jueves, 21 de marzo de 2013

EL ASERRADERO DE VAIRA


El apellido Vaira resuena en nuestros oídos desde siempre y explicaremos el caso. Se habló, en otra parte, de los lombardos en Mar del Plata y de las conexiones que se daban naturalmente entre los inmigrantes que procedían de una misma región y más aún si de una misma provincia o de un mismo pueblo. 

Fernando Vaira - Foto enviada por Fernando Marcelo Carletti


Explicamos también la temprana conexión entre los Cova y los Carlini, de los años 80 del pasado siglo y de cómo esa conexión siguió  durante decenios. Así oímos desde siempre en la casa de doña Corina Carlini de Marchisio, hablar de los Vaira como si se tratara de ellos mismos y es fácil comprenderlo: Los Carlini y Los Vaira eran del mismo pueblo, Tresivio, en la provincia de Sondrio, y vinieron en el mismo barco a Buenos Aires. Como Don Pedro Carlini hizo dos viajes al Plata —pues volvió una vez a su patria y regresó definitivamente al país— no sabemos en cual de esas travesías coincidieron pero así fueron las cosas y la amistad entre las dos familias se prolongó mientras vivieron los protagonistas de la aventura.

El que esta sentado con un cigarrillo en la mano es Fernando Vaira. Foto enviada por Fernando Marcelo Carletti
Por otra parte hemos contado también que nuestra casa natal fue construida en 1912 por Pedro Colombo, hermano de nuestra abuela paterna. Pues bien, vimos alguna vez, en la infancia, durante una de las infinitas reformas a que fue sometida la casa —la modesta casa de una inmigrante viuda a los 44 años con 4 hijos chicos— en un tirante, precisamente la solera del consabido corredor de una casa chorizo, entendiendo por solera el tirante fuerte que va de palo a palo, la inscripción Viara Hermanos. Y todo se explica: los hermanos Pedro y María Colombo eran tan lombardos como los Vaira, y eso también fue aclarado.

La hermana de Fernando Vaira -Luisa Vaira y Jose Carletti - Foto enviada por Fernando Marcelo Carletti
Y, por supuesto, sabíamos que el aserradero de Vaira estaba en el triángulo que rodean Bolívar, Salta y la diagonal Antonio Álvarez que alguna vez, oficialmente o no, se llamó Pasaje Vaira porque así figura en algunos planos antiguos. Y teníamos conocimiento, también, de que el aserradero se incendió porque explotó la caldera de la máquina de vapor que proveía de energía al establecimiento. Era todo lo que sabíamos, además de que una hermana de los causantes, Luisa Vaira, se casó con José Carletti, unos de los grandes herreros locales —natural de Osimo, provincia de Ancona— porque en 1947, hace 57 años, colaboramos en el censo nacional de ese año y censamos a tal señora, en su casa de la calle Castelli 2825, al lado de donde estuvo la herrería, en la que aún vive la familia.

La hermana de Fernando Vaira - Luisa Vaira de Carletti (la abuela de Fernando M. Carletti), madre de su papa Jose Carletti - Foto enviada por Fernando M. Carletti
Y con motivo de este trabajo tratamos de saber más pero no llegamos adonde queríamos, es decir a saber cuando, como y porqué se incendió el aserradero, cosa que tiene que haber dado que hablar a la pequeña ciudad de la época. No tenemos datos del incendio pero, de cualquier modo, averiguamos algunos contradictorios detalles del emprendimiento. El 30 de mayo de 1910, por ejemplo, Fernando Vaira y hermano (Constantino) solicitan el permiso municipal necesario para construir en la manzana 171. Firma los planos Vicente Lavorante —que alguna vez fue ingeniero municipal.

