en cuotas, alquiler encubierto, subasta pública...Dinamismo de relaciones sociales de propiedad cuya génesis se ubica entre 1905-14, período de aceleración de la inmigración de ultramar, en el cruce del juego de la necesidad de acceso al espacio social y la renta del suelo:

“Después aparecieron comisionistas ¿quién fue el primero? Bueno, no lo sé... Había uno llamado Leoncio Goñi, español o vasco, era agente de él. Peracca apareció más tarde, a principios del siglo XX, 1908... Rodolfo Peracca. Había un señor Manuel González Bueno que era agente de ventas y le confiaban porque los Peralta Ramos se fueron alejando...Es largo de explicar... Es feo vender lotes. No se habla del asunto...” (Entrevista al historiador Arq. Roberto Cova)

Mapa Nº 2: Pueblos creados para expulsión y localización espacial de los cuerpos. Mar del Plata, fines del siglo XIX, comienzos del XX

 

Aquellos flujos migratorios internacionales (32), compuestos por socialistas y anarquistas, llegaron con sus habitus y prácticas participativas relacionadas con manifestaciones de solidarismo y fomentismo,(33) con un ideario de libertad e igualdad y esperanza de transformación social radical. 


Llegada de inmigrantes europeos al Rio de la Plata


Este capital simbólico que poseían los nuevos habitantes, constitutivo de sus instrumentos de reproducción, permite ubicarlos en un espacio social cuyos principios estructuradores de sus prácticas, las fracciones sociales dominantes verán necesario transformar o neutralizar. Cabe recordar que desde 1902 regía la Ley de Residencia Nº 4144, por la que podían ser deportados a su país de origen los extranjeros que perturbaran el orden social. En estos inicios, la dimensión escalar de población es apropiada, en tanto la heterogeneidad de ocupaciones laborales no permite localizarla en una rígida clasificación productiva:

“...en cuanto a los peones albañiles, han salido al campo y otros se hallan en el puerto, donde encuentran trabajo. Algunos de ellos, que durante la temporada balnearia son conductores de carruajes, han vuelto a sus tareas y algunos están ocupados de nuevo en la venta de diarios. Vendedores ambulantes ofertando sus productos, propietarios de quintas que circundan el pueblo, vendedores de pan, frutas y el aguatero...” (Da Orden y Pastoriza, 1991).

El espacio apropiado y apropiable para ser vivido por los más desposeídos, sería el Antiguo Pueblo de Peralta Ramos, cuya fundación había sido aprobada por la Legislatura provincial en 1891, y cuya propiedad era compartida por Peralta Ramos y Pedro Luro. Fuera del ejido urbano, un territorio “vacío”(40), dividido en chacras y quintas, inexplotadas por la mala calidad del suelo, bajo, rocoso, inundable... en las antiguas tierras de Barboza y P. Ramos...


Publicidad de venta de terrenos en el “Barrio Las Avenidas”, publicado en Caras y Caretas el 24 de Junio de 1911-Enrique Mario Palacio

Así, en 1909 Pedro Luro como propietario, Presidente de la compañía inmobiliaria La Capital S.A. y Diputado Nacional, es decir, a partir de su ordenamiento en varias instituciones, emprende dos acciones tendientes a cualificar ese espacio: 1) promueve la Ley Nº 6499 de traslado del Puerto de ultramar del “centro” al sur, a pesar de los informes técnicos desfavorables (desobedece el saber técnico)(41); y 2) proyecta sobre 66 hectáreas y promociona el “barrio obrero” Las Avenidas, específicamente destinado a los trabajadores de la pesca y con un parcelamiento atípico (sin conservar el trazado en damero tradicional y previendo un uso muy intensivo de la manzana).(42) Los trabajadores de la pesca, que ya habían sido expulsados y expropiados en 1905, y otros de pocos recursos, fueron expulsados a este espacio para localizar sus viviendas.


Mientras el centro se fue definiendo con un carácter urbano-veraniego y el paisaje se enriqueció con edificaciones de residencias balnearias en diferentes estilos de moda, el sector portuario representó “la otra cara de Mar del Plata”, conformando un pueblo apartado que recién fue incorporado al ejido de la ciudad en 1948. En la medida en que el Puerto de Ultramar comenzó a funcionar, fue polo de atracción al cual irían convergiendo los distintos grupos de pescadores, cuya procedencia era mayoritariamente italiana, que hacia 1890 residían en casillas sobre la playa Bristol y que en 1905 fueron obligados a trasladarse al barrio denominado La Pescadilla.

Tenemos entonces, diferentes localizaciones para los habitantes mas desposeídos que originalmente, se ubican en los bordes de la ciudad de aquel entonces (sector comprendido por las Av. Independencia, Colon, calle Funes y Ayacucho); posteriormente, los pescadores ubicados en los barrios Tierra del Fuego (llamado así por la profusión de calderos, cercanos a la Estación Terminal Sud) y La Pescadilla (sector cercano a Playa Las Toscas) son corridos al actual barrio Puerto y en otros casos al nuevo barrio Las Avenidas. 


Se señalan en el plano realizado en base a la aerofoto de 1935 (intendencia de J. Camusso) los sectores seleccionados como muestra. Las manzanas con nomenclatura catastral eran las ocupadas

El modelo utilizado por los pescadores
 


Se apoyaba sobre puntales de madera sobre los que se acomodaban las vigas maestras que recibían a los paneles y los tirantes sobre los que se clavaba el piso compuesto por tablas machimbradas. La estructura de los paneles estaba compuesta por un tirante inferior, uno superior y pies derechos modulados que, cuando era necesario, dejaban espacio para puertas y ventanas con el dintel y la solera correspondiente. Finalmente, sobre cada parante se colocaba una cabriada que sostenía la tirantería sobre la que se clavaba la cubierta de chapa. 


La estructura de la galería estaba girada a 90º respecto de las habitaciones. El techo se armaba a continuación del otro, con tirantes que apoyaban en vigas laterales y éstas en las columnas de la galería. El exterior se cubría con chapa de cinc acanalada ubicada en sentido vertical o madera machimbrada en sentido horizontal. El revestimiento interior también era de madera y los paneles se armaban con las mismas características que los exteriores pero con una estructura más liviana. Tanto puertas como ventanas poseían medidas estándares y se cerraban con postigones.



En cuanto a su adaptabilidad a las condiciones del entorno, se tendrán en cuenta aspectos del entorno natural como condicionantes económicos. La especulación imperante, en busca de la máxima rentabilidad, trajo aparejada una división de la manzana en lotes angostos de 8,66 metros de frente. Por ello, esta tipología se convierte en la más viable, por un lado, debido a que su organización se adapta a la forma del terreno siguiendo el sentido longitudinal y, por orto lado, permitiendo al propietario de las tierras subdividir al máximo, aumentando la renta inmobiliaria en concordancia con el rápido crecimiento poblacional. 


La casilla se ubicaba hacia uno de los lados del lote, dejando un espacio libre del eje medianero para evitar la propagación de incendios. El acceso se realizaba a través del patio lateral que estaba en relación directa con la zona pública. Al frente se dejaba otro retiro marcando un límite con la calle. La puerta del acceso principal estaba alineada con el patio lateral y el circuito de acceso era lineal y paralelo a la organización de la vivienda. 





PRODUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DE LA VIVIENDA PORTUARIA MARPLATENSE EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX” - Trabajo de MARIANA FERNÁNDEZ OLIVERA (ver FUENTES)

Morfologia de los conventillos


Constituyen un interesante exponente de arquitectura espontánea, caracterizada por las numerosas soluciones inmediatas. Sencillos balcones, improvisadas escaleras y muros multicolor". Había que aprovechar los sobrantes de pintura utilizados en el calafeteado de los barcos”, claro esta que con el transcurso de los años, aquella “necesidad" pasó a ser un “efecto deseado”.


