Una anécdota perdida en el tiempo que es rescatada por la excelente pluma de Sara Garfinkel. Transportandonos en el tiempo, tambien la tragedia y la ironía se mezclan al mejor estilo de un drama de Shakespeare en estas costas marplatenses...
Ubicándonos en el tiempo
Agradezco al Arquitecto D. Roberto Osvaldo Cova, de cuya amistad me siento honrada, maestro en la Historia de Mar del Plata, vecino de barrio - el del Oeste -, generador del amor que todos los marplatenses debemos sentir por nuestra ciudad, que con su habitual generosidad enriqueció mi información sobre el tema, confirmándome datos de gran valor histórico en cuanto a fechas y nombres.
En
1887 el Poder Ejecutivo de la Provincia designa primer intendente de General
Pueyrredón a Fortunato de la Plaza. En 1888 se construye la primera rambla de
madera, levantada sobre puntales hincados en la arena llamándose Playa Bristol,
exactamente en la bajada de la calle San Martín. Esta rambla, muy simple, fue
destruida por el mar en 1890. El 8 de enero del año 1888 se inauguró el lujoso
Hotel Bristol, que fue el sitio preferido de la burguesía del país para
alojarse mientras disfrutaba de los veranos marplatenses.
Hay versiones que mientras se construía el edificio del hotel se estaba construyendo en la esquina norte de las hoy calles Belgrano y Mitre, una edificación de dos pisos, destinada a vivienda del personal del Hotel Bristol. Si esta versión - que no hemos podido corroborar suficientemente - es cierta, podemos decir que ya en el año 1888 estaba en pie la casona que años más tarde daría paso a la aparición del conventillo protagonista de mi libro. (Historias de Conventillo, Ediciones SARIPE, 2010).
Bristol Hotel – Circa 1905 – Enviada por Jorge Redondo |
Hay versiones que mientras se construía el edificio del hotel se estaba construyendo en la esquina norte de las hoy calles Belgrano y Mitre, una edificación de dos pisos, destinada a vivienda del personal del Hotel Bristol. Si esta versión - que no hemos podido corroborar suficientemente - es cierta, podemos decir que ya en el año 1888 estaba en pie la casona que años más tarde daría paso a la aparición del conventillo protagonista de mi libro. (Historias de Conventillo, Ediciones SARIPE, 2010).
“La primera usina (Belgrano entre Diagonal e Yrigoyen). Detrás, la Catedral. Primer plano: lavanderas en el arroyo Las Chacras. Principios del siglo XX”. Enviada por Lucio Strap. |
El
escenario que hoy conocemos, perimetrado por la Diagonal Pueyrredon y las
calles Rivadavia, Mitre y Belgrano, no tiene nada que ver con el que se
presentaba hace más de un siglo atrás. Un arroyo cruzaba la zona; las calles
eran de tierra; muy pocas casas. Todo el lugar parecía muy lejos de la zona que
ya se anunciaba como el epicentro de la "Belle Époque" marplatense.
La casona de dos pisos, alojamiento del personal del hotel Bristol, despertó en un joven panadero de oficio la idea de instalar una panadería a media cuadra de la misma. Este joven era francés. También había arribado a nuestras playas buscando mejores condiciones de vida. Pero él, cuyo nombre era Juan Duguet, fue un avispado emigrante. ¿Por qué? Porque tuvo cuidado de traer consigo un certificado que avalaba sus estudios y su idoneidad en el oficio de maestro panadero y pastelero firmado por su galo patrón.
La casona de dos pisos, alojamiento del personal del hotel Bristol, despertó en un joven panadero de oficio la idea de instalar una panadería a media cuadra de la misma. Este joven era francés. También había arribado a nuestras playas buscando mejores condiciones de vida. Pero él, cuyo nombre era Juan Duguet, fue un avispado emigrante. ¿Por qué? Porque tuvo cuidado de traer consigo un certificado que avalaba sus estudios y su idoneidad en el oficio de maestro panadero y pastelero firmado por su galo patrón.
Ya
en el año 1890 lo encontramos instalado en su Panadería El Progreso, ubicada a
media cuadra de nuestro conventillo, sobre la calle Mitre 1923
entre Belgrano y Moreno. La visión comercial y la experiencia profesional de
Juan Duguet dieron origen a la edificación de un edificio que tenía un local a
la calle y en el fondo del terreno una especie de galpón inmenso, con gruesas
paredes de piedra dentro del cual había un entrepiso sostenido por armazones.