Plano de subdivision aprobado por el Depto. de Obras Públicas -Documento extraido del libro del Arq. Cova "El Barrio del Oeste"
Los citados planos no son precisamente un modelo de dibujo pero de ellos se infiere que en la esquina de Salta y Bolívar hubo un tinglado de 30m. sobre la primera calle y 6 sobre la segunda, con entrepiso y muros de 45cm. de espesor sobre las líneas municipales, muros que pensamos son parte de las fachadas de las casas que luego se construyeron y existen hoy allí. Tal tinglado se señalaba en el plano como depósito de maderas. Y luego de un patio de maniobras de 12m. de ancho, perpendicular a Bolívar y sobre su línea municipal, se levantó un galpón de 10 m. de ancho por 26 de fondo, con una planta baja de 4m. de altura y una alta de 3,20 con un cobertizo adicional sobre su costado S.O., de 7m. de ancho. El muro del frente era también de 45cm. La solicitud del caso se refiere a galpones para máquinas, de fierro y mampostería y pensamos que, salvo los muros descriptos todo lo demás —estructura y entrepisos incluidos— era de madera, cerrado y techado con chapas.

El 15 de marzo de 1912, por su parte, los hermanos Fernando y Constantino Vaira celebran un contrato para la explotación de un aserradero a vapor, corralón de materiales y demás anexos. Y el 3 de abril siguiente compran a Nicolás Trabucco el triángulo referido. Trabucco lo había comprado a su vez a José Antonio Aguirre el 6 de agosto de 1904. Algo extraño, sin embargo, se desprende de los documentos citados. En efecto, la solicitud de construcción es del 30 de mayo de 1910 y el contrato de sociedad y la compra del terreno son del 15 de marzo y del 30 de abril de 1912, respectivamente, cuando todo debió ser al revés: primero asociarse, luego comprar el terreno y después construir el aserradero. Entre las teorías posibles puede suponerse que presentaron el plano y luego, por causas que nos son imposibles de conocer tardaron dos años en establecerse, o bien que construyeron en suelo ajeno, cosa posible pero igualmente extraña para nosotros.






 Volantes distribuidos para la venta de los lotes - Documento extraido del libro del Arq. Cova "El Barrio del Oeste"
El caso es que en fecha que no hemos podido averiguar pero intuimos cercana a 1916 estalló un pavoroso incendio que redujo a cenizas el aserradero de Vaira. Personas más entendidas que nosotros nos han dicho que si la caldera de una máquina de vapor se queda en seco se pone al rojo vivo si sigue la combustión y que la repentina presencia del agua causa una tremenda explosión con voladura de la máquina e incendio subsecuente. Lo que no podemos comprender es, sin embargo, como puede llegar a quedar sin agua una caldera cuando hay niveles visibles que controlan su carga.

Que hubo un incendio lo oímos en nuestra casa desde la más tierna infancia y lo corrobora el varias veces citado vecino Lorenzo Vicente Niglia, nacido muy cerca de allí en 1905, que recuerda haber visto una máquina de vapor —él dice que semienterrada pero presumimos que lo que estaba semienterrado, como era de práctica, era el volante—sobre la calle Bolívar, y tiene presente algún movimiento que hubo en el lugar después del fuego, mientras que la señora Celia Barrio de Cayrol, también repetidamente nombrada aquí, recuerda unas máquinas ennegrecidas, a la intemperie, en medio de un alto pastizal, evidentes restos del aserradero de Vaira.

Algunos años más tarde, el 4 de junio de 1925, el ingeniero Félix Rabino, hacía poco tiempo graduado firma un plano de subdivisión del citado triángulo en 8 lotes. Las dimensiones del triángulo eran 60,62m. sobre Bolívar, igual cifra sobre Salta y 85,60 sobre la calle que en el plano de Rabino se llama Avenida Pueyrredón, en algunos otros planos de la época Pasaje Vaira y hoy -limitada también por su costado S. por la recuperación que la municipalidad hizo del resto de la manzana con motivo de las obras de entubamiento del arroyo de las Chacras— lleva el nombre de diagonal Diag. Antonio Álvarez.