Cabe destacar, que se consideraba conventillo o casa de inquilinato "a aquellas que alberguen a más de cinco familias o personas independientes, incluido un encargado, cuya unidad de locación sea una pieza, y que tienen en común los servicios de baños, lavatorios, letrinas y lavaderos”. Según una ordenanza municipal, la superficie de las habitaciones no debería se menor a 12 metros cuadrados y su altura mínima de tres y medio. 

 
Vista al interior de un conventillo en Buenos Aires
Sin embargo, la falta de recursos de sus inquilinos, trajo como consecuencia, que los cuartos fueran ocupados por varias familias, que contaban solo con una cortina o biombo para dividir un ambiente. Cada uno conocía la vida del otro por el efecto de esta apretada convivencia, donde el nacimiento, la promiscuidad y la ausencia de higiene formaban parte de la vida cotidiana. Los agrupamientos de familias en esta "nueva" condicion de vida empiezan a ser frecuentes entre los inmigrantes y para 1905 ya era comun agruparse en casas de inquilinato o en lotes alejados de los centros urbanos en donde se empezaron a construir casillas de chapa de distintas tipologias. 

La mayoria de ellas era una adición de habitaciones agrupadas en torno a un pasillo o a un patio (tal vez era una pobre representación de la casa pompeyana que ellos conocian y que dejaron atras) o simplemente, dados los lazos formados por el terruño de donde venian estos paisanos que se agrupaban entre familias amigas para ayudarse mutuamente. Podemos ver en los ejemplos citados mas arriba como eran los tipos de agrupamientos de distintas casas en la zona del puerto. Muchos de ellos eran pescadores, labriegos o albañiles. Y en una ciudad incipiente que crecia a pasos agigantados, era menester la mano de obra barata que ellos brindaban. 

Con el tiempo y la debida organización de estos grupos en comunidades y sociedades organizadas por labores fueron ganando espacio como asi tambien el debido respeto que era necesario para vivir en sociedad, lo que les permitió a muchas de estas familias emprender un negocio a partir de los ahorros de todo el grupo de trabajo.

Las escobas se levantan

Pero sucede algo en el pais. Era una madrugadas de agosto de 1907. Cuando los moradores de los conventillos, toda gente de trabajo, o duermen, o ya se preparan para ir a sus tareas, son sacados de sus precarias habitaciones por la fuerza. Primero es la metralla de agua helada disparada a fuerte presión por los bomberos.


Huelga de inquilinos - extraido del sitio http://argentina.indymedia.org/news/2011/10/794476.php

Después es la policía, dirigida por su jefe, el Coronel Ramón Falcón en Buenos Aires. Los anarquistas organizan campamentos para los desalojados, y el gremio de los carreros transporta sin cargo sus muebles y cacharros. Pero todavía el poder y sus aparatos represivos no imaginan que se producirá un hecho inédito en la historia de las luchas populares de la Argentina. Sus protagonistas serán las mujeres con sus niños.


Intento de desalojo en un conventillo de Buenos Aires - extraido del sitio http://argentina.indymedia.org/news/2011/10/794476.php

La consigna: resistir. Resistir el alza de alquileres y las maniobras de desalojo. Y aun irán por más: eliminar los tres meses de depósito, mejorar los servicios sanitarios. Porque si antes del aumento, los alquileres se llevaban el 30% del salario, ahora se van a llevar el 50%; ya no se puede vivir. El costo de una humilde habitación porteña es ocho veces mayor que en Londres o en París.

En el llamado “los Cuatro Diques”, conventillo de la calle Ituzaingó Nº 279 en el barrio de La Boca, a escobazo limpio sacan a los leguleyos y policías que pretenden arrancar a la gente de su casa. Los rebeldes no van a pagar el alquiler, así de simple. Aquellas mujeres que con sus hijos encabezan la revuelta marcan sin saberlo un hito en las luchas populares, porque el ejemplo de La Boca se multiplica.


Niños fotografiados en un conventillo en 1907- extraido del sitio http://argentina.indymedia.org/news/2011/10/794476.php

Se extiende de inmediato a San Telmo y a otros barrios, y no sólo a los periféricos de la ciudad (Avellaneda, Lomas de Zamora), sino también a otras ciudades, como Rosario, La Plata, Bahía Blanca, Mar del Plata, Córdoba, Mendoza.

Los propietarios y el gobierno no pueden creerlo. Por ejemplo, de los 500 conventillos porteños en rebeldía, se llega en septiembre a los 2000. En el llamado las “14 provincias” la policía bajo las órdenes directas de Falcón es repelida con escobas y agua hirviendo. Y trescientos niños desfilan por La Boca, cuna del levantamiento, con escobas en alto, según informa la revista Caras y Caretas en septiembre de ese año.

De vecinos a ciudadanos

La estrategia tendría en total la adhesión de 100 mil personas, de familias obreras, quienes para enfrentar los desalojos de sus precarias viviendas y defenderse de la injusticia del poder, utilizan un ícono de la limpieza hogareña. Mabel Belluci habla de un vertiginoso pasaje: de vecinos a ciudadanos. En tanto los hombres (y las mujeres con trabajo asalariado) van arraigando su identidad social y su pertenencia al nuevo país en fábricas y talleres, el resto de las mujeres queda al cuidado de los niños pequeños, y son las que sostienen el día a día.


Casilla de madera en el puerto -Negativos y diapositivas originales de Natalio Marengo - Adaptación fotográfica de Pasqualino Marchese

Para ellas es el hogar y es el conventillo el pequeño territorio donde, a través de los vínculos de convivencia, se arraiga una nueva subjetividad. Porque en ese microcosmos se comparte el baño, y sobre todo la cocina y el patio, que a veces no es uno, sino dos; allí juegan todos los chicos, mientras en el aire se entremezclan los aromas de las variadas cocinas: el locro criollo, el churrasco porteño, la pasta “al pomo d’oro” italiana, el azafrán y el pimentón español, el “gefilte fishe” de los judíos, el vaho del café con borra de los árabes.


Casa en Gaboto y la Costa -Entradas al coventillo.- Negativos y diapositivas originales de Natalio Marengo - Adaptación fotográfica de Pasqualino Marchese

Y sí como se mezclan los aromas, conviven las culturas y se responden las voces en distintos idiomas, que enriquecen el castellano rioplatense. A la vez, se van entrelazando alianzas y solidaridades. Y se intercambian las memorias de las luchas populares en la vieja Europa, que eso también viajó en algún rincón del equipaje. A menudo, cada habitación es lugar de trabajo, además de hogar. La sala que da a la calle suele ser la vivienda-taller de los sastres. En otras piezas, hay mujeres que trabajan a destajo en la costura; o son lavanderas en las piletas de los patios, y saldrán después a la calle con el atado de ropa limpia y seca, en equilibrio sobre la cabeza, para cobrar unos pesitos que engorden el presupuesto.


Casillas de chapa en Mar del Plata - Negativos y diapositivas originales de Natalio Marengo - Adaptación fotográfica de Pasqualino Marchese

De alguna manera las mujeres de los conventillos intuyen lo que años después dirá Bertolt Brecht: Mujer, fuera de tu cocina se decide qué pondrás en la olla. Y tanto es así, que el exagerado aumento en los alquileres resulta de un impuesto inmobiliario que empezará a regir desde 1908. Los oligarcas, siempre previsores, se curan en salud, y ya en 1907 aplican un aumento preventivo a sus inquilinos. Reprimida a sangre y fuego, la reacción contra la rebeldía se cobra una víctima en Miguel Pepe, de apenas 15 años, orador de la Huelga. Se le había oído decir: "Barramos con las escobas la injusticia de este mundo". La policía entra en el conventillo donde vive, y lo fusila a la vista de los vecinos.


