lunes, 5 de mayo de 2025

EL RADIOTEATRO DE PONCHO NEGRO

Tapa del disco "Poncho Negro contra los ladrones". Discos Calesita

El 9 de noviembre de 1953 salió a la calle la primera revista de Poncho Negro. En sus páginas se veía la impronta de Carlos Vogt, joven dibujante de talento que inauguró la saga gráfica. Luego llegarían José María Clémen y Leandro Sesarego, quienes con trazos firmes aportaron nuevas versiones del héroe. 

El guión era obra de Antonio Ortiz Noguera, creador del personaje y del universo narrativo que muy pronto desbordó el papel. Otros dibujantes de la historieta “Poncho Negro” fueron: José María Taggino, Leandro Sesarego, José Clémen, C. Gutiérrez, Hugo A. Guzmán, Héctor Diz y finalmente aparece Carlos Musuraca. En 1956, con solo 16 años de edad, lo dibujó Claudio Panza.

 

Tapa de Poncho Negro Nº 1, 9 de noviembre de 1953

Revista de Poncho Negro Nº 55, 22 de noviembre de 1954

Pero Poncho Negro ya vivía antes de las viñetas. Había nacido como radioteatro infantil y juvenil a fines de los años cuarenta, transmitido por emisoras nacionales y provinciales. Recordemos que "El Llanero Soliario" apareció en Estados Unidos en 1933 en una radio de Detroit. En este caso, el protagonista, un justiciero de rostro oculto tras un antifaz y envuelto en un poncho negro, cabalgaba junto a su inseparable caballo Satán y su amigo Calunga.

Página inicial del primer episodio, dibujado por Carlos Vogt.

Publicidad Radio Belgrano. En la imagen destacamos a Alberto Argibay. Año 1964.

La escena se repetía en todos los hogares de nuestro país: la radio de madera apoyada sobre la mesa del comedor, las válvulas encendidas, un murmullo previo que anunciaba la hora. Los chicos dejaban los deberes y se sentaban en ronda; las madres bajaban el volumen de las ollas en la cocina; los padres fumaban despacio el último cigarrillo de la jornada. Y entonces empezaban los acordes, las voces, los cascos de Satán retumbando gracias a la destreza de los sonidistas. Los memoriosos recuerdan que se ecuchaba en horarios vespertinos para público infantil, a menudo después de Tarzán (alrededor de las 18:00-18:30), con duración de 15-30 minutos por episodio.

Alberto Closas fue, además de actor, director y productor teatral. En la imagen, durante un ensayo en Argentina.. Fuente: Cátedra.

El elenco original del radioteatro incluyó voces como la de Joaquín Lluis —uno de los primeros intérpretes de Poncho Negro—, además de actores secundarios que prestaban vida a villanos y comparsas en cada episodio. En ciertas entregas especiales, Alberto Argibay o el propio Alberto Closas se sumó como narrador o cantante invitado, aportando prestigio a la producción. Esa presencia le otorgó al radioteatro una densidad artística que aún hoy se rescata. El grito de batalla —“¡Arriba Satán!”— cerraba cada capítulo y encendía la imaginación de los más chicos, que después corrían por los pasillos o por la vereda imitando a su héroe.

Poncho Negro, Revista Nº 11 publicado en enero de 1954.

La popularidad fue tal que el radioteatro pronto se transformó en revista, en discos de vinilo y hasta en canciones. El sello Calesita editó en 1954 la Canción de Poncho Negro, con letra de Antonio Ortiz Noguera y música de René Briand, interpretada por Alberto Closas. Ese mismo año aparecieron discos de 78 rpm que incluían relatos completos, con títulos como Poncho Negro contra los bandoleros y La traición de Calunga.