¿Qué había sido mientras tanto de los hermanos Vaira? Según su sobrina Aurora Inés Carletti, nacida en Mar del Plata el 7 de agosto de 1912, sus tíos tenían seguro sobre el aserradero y la compañía ofreció pagarles con una propiedad rural en la provincia de Tucumán Y allá se fueron los hermanos, de los que no quedó descendencia. Algo de eso hubo, en efecto, porque sobre el caso tiene lejanas referencias la señora Rosa Marchisio de Lallement, hija de Corina Carlini, nacida también aquí el 21 de mayo de 1911 y por su parte el propio Fernando Vaira, viudo en únicas nupcias con Eugenia Masscoe domiciliado en Tucumán y de paso por Mar del Plata, vende el 10 de junio de 1925, por sí y por su hermana a los hermanos Valentini, Argentino (42 años, Dr. en Química), Italo (36, Médico Veterinario), Alberto (34, Ingeniero Agrónomo) y Mario (31, Dr. en Medicina), el lote 1 de la misma manzana, la aguda esquina de Bolívar y la citada diagonal. Y con respecto al Pasaje Vaira tampoco pudimos ver documentos oficiales. Es evidente, de cualquier modo, que en 1910, con el arroyo descubierto y el puente de la Carolina con sus complicados accesos en funciones la manzana 171 quedaba reducida al triángulo descripto.

Venta del lote - Documento extraido del libro del Arq. Cova "El Barrio del Oeste"

Cuando se entubó el tramo del arroyo que va desde la línea de los impares de Bolívar hasta algo más al S.O. de la de los pares de Colón en medio de la calle Salta, se recuperaron los terrenos de la otra parte de la manzana, el triángulo cuyo ángulo recto es la esquina de Colón e Independencia, Según la tradición popular local la municipalidad quiso unificar esa manzana con la anulación del frente S. de la propiedad de los hermanos Vaira. Estos, entonces, se opusieron y entablaron un pleito al municipio, pleito que ganaron y cuya consecuencia es hoy la corta diagonal Álvarez. En el archivo municipal no hay constancias al respecto pero en cambio las hay de la destrucción de expedientes en los que figuraba, no sabemos si en calidad de demandante, el apellido Vaira. Quedará entonces para el futuro —si es que alguien pueda interesarse en el tema— la dilucidación del caso.


El 20 de Julio de 1918 Teodoro Bronzini —a los 29 años— como concejal socialista propone construir un cordón de piedra alrededor de la plazoleta que existe en el cruce de las calles Colón e Independencia para evitar el tránsito de vehículos por la misma...


No hay más datos ni sabemos si se construyó el cordón o no. De cualquier modo presumimos que la plazoleta aludida era el triángulo limitado por las avenidas nombradas y la diagonal Antonio Álvarez. Con el entubamiento del arroyo en esas inmediaciones en 1916, tema que se trata varias veces en este trabajo, se recuperó gran parte de la manzana 171 pero por oposición de los hermanos Vaira a que se cegara el frente S. de su propiedad, que comprendió desde el principio el triángulo que limitan Salta, Bolívar y la línea municipal de los pares de la actual diagonal Antonio Álvarez resulta claro que había que proyectar una calle entre la parte de la manzana de propiedad privada y el resto. Lo que presumimos, sin embargo, es que no debió haber una definición inmediata del caso y el aludido resto de la manzana, con la citada diagonal incluida, debió de ser tierra de nadie durante algún tiempo, y a solucionar el problema —si es que así fueron las cosas— debió tender la propuesta de Bronzini.


La solución, de cualquier modo, comienza a tomar forma con el loteo y el remate de ese triángulo, el 27 de abril de 1919. La Municipalidad pudo así recuperar parte del dinero que había costado el referido entubamiento, aunque a la luz de los problemas actuales una mejor solución hubiera podido dejar libre la que Bronzini llamó plazoleta, que, en ese caso, luciría hoy como un espacio verde de uso común.


Extraído del libro de Roberto Cova “Mar del Plata - El Barrio del Oeste 1876-1940”
Editado por la Coop. De Electricidad Mar del Plata Ltda.




Anecdotas de una Calle Corta de Mar del Plata
(continuación)

Tengo Nombre y Apellido

Estoy exultante. ¿A qué se debe mi alegría? A que en el día de hoy, 29 de octubre del Año de Nuestro Señor 1932, por ordenanza municipal, artículo 5°, se me reconoce y otorga nombre y apellido: Diagonal Antonio Álvarez. Cesaré de ser nombrada con una exasperante porfía como Diagonal Pueyrredon. He obtenido mi verdadera identidad. Se que siempre fui importante en el desarrollo del barrio pero ahora gozo, no sólo del reconocimiento popular, que siempre lo tuve, sino del municipio de General Pueyrredon.