Casillas de chapa en Mar del Plata -Negativos y diapositivas originales de Natalio Marengo - Adaptación fotográfica de Pasqualino Marchese

Su féretro es llevado en vilo por ocho mujeres, que se van turnando de barrio a barrio; el cortejo fúnebre que llega a la Chacarita está encabezado por unas 800 mujeres, seguidas de 5.000 trabajadores. El doctor Luis Agote, diputado conservador, casi fuera de sí se pregunta qué hacer con esos niños de las marchas y las resistencias, y afirma que hay entre 10 y 12 mil niños “vagabundos”. Y se responde así: Hay que recluirlos en la isla Martín García. No lo consiguió, pero fundó el Patronato Nacional de Menores Abandonados y Delincuentes.


Casillas de chapa en el puerto -Negativos y diapositivas originales de Natalio Marengo - Adaptación fotográfica de Pasqualino Marchese

Chico que andaba por la calle, terminaba encerrado. La huelga se intensifica, y el gobierno aplica la Ley de Residencia. Si las mujeres proletarias estaban al frente de la Huelga de las Escobas, en la organización estuvieron las mujeres libertarias. Una de sus líderes fue Juana Rouco Buela. Nacida en Madrid en 1889, tiene apenas 18 años cuando la huelga. Llegada a la Argentina en 1900, casi analfabeta, ya tiene clara conciencia de clase. Trabaja como planchadora, y se forma en las conferencias de la FORA del V Congreso. Sigue a los discípulos de Enrico Malatesta y Pietro Gori, y la frecuentación 
de la FORA y de sus materiales de biblioteca hace de ella una experta lectora. En 1905, a los 16 años, Juana es delegada por los trabajadores de la Refinería de Azúcar en Rosario.


Tranvía en el Puerto, circulando por 12 de Octubre y Bermejo en la década del `30. Se puede observar las casillas de chapa - Foto de Enrique Mario Palacio

En 1907, con Virginia Bolten, María Collazo y Teresa Caporaletti, organiza en Buenos Aires el Centro Femenino Anarquista. En forma paralela, en Rosario se funda el Centro Femenino Anarquista Luisa Michel, en homenaje a la revolucionaria francesa que participó en la Comuna de París en 1871. Es dable suponer que en su práctica de la oratoria, Juana Rouco haya recibido el consejo y orientación de Virginia Bolten, llamada la “dama de la barricada” por su discurso vigoroso y convincente, sobre todo a partir de 1890, durante la jornada recordatoria del 1º de Mayo. Juana Rouco Buela y María Collazo son oradoras durante la marcha masiva organizada por el comité de esta ya histórica Huelga de los Inquilinos.


-12 de octubre y Bermejo-decada de 1930 -Se puede observar las casillas de chapa -Imagen gentileza Esther Beatriz López Ramón para Fotos de Familia

El gobierno aplica la Ley de Residencia para expulsar a las dirigentes anarquistas por su condición de extranjeras. Bolten y Collazo, uruguayas, y Rouco Buela, española, son deportadas a sus respectivos países.  Dice Juana en sus memorias: 

"A los dieciocho años, la policía me consideró un elemento peligroso para la tranquilidad del capitalismo y el Estado". (Historia de un ideal vivido por una mujer, Editorial Universidad del Sur, 1964). Juana vuelve como polizón a Brasil y, disfrazada, pasa al Uruguay. De allí, a nuestro país. En 1917 (gobierno de Hipólito Yrigoyen) obtiene la ciudadanía argentina. La gran militante anarco-sindicalista, murió en Buenos Aires en 1960.

No hay un argentino de clase media que no tenga en sus historias familiares alguna estadía en una de aquellas casas. Tanos” y “gallegos”, polacos y turcos, judíos y criollos convivían en esas pajareras con mínimos baños y cocinas compartidos. Pero esos edificios contaban con varias ventajas que otorgaban una cierta comodidad a sus habitantes y contrarrestaban los fastidios de una vida en común, quedando para siempre, en la memoria de los jamón del medio argentinos, como una etapa muy especial en la vida de sus ancestros. A saber:

El patio.

Esos patios enormes y soleados que se llenaban de parras, glicinas madreselvas, malvones y geranios proveían ventilación a las habitaciones, solaz a la mirada con su espesura vegetal, fresco en verano bajo la parra y solcito tibio en los inviernos bajo los despojados sarmientos. Brindaban, también a los habitantes de los conventos un espacio común para el juego de los chicos, los comadreos de las mujeres y los contactos “globalizadores”, ya que en eso también los argentinos (por algo nos tachan de arrogantes y presumidos) hemos sido precursores. ¿Qué más “globalizado” que el patio de un "convento"? 

 
Los patios eran utilizados como lugar de reunión - extraido del sitio http://argentina.indymedia.org/news/2011/10/794476.php

Allí se cubrían además necesidades culturales inherentes a todos los seres humanos, ya que en esos patios se armaban bailongos tangueros y milongueros con cualquier excusa: el casorio del turco de la siete con la tana de la sala, por ejemplo, o el conchabo (4) del Luisito el tucumano en la Chade (empresa de electricidad que pagaba muy pero muy bien), o el “porque sí”, porque tenemos ganas de mover las tabas (5).

El piletón, el ropero y el calentador a kerosén.

El piletón era un remedo de las fuentes de los pueblos de España donde iban a lavar la ropa las mujeres. Servía para que las comadres compartieran sus duelos y alegrías y se ensañaran en causas conjuntas a favor o en contra de alguna o algún integrante del conventillo. También para “pispear”(6) a la rubia de la tres, que nunca lavaba la ropa con ellas (vaya a saber de dónde sacaba la rubia para el lavadero). 

 
El pileton

Conste que “las rubias” fueron siempre sospechosas, hasta en los conventillos, y en Argentina, más, ya que, aun hoy, una vez que llega el justificativo de las primeras canas, recurrimos, alegres, al agua oxigenada para conocer la emoción de sentirse una blonda bomba “sexy”.


El calentador a kerosene

En cuanto al calentador a kerosén, embutido en el “ropero” junto a “la guitarra que todo el día está colgada” hacía las veces de “kitchenette” para completar con huevos fritos o panceta crujiente los pucheros cocinados en los fogones a carbón de la cocina compartida. Colocado sobre la mesa, el calentador cumplía el rol de estufa por un ratito, para aventar los sabañones que por ese entonces estaban a la orden del día.

Orden legal y atención sanitaria y sicológica:

Los conventillos, grandes o pequeños, supieron contar con una Institución que impartía orden a ultranza: “La Encargada” -muchas veces una oriunda de Lugo, Orense o Pontevedra-, designada por los propietarios, se erigía en indiscutible jueza de contubernios y dificultades entre los inquilinos, matrona improvisada de partos anticipados, fiscal o defensora en reyertas matrimoniales y enemiga de cuanta sabandija animal o humana pululara por desagües y techumbres.

La encargada recibía escarnios varios, epítetos inimaginables y que no reproduciré por estar destinado este escrito a ser leído por gente oriunda de la Madre Patria o por coterráneos de la tierra de Rosalía de Castro más precisamente pero, a la vez, se recurría a ella para curar el empacho, mal de ojo de niños y grandes y para ser “contenido” por dos fuertes y cálidos brazos en casos de desamores o morriñas varias. En general se trataba de robustas y sabias mujeres de buen natural, con la suficiente energía para ejercer su cargo, si bien, en algunos casos, podía acusárselas de “abuso de autoridad” (se sabe que una gallega cabrera no es “sutil precisamente, pero que quitando la ese y agregando un acento a la letra “u” diremos de ella una verdad de a puño).

Trifulcas, riñas y cuchilladas.

“Yo nací en un conventillo
de la calle Olavarría,
de la calle Olavarría
y me acunó la armonía
de un concierto de cuchillos.
Viejos patios de ladrillos
donde quedaron grabadas
sensacionales payadas
y al final del contrapunto
amasijaban un punto
pa' amenizar la velada.”