Según el Arquitecto Cova ésta era, para la época y en nuestro medio, una
estructura de avanzada. Era una salida muy inteligente para evitar la
construcción de columnas en el interior, ya que Duguet había hecho construir en
el espacio que se conoce como "cuadra" de la panadería, dos hornos
gigantes de 8 metros
de diámetro cada uno.
Las palas de los panaderos tenían un cabo de 10 metros de largo para poder trabajar en esos hornos de dimensiones pantagruélicas. Esos hornos se encendían muy temprano y se dejaban a fuego vivo durante dos horas. Se dice que cuando estaban encendidos a pleno parecían muestras del averno. Los pisos y los techos de ambos hornos estaban recubiertos de ladrillos refractarios. Además tenían un tipo de iluminación que permitía ver la marcha de la cocción del pan. En aquellos años la gente estaba acostumbrada a comer el pan crocante, bien elaborado y muy fresco. Las señoras "elegantes" tenían ya reservadas tres visitas diarias del repartidor del pan: a la mañana bien temprano, sobre el mediodía y cerca del atardecer para la hora de la cena.
Antigua foto de un panadero utilizando la pala para ubicar el pan en el horno |
Las palas de los panaderos tenían un cabo de 10 metros de largo para poder trabajar en esos hornos de dimensiones pantagruélicas. Esos hornos se encendían muy temprano y se dejaban a fuego vivo durante dos horas. Se dice que cuando estaban encendidos a pleno parecían muestras del averno. Los pisos y los techos de ambos hornos estaban recubiertos de ladrillos refractarios. Además tenían un tipo de iluminación que permitía ver la marcha de la cocción del pan. En aquellos años la gente estaba acostumbrada a comer el pan crocante, bien elaborado y muy fresco. Las señoras "elegantes" tenían ya reservadas tres visitas diarias del repartidor del pan: a la mañana bien temprano, sobre el mediodía y cerca del atardecer para la hora de la cena.
También
a algo más de media cuadra de la casona antecesora de nuestro conventillo -
calle Belgrano entre Mitre y San Luis, vereda par - en el año 1893 se edificó
una casa señorial. Los profesionales responsables de la construcción, cuyos
nombres no damos por no haber podido corroborarlos fehacientemente, eran de
origen francés. El propietario de la misma era un convecino de la zona de
nombre Ireneo Adrián Zubiaurre. Sobre la puerta de entrada a la casona, que
sigue en pie - con ciertas refacciones y un presente de oficina pública - se
pueden ver en un trabajo de hierro forjado las iniciales entrelazadas del
nombre del propietario original: IAZ.
Chalet El Soldado,de Zubiaurre,c.1913. Enviada por Ignacio Iriarte |
Detalle de la reja de entrada de la antigua casa de Ireneo Adrián Zubiaurre- Foto enviada por Sara Garfinkel para Fotos Viejas de Mar del Plata |
A cuadra y media de la intersección de las calles Mitre y Belgrano, más precisamente en la calle Hipólito Irigoyen casi esquina Moreno se comenzó a construir un salón muy grande y muy bonito que se llamó Salón Garibaldi. El constructor fue el señor Ferdinando Lemmi, patriarca de la familia del mismo apellido. (cuya historia se puede leer en el post de este blog con el nombre de La Familia Lemmi)
Hay una confusión de fechas pero se cree que la construcción del salón data del año 1883 y que en el año 1894 fue refaccionado para que en el mismo se llevaran a cabo bailes para la juventud de la incipiente ciudad. Se habían formado dos círculos de baile: La Luz y La Lira, que se turnaban en el uso de las instalaciones del Salón Garibaldi. Por supuesto que las calles eran de tierra y el arroyo seguía libre su curso hacia el mar.