Estoy disfrutando de mi apelativo. ¡Estoy tan orgullosa de ser desde hoy la Diagonal Antonio Álvarez! ¿Ustedes saben quien fue D. Antonio Álvarez? Se los voy contar.
Fue un argentino nacido en el año 1848 en Dolores. Estaba radicado en la zona del sudeste de la provincia de Buenos Aires. Contaba 32 años cuando fue nombrado Juez de Paz del recientemente creado Partido de General Pueyrredon. Fue un hombre probo y progresista pues se dedicó a promover obras para mejorar la situación de los habitantes de nuestra ciudad. No sé por qué después de 4 años dejó no sólo la ciudad sino la región circundante. Se comentaba que paso por muchas peripecias hasta que recaló nuevamente por nuestra zona alrededor de 1914. Lo último que supe de él fue que falleció en la Capital Federal. Tenía 76 años.

Bueno, ahora estoy asfaltada, tengo mi propia identidad e iluminación nocturna. ¡Es un progreso importante!
¿Es un progreso importante? Supongo que algún funcionario municipal debe haberse percatado que durante las veinticuatro horas que tarda la Tierra en flirtear con la Luna existen lapsos de tiempo de distinta duración durante los cuales hay ausencia total o parcial de luz natural y que por lo tanto es necesario sustituir o compensar ésta mediante luz artificial. Esta luz artificial que se diferencia notablemente de la natural debe, no obstante, cumplir con unos mínimos requisitos de calidad y cantidad.
Por eso la luminaria que me alumbra es una esmirriada lamparita de 100 bujías que pende de un alambre que va desde una vereda a la otra por la mitad de cuadra. En la vereda de los números impares el hilo de metal está enganchado en el muro posterior de la propiedad de un médico que habita la zona desde que me acuerdo. En la vereda opuesta, el alambre que me sostiene junto con el cable eléctrico que me provee de energía lumínica, está prendido a un gancho clavado sobre la pared de un potrero. Ah! Pero eso sí: a una considerable altura para evitar que algún renegado social rompa la lamparita a cascotazos. No sea que se haga hábito entre los pibes del lugar y al final esta “Vía Blanca” sea una gravosa carga para el erario municipal. Además algún funcionario involucrado con el presupuesto comunal ha tenido en cuenta las borrascas marplatenses, a veces acompañadas por fuerte viento o pesado granizo. De ahí el bonete de chapa que cubre la parte superior del raquítico foquito que son más las veces que está apagado que encendido.

Comienzan las Anécdotas

Reconozco ser imperfecta. Quizá mi imperfección deviene de muchos factores, todos ellos ligados a mi nacimiento. Que la imperfección es un vicio del pensamiento no de la acción está totalmente aceptado. Entiendo que primero se piensa y luego se obra. De un pensamiento positivo siempre surge una obra perfecta, virtuosa y bella. Esto no ha sido mi caso porque yo no fui engendrada ni correcta ni perfectamente. He sido mal concebida, mal concluida… hasta mal hecha diría. Sin ser responsable de esta debilidad, me hago cargo de la misma. A pesar de haber confesado en párrafos anteriores que no me gusta el chisme porque en el chisme hay algo de mendacidad irrespetuosa hacia el semejante, reconozco ser chismosa. Asumo con dignidad esta imperfección mía. En mi descargo señalo que el chismoso dice siempre la verdad. Propaga lo que ve o escucha y es siempre veraz en su chismorreo. Como está en mi espíritu y mi conciencia ser veraz, desde ahora empiezo a chismorrear las discusiones insustanciales o las situaciones un poco más complicadas que se suceden entre los vecinos que me habitan o los transeúntes que cotidianamente me caminan. Son tantas y tan singulares las situaciones de las que he sido espectadora que llenaría una enciclopedia testimonial la cual, aunque muy interesante, terminaría por aburrirles.
He gastado tantas energías atravesando los avatares de mi existencia que a veces mis relatos pueden parecer un tanto difusos. Trataré de ser lo más coherente que pueda para que las anécdotas que les contaré constituyan un conjunto con unidad y sin contradicciones.