De “El conventillo”, cantado por Edmundo Rivero

El gran secreto del los conventillos

Aquellos hombres del conventillo eran pobres y analfabetos, pero sabían lo que querían y contaban con una escala de valores. El respeto a la palabra empeñada , la importancia de ganarse el pan con honradez, la presencia y el ejemplo paterno, la Policía como representación del orden y de servicio para su comunidad, el amor manifestado en dedicación y amparo, la participación para armonizar la convivencia, el buen trato con el vecino y el cuidado del bien común eran los cimientos donde se apoyaban esos valores que se han ido transformando en la medida en que la sociedad se ha ido volviendo partidaria del sálvese quien pueda. Y pensándolo bien, si los argentinos volviéramos a la filosofía conventual y dejáramos de hacer "conventillo" en la peor acepción de la palabra, tal vez, recuperaríamos una vida mejor.

Algunos ejemplos marplatenses

En Mar del Plata se dan algunas variantes con respecto a este tipo de agrupamientos. De los “conventillos” que se recuerdan en la zona de puerto, las caracteristicas estan bien definidas. En algunos casos eran edificaciones de chapa que se hiban sucediendo hacia el fondo del lote, sin que tuvieran en si un proyecto definido. Su crecimiento era desarticulado y no se corresponde al tipo de conventillo tradicional que era implementado en viejas casonas abandonadas por la fiebre amarilla en los barrios porteños.

No obstante, se daba el caso de algunos lotes que tenian una organización similar a los tradicionales y que estaban ubicados en lotes urbanos, vale decir, mas cercanos al centro de la ciudad. Tal es el caso del ubicado en Belgrano y Mitre y del cual la escritora Sara Garfinkel nos cuenta las vivencias de sus moradores en un libro rico de matices que muestra con crudeza la idiosincrasia de muchos de sus habitantes denominado “Historias de Conventillo”. A continuación describiremos algunas anecdotas del mismo.



“Historias de Conventillo” de la escritora Sara Garfinkel

Belgrano y Mitre

En Mar del Plata hubo muchos conventillos. Largo sería narrar las situaciones acaecidas en cada uno de ellos. Además no es idea cansar al lector con narraciones de situaciones que realmente serían repetitivas como repetitivas son las acciones y reacciones del ser humano. Por eso, está la decisión de narrar el conjunto de factores o circunstancias que afectaron a un grupo de personas en un determinado momento en un determinado sitio. 

Este sitio era una vivienda colectiva marplatense  que se levantaba en lo que hoy es pleno centro de la ciudad. Sus frentes daban por dos calles, las que recuerdan el nombre de dos patriotas argentinos, no contemporáneos pero trascendentales en la historia de nuestro país: Belgrano y Mitre.

Conventillo de Belgrano y Mitre. circa 1929. Imagen gentileza Graciela Marino.

No era necesario ni el número de la puerta de entrada a la  casa ni el nombre de las calles para identificar la locación del conventillo, morada de los personajes, verídicos tanto y cuanto a sus existencias, como a los  sucesos prósperos y adversos que enfrentaron en sus vidas. Era fácil ubicarlo con sólo nombrarlo como el conventillo del “Bar de Constante”. Este bar, del que hablaremos renglones abajo,  era un referente famoso por los parroquianos que a él concurrían.       
 
Belgrano y Mitre es una construccion de fines siglo XIX de dos plantas siendo la primera casa de altos de nuestra ciudad.

La entrada a la casona colectiva  se abría sobre la calle Mitre en un portón doble, a guisa de puerta cancel, que daba acceso a un patio enorme. A la derecha, a algunos metros del portón, se levantaba una higuera gigante que apoyaba su rugoso tronco contra la pared mientras que sus ramas cruzaban el grueso muro que daba hacia la calle,  para regocijo de los pibes quienes devoraban las blandas y dulzonas brevas que colgaban de ellas.

A metros de la entrada, en medio del patio - que como ya dijimos era de grandes proporciones - estaban los baños y las duchas. La batería de duchas era a la derecha para las mujeres y a la izquierda para los hombres; los baños seguían esa misma distribución. Por supuesto que toda el agua que corría por las cañerías era fría. ¡Se tirita sólo al pensar lo que habrá sido transitar por allí para ir al baño en las noches de invierno, tan severas en Mar del Plata!

A un costado, en el medio de la galería, estaban los tres piletones donde las familias lavaban  la ropa. La suya y la de afuera, en muchos casos. Estaba prohibido colgar la ropa recién lavada en el patio de abajo. Ese menester se llevaba a cabo en los pasillos de la planta baja y en la pasarela del primer piso; a tal efecto, delante de la puerta de cada habitación, entre las columnas de material que sostenían la pasarela superior y los soportes que aguantaban el tinglado que servía de techo a la galería, se habían fijado unos alambres que servían para tender las húmedas prendas correspondientes a quienes ocupaban dichas piezas.

Doña Filomena, la mama de "Purrin" otro habitante del conventillo de Belgrano y Mitre - Extraido del libro "Historias de Conventillo" de Sara Garfinkel

La edificación era de dos plantas. En la planta baja había más habitaciones que en la superior.  Todas las habitaciones estaban unas al lado de las otras, las de abajo cada una con su puerta hacia la galería, las de arriba con sus aberturas hacia la pasarela de madera,  que servía de techo a la  galería. A estas habitaciones se accedía por una escalera también de madera. Los techos de las habitaciones del primer piso eran de chapa y madera.

Ninguna de ellas tenía ventanas a la calle. Estas salas, así podríamos llamarlas por sus generosas dimensiones, circundaban al patio en tres de sus lados. Al final de una de las galerías una de las habitaciones servía de cocina común para todos los habitantes de la vecindad. La nota de color la daban los pajaritos propiedad de don Iñaki, uno de los residentes más antiguos de la casona, quien los cuidaba con amor de padre y mimo de abuelo. Para ellos  había comprado un jaulón  que colocó en un lugar estratégico del gran patio. Era lógico su esmero hacia su alada prole de canto grato y melodioso, porque a don Iñaki, que siempre vivió solo, no se le conocía familia alguna.
 
Mitre y Belgrano. Decada del 70. Imagen gentileza Lic. Angel J. Somma


En chaflán, a modo de esquina  de esa casa de inquilinato, se abrían las puertas del “Bar de Constante”, mezcla de comedero, despacho de bebidas y almacén de alimentos muy elementales  como azúcar, yerba, algún que otro fiambre, café y, si había, algo de harina y fariña.

El boliche estaba integrado a la edificación de esa casona que, con toda seguridad, había visto tiempos mejores. No todos los que frecuentaban el mostrador de Constante vivían en el conventillo, pero todos los habitantes de esa casa colectiva  siempre, por algún que otro motivo, daban vueltas por el comercio dedicado al despacho y consumo de bebidas y comestibles.

"El Negro" el marido de "La Chola" frente a la cortina cerrada del Bar de Constante -Otro habitante del conventillo de Belgrano y Mitre - Extraido del libro "Historias de Conventillo" de Sara Garfinkel

Por ello, esa taberna   era de tremenda importancia en el entrecruce de ideas, sentimientos, opiniones, religiones, idiomas y costumbres que a diario sucedían entre sus visitantes.  El dueño del lugar, Constante, reinaba en el sitio desde su trono, especie de mesa cerrada de madera pintada en su alzada y recubierta de estaño en la superficie superior, donde el  tabernario soberano, en su calidad de autoridad suprema e independiente,  atendía y despachaba los pedidos de sus clientes.

En ese lugar la convivencia sin discriminación se ejercitaba con toda naturalidad. Si bien no había notables diferencias en las escalas sociales de las personas, éstas convivían sin supeditar sus valores morales ni sus identidades. Todos conocían horarios y costumbres de cada uno. Todos estaban involucrados en la causa común y hablaban de su domicilio con un sentido de pertenencia, de hogar comunitario y de ser miembro de una familia grande.