En 1955, la editorial también lanzó discos simples con la voz de Elsa Daniel en papeles secundarios y de Eduardo Rudy como narrador en algunos capítulos radiales llevados al vinilo. Estos registros hoy son piezas de colección, buscadas tanto por discófilos como por amantes de la radio antigua. Poncho Negro fue, en ese sentido, un fenómeno transmedia avant la lettre: convivió como radioteatro en vivo, historieta semanal, canciones en vinilo y hasta material promocional en revistas de espectáculos.

Eduardo Rudy (primero de la izquierda) Oscar Casco (tercero) e Hilda Bernard (quinta),
en Radio Splendid en la década de 1940.

Poncho Negro en la ciudad

En cuanto a cómo llegaba a Mar del Plata, las emisoras bonaerenses como Radio Belgrano y Radio El Mundo tenían alcance nacional vía ondas medias (AM), que permitían recepción directa en ciudades como Mar del Plata (a unos 400 km), especialmente con sus potentes señales. Sin embargo, la distribución principal se daba a través de afiliaciones y retransmisiones por estaciones locales. LU9 Radio Mar del Plata (inaugurada en 1947 como filial de LR3 Radio Belgrano), retransmitía programas de Buenos Aires, incluyendo radioteatros y radionovelas. 

Dado que Poncho Negro se emitía en Belgrano, es probable que se escuchara localmente vía LU9, que producía y relayaba contenido nacional desde 1948. Para Mar del Plata, el fenómeno tenía un sabor particular. Aquí se escuchaba en los chalets de Stella Maris y Playa Grande, pero también en los patios de los barrios del puerto y en las casas humildes de la periferia. No había distinción: el justiciero enmascarado era de todos.

Quienes fueron chicos en esa época recuerdan que las calles quedaban en silencio a la hora del programa. Los almacenes bajaban la persiana unos minutos antes, los bares ajustaban el dial, y hasta en las playas, en verano, alguna radio portátil llevaba la aventura a la arena. La voz que narraba y los sonidos de la acción parecían salir de las paredes mismas de la ciudad. El eco del mar en la Bristol, el repiqueteo de los tranvías en la avenida Luro, se mezclaban con el galope de Satán y la risa pícara de Calunga,

Con el paso del tiempo, la televisión fue ganando terreno y el radioteatro quedó como recuerdo de una época dorada. Sin embargo, Poncho Negro nunca se borró del todo. Los discos siguieron girando en tocadiscos familiares, las revistas quedaron guardadas en cajas, y los jingles sobrevivieron en la memoria de quienes fueron niños en los cincuenta.

Con el tiempo la TV tomó lugar, pero Poncho Negro nunca desapareció. Los discos y revistas se guardaron como reliquias familiares. Y se siguieron recordando. El periodista Carlos Rossi, en La Brújula 24, habló sobre lo irrompible de esos disquitos de plástico de Calesita, de canto infantil y del recuerdo que persiste pese a la modernidad

 

Hoy, el recuerdo se reactiva cada tanto. El locutor Lalo Mir suele evocarlo con cariño, rescatando la fuerza de aquellas ficciones sonoras que marcaron a una generación. Y en Mar del Plata, cada vez que se habla de los grandes momentos de la radio, el nombre de Poncho Negro aparece enseguida, junto con las risas, los silencios compartidos y ese grito que atravesó los años.


Poncho Negro fue mucho más que un personaje de aventuras. Fue un ritual de escucha, un espacio de encuentro familiar, una puerta abierta a la imaginación. En esta ciudad, donde la radio siempre tuvo un lugar especial, las aventuras de Poncho Negro son parte de la memoria colectiva. Hoy, al repasar aquellas grabaciones de 1954 y 1955, al hojear alguna revista amarillenta de 1953, o al recordar los pasos de Alberto Closas en los escenarios marplatenses, se entiende mejor por qué aquel justiciero de antifaz y poncho negro quedó grabado en el corazón de los marplatenses. Porque hubo un tiempo en que la ciudad se detenía para escuchar la radio, y en ese silencio expectante cabalgaba Poncho Negro, junto a Satán y Calunga, rumbo a la eternidad.

Referencias bibliográficas