Los incendios

Si no me equivoco corre el año 1916. No, no me equivoco, estoy segura de la fecha. Es que hay movimiento de festejos oficiales porque es idea del municipio y de las fuerzas vivas de la ciudad conmemorar por lo alto el centenario de la declaración de nuestra independencia. Por supuesto que yo quedaré relegada de todo festejo. Pero esto no viene al caso. El asunto es que acaba de producirse la voladura de la caldera de una máquina a vapor en el aserradero de los hermanos Vaira. A la explosión le sigue un incendio de grandes proporciones que produce alarma y pánico entre los vecinos. Gritos, corridas, hombres y muchachos con baldes de agua y por último el arribo de la incipiente y respetable entidad que es el cuerpo de bomberos voluntarios de la ciudad. La demora de los esforzados servidores vecinales se debe a que tenemos un precario sistema de comunicaciones que nos permite dar presto aviso a nuestros voluntarios sobre cualquier emergencia de riesgo para los vecinos y sus bienes. Sin embargo puedo decir con conocimiento de causa que ahora estamos mejor que hace algunos años. Antes cuando se producía un incendio varios vecinos provistos de sendas chiflas pasaban por las casas donde vivían los voluntarios que oficiaban de bomberos para avisarles, mediante chiflidos y golpes sobre las puertas de sus casas para darles a conocer que la presencia de ellos era necesaria para combatir las llamas que estaban causando estragos en algún domicilio particular o comercio de la zona. Cuando los incendios se producían durante las horas diurnas, todo era más fácil. Pero a la noche la cosa se complicaba. Hoy en día, como nuestra ciudad tiene cada vez más residentes, más casas, más negocios, algunos vecinos progresistas han decidido instalar una campana de alarma en el galpón donde se guarda el material con que se cuenta para combatir las llamas. Tenemos elementos a tal efecto pero son tan escasos que se logra extinguir el incendio luego de grandes penalidades. A mí modesto entender no sólo carecemos de chaquetones, botas, cinturones, cuerdas, cascos y lanzas para agua, nos falta lo principal para ser exitosos “matafuegos” (1) disciplina y organización. Tal es así que a pesar de los ingentes esfuerzos por sofocar las llamas, el aserradero de los Vaira es sólo un montón de cenizas. Partes de sus maquinarias están medio sepultadas sobre la calle Bolívar. En cuanto a mí estoy segura que serviré de receptáculo de todo rezago chamuscado que quedará a la intemperie y será olvidado cuando los pastos lo cubran. Espero en el futuro no tener que enfrentarme a situaciones parecidas a ésta. Es que en lo profundo de mi naturaleza a más de ser chismosa soy miedosa.

Han pasado cinco años desde el incendio del aserradero de los hermanos Vaira y aún no he podido recuperarme totalmente del susto. Supongo que serán las dos o tres de la mañana cuando unos gritos desesperados me despiertan. Calculo la hora de acuerdo a la oscuridad reinante. Todo está muy fosco(2) a pesar de un fuerte resplandor que viene del lado de la que yo llamo mi madre putativa, la diagonal Pueyrredon. Se está incendiando el Almacén de La Carolina. Creo que este incendio es tan importante como lo fue el del aserradero porque La Carolina es el almacén que abastece a toda la zona. Por suerte estoy bastante lejos del batuque producido por las llamas, pero no puedo evitar que mi julepe sea más fuerte que mi sentido común. Espero que esto no se vuelva a repetir porque los siniestros despiertan mi paranoia siempre latente.

Extraido del libro: "Anecdotas de una calle corta de Mar del Plata" 
de la escritora marplatense Sara Garfinkel

2 comentarios:

  1. Excelente trabajo, muy enriquecedor. Es un honor poder llegar con mi comentario a Pablo Junco y al lector no sólo marplatense sino de cualquier lugar donde llega Internet.
    Sara Garfinkel

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  2. Gracias Sara por sus comentarios tan elogiosos. Posteriormente compartiremos escritos sobre los conventillos en Mar del Plata

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