Yosef, Zeitl y la pequeña Rifka - habitantes del conventillo de Belgrano y Mitre - Extraido del libro "Historias de Conventillo" de Sara Garfinkel

Evocaremos en estas páginas, no sin cierta tristeza melancólica, el recuerdo de la vida simple, dura, eso sí, pero dichosa de esas personas que tuvieron tantos aspectos positivos que dieron sentido a sus vidas  Ellos llegaron, a su modo, a saber el por qué y el para qué de sus existencias, de su  vivir cotidiano.

Sin saberlo fueron felices porque, a pesar de los más y los menos que todos los seres humanos tenemos en nuestros destinos, ellos conocieron el sentido de sus vidas. Desde los nacimientos,  pasando por los bautizos, cumpleaños, casamientos, todo se celebraba en el patio del conventillo. ¡Ni hablar del 25 de mayo o el 9 de julio o de las fiestas de Navidad y Año Nuevo! Además se celebraban todos los años nuevos de todos los que profesaban otra fe que no la católica. Todas eran lo que llamaríamos fiestas de la vecindad antes que de la familia.

El boxeador electricista

En  el mes de agosto del año 1925, después de surcar el alto mar, el mar profundo, el mar revuelto, el mar proceloso, llega al mar de Mar del Plata el acorazado inglés Repulse. Su misión era traer a nuestro país a Eduardo Windsor, a la sazón Principie de Gales. El crucero de batalla británico “HMS Repulse” amarrado en la escollera norte del puerto local, en su visita en Agosto de 1925, vemos tambien los niños ayudantes del fotógrafo. Enviada por Enrique Mario Palacio.

Este bajel británico tuvo un comportamiento heroico por sus incursiones bélicas  durante la Primer Guerra Mundial. Pero su épica  actuación no terminó con el tratado de Versalles. Aún le esperaba ciertas valerosas acciones deportivas en la ciudad de Mar del Plata. Por iniciativa de los  autoridades de la Asociación Marplatense de Fútbol, no  más  amarrar el “Repulse” con sus 1500 tripulantes en nuestro puerto las autoridades de la Liga decidieron organizar partidos de balompié entre los aficionados locales con los marineros británicos, con la idea de conseguir importantes recaudaciones para poder con ese dinero terminar la Casa del Deporte de la Ciudad.

Constante y Cesar el electricista sordo - Extraido del libro "Historias de Conventillo" de Sara Garfinkel

En su tripulación, estaban los hombres que habían conformado el equipo que llegó a ser campeón de fútbol de la armada inglesa. Además como algunos marineros practicaban boxeo  no faltó alguien que tuviese  la idea de armar un festival boxístico entre púgiles locales y algunos boxeadores ingleses. Entre éstos, había un muchacho de no más de 25 años, de recia y bien plantada figura, rostro cuadrado, espesas cejas y nariz achatada. Medía casi 1.90 metros y pesaba algo más de 90 kilos.

Esta característica morfológica hizo pensar a los organizadores en  una noche de puños en la que el inglés, en teoría,  sería un  soberano peso pesado  a reinar, en su futura vida civil,  en la máxima categoría. Este rubio hijo de la “pérfida Albión” parecía ser el justo representante  del noble arte del pugilato llegado para dar brillo a una velada boxística que ayudaría también a recaudar algún dinerillo extra para aumentar la hucha de los capitostes de la  Asociación Marplatense de Fútbol Marplatense. En verdad poco importó preguntarle al grandullón si quería tomar parte en un encuentro boxístico. ¿Por qué ese desinterés por la voluntad del deportista? Porque de todas las contiendas programadas a realizarse durante la estadía del Repulse: un partido de hockey (disputado en la Plaza España), varias  competiciones de atletismo, rugby, golf, tiro al blanco y polo, lo único redituable sería el fútbol y el boxeo.

Fueron siete los partidos de fútbol que los marineros ingleses disputaron contra los equipos locales y una noche de boxeo los únicos acontecimientos deportivos que dejaron buena recaudación. Y eso lo sabían muy bien quienes organizaron los fraternales encuentros pensando en la cita de Juvenal: “Mens Sana in Corpore Sano”, aunque con una licencia al sentido original de la idea: la necesidad de un bolsillo lleno en un proyecto descabellado. La impresionante estampa de César Willard, nombre y apellido del héroe británico,  lo  situaba en una definida categoría de peso pesado. Pero en César la realidad demostró que la calidad del boxeador no viene en proporción a la masa humana. Willard era un bonachón sin nervio ni dimensión de luchador. El Estadio, escenario del tan esperado encuentro entre el ‘gringo rubio’ y un rudo representante de la ‘pampa argentina’, reclutado en una almacén de ramos generales vecina a la localidad de Mechongué, estaba colmado de cabo a rabo. 

El combate comenzó con un ataque furioso del  gigante pampeano que Willard superó sacando su jab. De repente el inglés sufrió de una mano dura que lo hace doblar. Sin recobrarse del todo recibe un ataque furioso que lo desarbola y lo manda a dormir por el doble de toda la cuenta. Cuando reacciona cae en una apatía crónica de la que siempre fue víctima pero de la que nadie, excepto él, tenía noticia. De lo que tampoco nadie tuvo noticia fue que César nunca había sentido inclinación  por el boxeo. Hijo de un pastor protestante, éste trasladó a toda su familia, desde su Inglaterra natal a Sudáfrica cuando César era un niño. Su infancia de hijo de clérigo fue una niñez simplista con íntegra dedicación al estudio y a un  deporte llamado ‘croquet’, que no se caracterizaba por su violencia. En honor a la verdad este juego, cuyo objetivo era pasar, mediante el uso de un bastón o mazo, una bola de madera  a través de pequeños arcos distribuidos en el área de juego, era ideal para su pacífico temperamento. 

A los doce años ya había pegado el estirón de niño a adolescente y no faltó quien le dijera “Si yo tuviera tu tamaño y tu fuerza no tardaría ni un instante en preparar mi valija y salir en busca de quien me enseñara a pelear”.Ese fue el primer acercamiento al noble arte del pugilato de un joven que nunca quiso usar sus puños para imponer su razón. Cuando el Repulse levó anclas abandonando la muy “galana costa” de Mar del Plata, dejó tres cosas importantes en nuestra ciudad: la primera fue un grato recuerdo entre los marplatenses; la segunda fue una buena recaudación en dinero ‘contante y sonante’ para la concreción de la obra pensada por los de la Asociación y la tercera fue un nuevo habitante en el Conventillo de nuestro relato.

Nunca se supo porque  César decidió desertar de la tripulación. Quizá alguna mujer, quizá cansado de la dura vida a bordo o quizá porque la trompada que le propinó el gaucho mechonguense lo dejó sordo de un oído, el izquierdo para más datos. César había sido uno de los electricistas del Repulse, y cómo él decía,  se sentía seguro de poder ganarse la vida con los cables, enchufes y fusibles porque lo único que podía ‘sentir’ sin problemas eran los golpes de corriente César llegó al boliche de Constante, recomendado por algún parroquiano consultado por el dueño del establecimiento, ante un conato de cortocircuito que alarmó a los residentes del conventillo. Trabajó tan bien y tan prolijo que casi de inmediato empezó a ser llamado por los vecinos. Éstos le dejaban sus domicilios a Constante quien se los pasaba al sordo cada vez que éste visitaba el boliche, cosa que hacía diariamente, para tomar varias cervezas. De ahí a instalarse en el conventillo no fue difícil.

Han pasado quince años de la partida del Repulse. La cartera de clientes del electricista sordo es importante y variopinta. Sus vecinos del conventillo gozan de sus servicios sin cargo alguno en la parte monetaria aunque es bien gratificado con sabrosas porciones de comida que  le envían cada vez que hace algún trabajo en las habitaciones y el lavado y planchado de sus ropas. Aunque éste último servicio es más por cariño de una de las damas del lugar a la que le arregla la plancha con sospechosa asiduidad. Fuera del conventillo tiene otra categoría de clientes: la clase obrera. Como por lo general esta gente aprovecha los fines de semana para levantar con sus propias manos sus casas, muy sencillas, sin salones ni comedores, sólo una cocina, un pequeño baño y uno o dos dormitorios el trabajo de César es simple y fácil de realizar. Los pocos artefactos domésticos que existen son un lujo exclusivo de las familias acomodadas.