Imágen del Salon Garibaldi ubicado en Hipólito Yrigoyen y Moreno, Ferdinando Lemmi su constructor. Este edificio, correspondiente al libro Los Italianos de Mar del Plata, de Roberto Barili. |
“En la foto vemos este salón en una foto enviada por el Lic. Angel J. Somma que estaba en Belgrano e Irigoyen y que ahí también se realizaban bailes, cosa que queda probado con esta foto. |
En
el año 1904 se instala en el triángulo formado por la diagonal Pueyrredon,
Belgrano e Hipólito Irigoyen la Usina de Luz. La Usina de Luz tiene que
fabricar luz y es por eso que sobre la calle Irigoyen se instalan las máquinas
generadoras, impulsadas por motores muy potentes y muy ruidosos. Casi frente al
edificio de la usina, por la calle Belgrano, vivían con sus familias dos
hombres que eran socios en su trabajo. Eran faroleros. Ellos estaban encargados
de, apenas comenzaba a insinuarse el atardecer, encender los faroles a kerosene que pendían de los postes que estaban colocados en las esquinas de
las calles céntricas de la ciudad.
Antigua Usina en la Diagonal Pueyrredón .Hoy Mc Donald” .Carlos Alberto de Adá |
“Primera Usina: Belgrano y Diagonal Pueyrredón. Atrás, la Catedral con andamiaje alrededor de la cúpula”. Enviada por Lucio Strap. |
El
edificio de la usina además de tener los generadores por la calle Irigoyen,
tenía sus oficinas por las calles Belgrano y La Diagonal Pueyrredon. Las
oficinas daban a la calle, por supuesto. Y por supuesto, tenían ventanas y las
ventanas tenían vidrios. ¿Por qué este razonamiento (raciocinio sofístico)?
Porque uno de los faroleros, con la anuencia de su socio, se dedicaba
concienzudamente y casi sin descanso a arrojar piedras contra los vidrios de
las ventanas de las oficinas de la usina que poco a poco, con la venta de la
energía eléctrica que generaba, los iba a dejar sin trabajo. Por supuesto que a
vidrio roto, vidrio repuesto. No sabemos el nombre del vidriero que se
encargaba de tal menester. Lo que si sabemos, y esto no es cuento, es que el
vidriero tenía un hijo que conoció casualmente a una joven marplatense de quien
se enamoró y con quien se casó después de un corto noviazgo. Ah, me olvidaba
decirles que la joven era la hija del "farolero rompevidrios".
Como
ustedes ven, nosotros en Mar del Plata, a principios del siglo XX, tuvimos a
nuestros Romeo y Julieta. Pero los nuestros fueron más avispados que los de
Shakespeare. Luego, poco a poco, se iba construyendo alrededor del que quizá ya
se estaba convirtiendo en un conventillo. En la esquina de Hipólito Irigoyen y
Rivadavia, en 1910, aparece la casa de la torrecita, propiedad de los hermanos
José María y Luis López. Por la zona abría sus puertas el almacén "La
Entrada de Roma", quizá como homenaje a la gesta garibaldina. La mueblería
La Gloria de Celestino Camarena. La casa de la familia Porta. La fama del Macho
Ricaud. Y otras tantas casas, otros tantos nombres, otras tantas historias.
Pero esto será motivo de otra nota.
FUENTES:
Sara Garfinkel: Cursó sus estudios primarios en la Escuela Provincial N° 6, Gral.
Bartolomé Mitre y sus estudios secundarios en el Colegio Nacional Mariano
Moreno, ambos establecimientos educativos de la ciudad de Mar del Plata. Cursó
sus estudios de Profesorado de Lengua Inglesa en la Capital Federal. Desarrolló
durante veinticinco años una intensiva tarea educativa en el BUREAU de INGLES.
Es escritora y disertante. Enfoca sus disertaciones en “la Historia detrás de
la Historia”, siempre buscando generar el debate sobre hechos históricos,
especialmente aquellos que han sido protagonizados por mujeres que han pasado a
la historia, figuras femeninas que han brillado con luz propia dejando huella
en la sociedad occidental, siempre con una orientación femenina nunca
feminista. Escribió en colaboración con el Profesor Edgardo S. Berg titulado
GARFINKELEANDO por MAR DEL PLATA, que comprende dos trabajos de investigación
sobre la historia marplatense: “Del Pasaje Vaira a la Cortada del Tango” y ”La
Temporada”. “Batones y Bigudíes Marplatenses” anécdotas de la vida diaria
marplatense. ”La Señorita Edith: Historia de una Maestra” dedicado a su maestra
de 5º grado.
saragarfinkelescritora.blogspot.com.ar
Que buena historia. Gracias Pablo por compartirla nuevamente y felicitaciones a la escritora Sara Garfinkel
ResponderEliminar