Pero nuestro conventillo está emplazado en una zona céntrica. Hoy es un  risco en medio de un archipiélago de residencias de clase media con algún que otro chalet de mucha más categoría. Acaban de llamar a César desde la imponente casa de dos plantas que está en la esquina que hace cruz con el chaflán que es la puerta de entrada al boliche Constante. Dicen que el verdadero dueño de esa casa vive en Francia, que la usa, en préstamo,  un médico marplatense y su familia,  muy amigos del francés y que dentro de ella el lujo y el buen gusto es asombroso. Nadie del conventillo ha entrado alguna vez a la lujosa residencia. Pero es creencia fundada que Francia ha sido el gran referente en lo arquitectónico que la clase adinerada tenía en mente cuando hacían edificar sus viviendas. Por eso en la imaginería popular la casa ‘d’enfrente’ era todo un misterio que ahora, por intermedio de César, el electricista sordo, será develado.

Han pasado casi un mes desde que César comenzó su trabajo. Nada fácil por cierto. Hay muchas mujeres en la casa y todas opinan. La dueña de casa, su hermana solterona, la abuela de las chicas y las tres chicas, cuyas edades van de los 13 a los 17 años. El padre no está casi nunca. Además el pobre hombre no tiene tiempo de tomar su turno en el ‘cloquear’ femenino cuando para pedir cosas (en este caso referentes a la instalación de cables, enchufes, etc., etc.) las féminas toman la delantera. El único que parece tener conciencia de que el electricista es sordo es el jefe del hogar, pero como no lo dejan meter baza… Y en el barullo la persona  especializada en instalaciones eléctricas no entiende lo que quieren las mujeres. Así que decide hacer lo que le parece...

César está sentado en medio del patio del conventillo. Lo rodean las matronas, las jóvenes madres, las adolescentes y la Teresa que ahora no le está lavando ni planchando la ropa sino cebándole un mate, con hojitas de cedrón para ver si consigue calmarlo un poco. Lentamente el inglés se va apaciguando y da a conocer los hechos a pedido del inquisidor hembraje. Dice que en la casa hay dos grandes salones, un lugar especial para que los hombres se reúnan a tomar café y fumar, tres baños, dos completo y uno más pequeño, una terraza en planta baja que lleva a un jardín interior, un comedor muy amplio, varias habitaciones y una biblioteca con un piano. El auditorio está estupefacto. Nadie dice una palabra. César puede por fin gozar de un silencio sin barullo como música de fondo. Por fin, la tranquilidad, que durante un mes no tuvo, comienza a invadir su espíritu. Hasta la ve linda a Teresa. ¿Será amor o una alucinación?

Repentinamente un nuevo barullo. Entran unos chicos gritando: ¡”vienen los bomberos… vienen los bomberos”! ¡Se quema la casa “d’enfrente”! ¡”Un cortocircuito”!

César sigue sentado en su silla en medio del patio del conventillo. Con el mate en la mano y la pava a su lado, está  solo porque todo el mundo salió a ver como los bomberos tratan de salvar la residencia francesa.  Su soliloquio parece tener sólo un  oyente: él mismo. Así, mientras ceba un amargo se dice:

“El cable que puse aguanta  cualquier cosa razonable. Cómo voy a  saber si se les va a dar por enchufar una estufa, una plancha y el secador de pelo en una cajita sola y te vuelan todo.”

“Traté  de no hacer empalmes en los cables pero la señora los quería escondidos en las cañerías. Yo le dije que  los empalmes suele levantar algo de temperatura y podría desprenderse la cinta aisladora provocando un corto o una fuga de corriente. No me llevó el apunte”.

“La vieja loca quería que los cables los pasara justo debajo del empapelado de las paredes. Yo le dije que no… la vieja insistió. Le dije a la hija que iba a haber problemas a la hora de hacer alguna reparación, y la hija dijo que era mejor no hacer enojar a su madre”.

Le dije al pollerudo del marido que podía haber peligro por posibles incendios. El pavote me dijo que las mujeres siempre tienen la razón.”

“Las mocosas no querían que se pusiese una araña en el comedor. “Las chicas tienen razón”, me dijo la tía solterona, “por  la noche la iluminación del salón debe ser suave e indirecta porque  la luz tiene que provenir de  varias lámparas de la mesa y de los apliques de la pared para que se  iluminen los cuadros más importantes”.

“Es claro, lo que ésta solterona quería es que, como está entrada en años y arrugada como pasa,  no se le vean las arrugas”

“De lástima, y como buen pelotudo que soy, hice lo que me pidieron”.

“La única indicación que dio del padre fue la más insensata de todas pero yo no se la discutí. Quería que todas las luces se activasen una tras otra cuando se encendían y que todas se pudiesen controlar en conjunto”.

Ahora el electricista sordo se sonríe, pone el mate y la pava sobre el asiento de la silla de la que acaba de levantarse y dice:

"I had the pleasure ... I put the fuse box for the crazy lighting they asked me in the basement, far from the dining room ..." “Good task for the firemen!”

(“Me di el gusto… la caja de fusibles para la iluminación loca que me pidieron la puse en el sótano, a una gran distancia del comedor…” “¡Buena tarea para los bomberos!”)

Las Lavanderas

Vale la pena valorar la evolución del término estrategia en la mente de Eleuteria a lo largo de sus 50 años de vida. En un proceso evolutivo, la mujer acomodó mentalmente las reglas del lavado de ropa en una representación gráfica de las sucesivas operaciones del procedimiento manual del lavado de ropa para afuera.

Ese  era el trabajo que la mujer  había hecho  desde su adolescencia y con el cual hubo ayudado a su abuela a criar a sus dos hermanas (con ella eran tres la nietas), de las cuáles la pobre vieja tuvo que hacerse cargo cuando la mamá de las chicas las abandonó para seguir a un tipo bueno para nada, un petimetre porteño, que se cruzó impensadamente en su camino de madre soltera cuyo único capital eran unos ojos negros, una cintura de avispa y una facilidad para bailar el tango y entonarlo, si es que sus berridos se podían calificar de canto.

Lavanderas - Extraido del libro "Historias de Conventillo" de Sara Garfinkel
Eleuteria se había juntado con Manuel, un español que trabajaba en el bar de Constante. No obstante que el español, viudo desde muchos años, hubo aportado al matrimonio un hijo que les daba más disgustos que alegrías, existía  armonía en esa familia, para nada acorde a los patrones de la normalidad.

Lavar la ropa a mano ha sido siempre una tarea dura. Es un trabajo muy agotador y se necesita una fortaleza física comparable a la de cualquier deportista de alto rendimiento. Afortunadamente Eleuteria había heredado la no belleza de su abuela y la fortaleza física de su abuelo, un vasco cabeza de hierro,  duro y laburador, que por su terquedad y obstinación dejó este mundo muy joven. En cuanto la joven tomó conciencia del trabajo que le había deparado el destino, trabajo que por otra parte no le disgustaba en absoluto, comenzó a pensar  la manera de derrotar a su enemiga: la ropa sucia, en el campo de batalla: los piletones del conventillo.

Se dio cuenta, porque fea era pero no tonta, que debía organizar su tarea para lograr un máximo de efectividad en el cumplimiento de su misión. Cinco días  por semana se proveía de todos los elementos necesarios para llevar a cabo su faena: jabón, lejía, cubitos de azul Colman, la tabla de lavar, dos o tres baldes y un fuentón. Ubicaba todos sus pertrechos de tal manera que, sin ser experta en el arte de la munitoria, había fortificado su plaza de tal manera que ni Napoleón lo hubiera hecho mejor.

En una hoja de cuaderno había armado su organigrama de trabajo. La escritura de rasgos infantiles y las faltas de ortografía delataban su breve paso por la escuela; sin embargo, la organización  de su trabajo era impecable. De haber existido el gremio de las lavanderas, seguro que Eleuteria habría sido su Secretaria General. Tenía todo lo necesario para serlo: fuerza física, lenguaje soez y ganas de pelear por un…’quítame allá esas pajas…’.

El martes es el día del lavado de la ropa de la familia Pérez García. Eleuteria está en el proceso de la colada de la ropa más grande, mientras en uno de los baldes, lleno de agua, hay un cubito de azul Colman disolviéndose  dentro de una bolsita de tela. Dentro de ese balde la lavandera pasará por unos minutos la ropa blanca más fina de su lavado. Una vez que sea escurrida la totalidad de la ropa lavada y enjuagada, el proyecto es subir la misma a la galería para colgarla en el tendedero que está frente a la puerta de la pieza de Eleuteria.

Pero este proyecto queda en agua de borrajas porque su plan estratégico consideraba acciones contra un solo enemigo: la ropa a lavar. El surgimiento en el campo de batalla de un nuevo enemigo (enemiga, en este caso) no ha sido previsto por nuestra heroína. La Anamaría, sinónimo de rivalidad, competencia y mala leche, viene al piletón contiguo al de Eleuteria a ensuciar el campo de batalla. Mejor dicho, a ensuciar el agua del lavado. Y ahí, sin más ni más, comienzan los gritos. Eleuteria se pregunta en voz alta de donde sacó esa flaca esmirriada la ropa que está lavando porque está poniendo el agua negra justo ahora que ella está en la colada de la suya. La Anamaría, que es flaca y esmirriada pero dura como el acero, no se achica y le contesta que hable y que lo que tenga que decir lo haga cara a cara. Agrega que ella lava ahí lo que quiere y lo que se le da la gana.

Y si pone el agua negra que la Eleuteria se aguante y que se vaya a lavar sus encajes a la pileta de los ricos. Eleuteria le recomienda que no se meta con sus clientes, ya que más quisiera tener ella gente que le diese trabajo y que pueda pagarle bien. Y agrega en voz más alta todavía, para que la puedan oír en todo el conventillo, que más vale que le pagara los cuatro meses de alquiler que le debe al dueño del lugar. 

Anamaría, grita desaforadamente que no la reconoce como la tenedora de libros del dueño y que mejor que se calle, sino le va a tirar el banquito que está al lado suyo. Eleuteria contesta aullando que si no es por ella la limpieza nunca hubiera entrado a la pieza de esa flaca consumida. Parece que la extenuada se olvida que fue ella quien le  ha costeado la compra de jabón y lavandina. Los gritos se hacen cada vez más estrepitosos, discordantes, destemplados. Las voces se mezclan. Los sentimientos se manifiestan vehementemente. Una vocifera que se lave la boca antes de hablar de ella. La otra retruca que siempre va a decir lo que se le da la gana. La robusta rugiendo le dice a la tísica que tiene una cara que parece mismamente un acordeón con una lengua larga de envidia. La tuberculosa rugiendo le contesta que no es envidiosa ni borracha como Eleuteria y que no es la lengua sino las manos las que tiene largas y fuertes como para dibujarle una marca en ese cutis de cáscara de bellota.

Comienzan a volar las ropas que estaban en pleno proceso de lavado. Luego ambas mujeres comienzan concienzudamente a tirarse de las mechas a ver quien primero deja pelada a la otra mientras rugen insultos por ambas partes: ¡Pilla! ¡Sinvergüenza! ¡Holgazana! ¡Rufiana! ¡Cacatúa! ¡Prostituta!. Ahora sí intervienen las otras mujeres del conventillo, hasta entonces mudas espectadoras de esta batalla campal por una pileta y un pedazo de jabón.  ¡Ay Madre de Dios! ¡Sujetémoslas! ¡Qué se matan! La batalla termina sin vencedora ni vencida. Eleuteria está sentada sobre una silla de paja que sostiene como puede  sus abundantes asentaderas. Anamaría está sentada, a varios metros de la otra, sobre un banquito de madera que es suficiente sostén para su magro físico. Ambas están desgreñadas y sus batones rotos y mojados. Sobre el piso embaldosado del patio están desparramadas ropas de cama, camisones, camisas, calzoncillos largos y  culottes, delantales y blusas. La paz ha vuelto al lugar. Después de todo, tanto Eleuteria, Anamaría y todos los que viven en esa casona donde se comparte el baño, la cocina, el patio… hasta los piletones para lavar la ropa, saben que son parte de una familia heterogénea viviendo en un hogar común.


Referencias: 


(2) Esta Ley, concebida por Bernardino Rivadavia y soncionada el 18 de mayo de 1826, mantenía bajo propiedad del Estado las tierras concedidas, a la vez que las ofrecía como garantía del empréstito negociado con la firma Baring  Brothers; pretendía la diversificación de la producción en la Provincia y, así, contrarrestar el poder de los hacendados. Se constituyeron, de esta manera, dos empresas que se ocuparían de poblar y poner en producción las tierras de la región: 1) la Compañía de Tierras del Volcán (formada porcuatro integrantes del Banco Nacional en 1826, quienes luego de fracasado el proyecto se reparten las tierras en partes iguales); y 2) la Sociedad Rural Argentina, constituída por acciones y figurando, entre sus miembros, elmismo Bernardino Rivadavia (Mazzanti,et. al., 1991).
(3) Hay autores que han señalado que los propósitos de la Ley fueron desvirtuados y saboteados por los mismos terratenientes a partir de algunas fallas de la misma como, por ejemplo, no limitar las áreas a entregar en enfiteusis. Ver García (1987).
(4) Pedro Capdevila remarca su interés en las tierras para destinarlas a la ganadería, eludiendo de su solicitud las tierras próximas al mar, por suponerlasbajas y arenosas, no aptas para la cría de animales (Mazzanti, et. al., 1991).
(11) sobre los textos de solicitud de fundación, ver Zuppa (1997).
(12) Había sido peón de saladero, carrero y almacenero, pero su fortuna la hizo creando un sistema de amanse y reunión de vacunos salvajes.
(14) No significa desconocer sus fracciones internas (la de los invernadores o ligados al comercio externo y la de los criadores) ni subestimar la concurrencia de otras fracciones de la burguesía (comercial, industrial) en el mismo proceso de acumulación de capital y en las luchas políticas por la conformación y consolidación del Estado.
(15) Ver Núñez (1997). En este momento histórico, la familia oligárquicaes la que articula la acción individual y la acción colectiva y así debe entenderse cuando individualizamos los actores.
(16) A nivel nacional, no coincide con la periodización de Sislián (1992).
(17) En términos de Bourdieu (1993; 1997).
(18) El hijo de Pedro Luro, Santiago, como Diputado provincial, se opuso a esta Ley de expropiación como así también a la construcción de un puerto en Mar del Plata, ambos proyectos impulsados por su padre, conflicto que motivó el distanciamiento entre ambos.
(19) La presencia de capital inglés también se corporizó en la empresa de cabotaje Lloyds Comercial, la cual competía con el ferrocarril.
(20) Así lo atestiguan varias publicaciones de la época, lo que dará origen a laconstrucción del Asilo Marítimo en Mar del Plata, por la Sociedad de Beneficencia de Capital Federal. Ver Alvarez y Reynoso (1995).
(21) La representación del puerto en relación a la inmigración se asociaba no sólo a las epidemias físicas sino también morales, cuyo espacio era la pobreza y había que controlarlo. Ver Murillo (2005). En Mar del Plata surge, en 1881, la Sociedad de Socorro de los Pobres. Pero además, en nuestra zona ya se habían propagado esas enfermedades desde 1870 y se decide fomentar la creación de comisiones de vecinos que colaboren con la inspección, denuncia, limpieza, control e higiene. Esta organización normativa de dichas comisiones se acompaña de una primera organización material y que es la división del Partido de Gral. Pueyrredón (en adelante, PGP) en cinco cuarteles, cada uno a cargo de un alcalde (Ord. Del 24 de febrero de 1892) y, al mismo tiempo, otradivisión de carácter higienista en tres secciones, en cada una de las cuales se nombra una comisión de vecinos que elegirán un presidente y un secretario (Ord. del 28 de febrero de 1899).
(22) Ley 4917, del 30 de septiembre de 1905 que será modificada por la Ley 6499, del 25 de septiembre de 1909, por acción del Diputado Pedro Luro. Los primeros proyectos concretos datan de 1887.
(23) Se denomina “temprana” a la inmigración de población europea –principalmente vascos, ingleses- para diferenciarla de la “masiva”, posterior a 1880. Irigoin (1991).
(24) Nunca un fenómeno se produce en el vacío. Elías (1982).
(25) El conflicto entre los inmigrantes y la Corporación municipal duró casi ocho años, finalizando con el desalojo policial en octubre de 1908. La Ley de traslado del Puerto al sur data de 1909.
(26) Bonsiú Kurile(1907): La vida en Mar del Plata. Pinceladas realistas, Buenos Aires, citado en Da Orden y Pastoriza (1991).
(32) Ya en 1914, Mar del Plata no sólo ocupa el décimo lugar entre las ciudades más grandes del país, sino que mientras Argentina tenía 52.7% de población urbana y 30% de población extranjera, estos indicadores en el PGP, eran del 85.7% y 47.1%, respectivamente. Núñez (2000).
(33) Estas prácticas darán como resultado la constitución de numerosas entidades: socorros mutuos, colectividades, clubes deportivos y culturales, bibliotecas barriales. Ver, entre otros, Pastoriza (1993).
(40) Comprendía 2600 hectáreas de tierra rural y, como tal, no integraba el catastro y estaba exento de toda reglamentación urbanística. Recién en 1948 se lo anexa al ejido urbano.
(41) Se consideraba un proyecto deficiente frente a las condiciones geográficas.El conflicto por la construcción del Puerto data de 1883, cuando Pedro Luro (de la Corporación Municipal) convoca a un ingeniero holandés, Pedro Dirks, para los estudios. Pero su hijo Santiago, centralista porteño, no permite su llegada por contraponerse a la idea que él y su grupo tenían de la ciudad. Finalmente, y luego de once proyectos, será construido por capitales franceses, la empresa Societé Nationale des Travaux Publiques, la cual empleó 1200 obreros. Sin embargo, no descartamos que este conflicto se haya encuadrado en las disputas que mantenían ingenieros nacionales contra los proyectos de los extranjeros. Ver Silvestri (1993).
(42) En Caras y Caretas, de 1913, puede leerse: “..Pedro Luro se deshace de estos terrenos para subdividir uno de los barrios más señalados en el engrandecimiento de Mar del Plata. Se establece un precio inferior para que todos puedan adquirir una propiedad. Su valorización la determina la formación de un núcleo compacto que se ha comenzado a asentar en sus inmediaciones


FUENTES:
SOBRE LA GENESIS URBANA Y LAS FRACCIONES SOCIALES “Hay una cosa que se llama Mar del Plata, donde esta Martin…” de la Arq. Ana Nuñez (*) Arquitecta (Universidad Nacional de Mar del Plata), Magister en Ciencias Sociales, mención Sociología, (FLACSO); Doctora en Ciencias Sociales (FLACSO). Directora del Centro de Estudios del Desarrollo Urbano, y Profesora del Area de Urbanismo, Universidad Nacional de Mar del Plata.-SOBRE LA GENESIS URBANA Y LAS FRACCIONES SOCIALES


“PRODUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DE LA VIVIENDA  PORTUARIA MARPLATENSE EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX” de MARIANA FERNÁNDEZ OLIVERA - Arquitecta, Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Mar del Plata, 2001. Becaria interna doctoral de CONICET, desde el 2003 con sede en el Centro de Estudios Históricos, Arquitectónicos y Urbanos, FAUD - UNMdP. - Docente de la Cátedra Historia de la Arquitectura II, B, FAUD - UNMdP. Maestranda de la Maestría en Intervención en el Patrimonio Arquitectónico y Urbano, FAUD - UNMdP. Doctoranda del Doctorado en Arquitectura, FAUD - UM. 89 -Cuaderno Urbano N° 6, pp. 89-108, Resistencia, Argentina, diciembre de 2007


Conventillos de mi Buenos Aires de Cati Cobas - Por Ana María Ramb  - http://www.espejonet.com.ar/diario/2007081/contratapa
Historias de Conventillo” de la escritora Sara Garfinkel- Cursó sus estudios de Profesorado de Lengua Inglesa en la Capital Federal. Desarrolló durante veinticinco años una intensiva tarea educativa en el BUREAU de INGLES. Es escritora y disertante. Enfoca sus disertaciones en “la Historia detrás de la Historia”, siempre buscando generar el debate sobre hechos históricos, especialmente aquellos que han sido protagonizados por mujeres que han pasado a la historia, figuras femeninas que han brillado con luz propia dejando huella en la sociedad occidental, siempre con una orientación femenina nunca feminista. Escribió en colaboración con el Profesor Edgardo S. Berg titulado GARFINKELEANDO por MAR DEL PLATA, que comprende dos trabajos de investigación sobre la historia marplatense: “Del Pasaje Vaira a la Cortada del Tango” y ”La Temporada”. “Batones y Bigudíes Marplatenses” anécdotas de la vida diaria marplatense. ”La Señorita Edith: Historia de una Maestra” dedicado a su maestra de 5º grado. 
  
Blog La Araucania - Los conventillos -  http://gustavoferrada.blogspot.com.ar/2008/11/conventillos.html



9 comentarios:

  1. Hola Pablo, me siento muy honrada por el espacio que brindas a mis Historias de Conventillo donde sus protagonistas son personajes verdaderos. Tanto ellos como yo te agradecemos hacernos parte de tus trabajos que nos integran a la Historia de Mar del Plata. ¡Gracias y adelante con tu trabajo!

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  2. Estimada Sara: habia tantas historias para elegir que no sabia con cual quedarme. El lector podra ingresar ahora a tu blog y deleitarse con todas ellas.

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  3. ¡Buen trabajo, Pablo! Te pido un favor: las fotos que etiquetaste solamente con mi nombre 'Pasqualino Marchese' (con 'q' si fuera posible), deberían decir "negativos y diapositivas originales de Natalio Marengo, adaptación fotográfica de Pasqualino Marchese". Al César, lo que es del César y al Dios lo que es de Dios...
    Un gran abrazo,

    Pasqualino (con 'q')Marchese

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  4. Excelente trabajo felicitaciones¡¡¡

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  5. Ya no hay excusas para seguir desconociendo nuestra riquìsima historia. Aquì estan todas las respuestas. Buen laburo, man!

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  6. cuantos recuerdos de los conventillos de la Boca, donde llegue a pasar momentos hermosos con primos lejanos,, eran de chapa y madera y la parte que daba a la calle era de material,, hermosas plantas en el patio y todo impecable y limpio,, enfrente al estadio de Boca Juniors, nacio mi madre,, ahora está el negocio y museo de Quique,, fana del club,, tendrian que conservar mas ese barrio de lata y madera, es que habla por si solo de lo que se vivió en una epoca de inmigrantes, muy mezclados en los conventillos, pero todo bien,, gracias por esta nota hermosa que me vuelve a mi infancia cuando iba de mi tia abuela,, cariños, Ana Maria.

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  7. Que bueno que haya gente que se ocupe de rescatar los origenes.
    Un reconocimiento muy especial al gran Arquitecto COVA .
    Consultor IMPRESCINDIBLE !!

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