Nicanor Otamendi es una localidad de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Se encuentra ubicada en el partido de General Alvarado, a 38 km de Miramar, cabecera del partido. A 34 km. de la ciudad de Mar del Plata se encuentra el pueblo, un lugar bien conocido en la provincia de Buenos Aires pues de allì surge la Fiesta Provincial de la Papa.
El comienzo de este pueblo fue la estación del Ferrocarril del Sud llamada "Dionisia", la cual por muchos años se llamó así mientras que el pueblo recibió el nombre del militar, los antiguos pobladores lo siguen llamando Dionisia, años más tarde se le da el nombre del pueblo también a la estación, ya que las tierras donde se construyo la traza pertenecieron a Otamendi, quien las recibió como pago de sus servicios militares, algunas de ellas siguen perteneciendo a sus descendientes.
En sus orígenes, fue una
estación ferroviaria muy importante, ya que su empalme permitía conectar las
vías de la zona sudeste bonaerense, con tráfico de carga rural muy activo, que
se mantuvo hasta mediados de la década de 1970, donde el cierre de ramales y
servicios comenzó a declinar, cambiando para siempre la vida de este pueblo que
supo contar con hoteles para viajantes, grandes almacenes y tiendas. Su economía se basa en la producción agrícola, sobre
todo la producción de papa, ya que la zona es una de las principales
productoras del país. Cuenta con el privilegio de organizar la Fiesta Provincial de la Papa, que reúne a los mejores productores de la provincia de
Buenos Aires.
Esta fiesta se caracteriza
por la base de la producción de la ciudad que es la papa. Consiste en
exposiciones de maquinarias, stands de interés cultural y la promoción de la
industria papera. También se ofrecen espectáculos gratuitos al aire libre de
diversos estilos de música. Además se realiza una ceremonia de gala donde es
elegida la reina provincial de la papa. Se realiza anualmente sobre la primera
quincena de marzo.
El comandante Nicanor Otamendi y el combate de San
Antonio de Iraola
Nuestra
historia tiene personajes de características heroicas y en muchos casos poco o
casi nada conocidos aún cuando sus descendientes conviven con nosotros
diariamente caminando nuestras calles tandilenses. Tal es el caso, entre otros,
del Comandante Nicanor Otamendi., el héroe-junto a sus soldados- del combate
San Antonio de Iraola.
Originario
de Navarra el pater faimilis en el país de esta rama Otamendi, fue Juan B. de
Otamendi, nacido en 1777, quien llegó a las playas de Buenos Aires muy
jovencito, casándose en 1796 con Maria M. I. J. y Pelliza. Entre los hijos del
matrimonio, estuvo José Martiniano quien desposó a doña María Pereyra y
Arambulo, padres de los hermanos Nicanor-nuestro personaje- y Fernando J.
Según
cuenta la tradición familiar de los Otamendi, Nicanor estuvo de novio con
Eufemia Matallana y aunque el noviazgo no concluyó en matrimonio, el hermano de
Nicanor, se enamoró de Eufemia y superando prejuicios propios de la época,
Fernando y Eufemia se casaron teniendo nada menos que once hijos. Uno de ellos,
Fernando Víctor, fue el padre de Juan Aníbal Otamendi quien a su vez tuvo de su
matrimonio a Susana y a nuestro generoso informante Carlos.
Por
su parte los tres hijos de Susana Otamendi, casada con Huberto Cuevas Acevedo:
Huberto, Patricio y Máximo Cuevas Otamendi, (sobrinos tataranietos) son
hoy -junto a la rama de los Dupuy Otamendi, nuestros vecinos herederos de aquel
héroe de nuestra historia y del que daremos algunas noticias a continuación. Don
José Martiniano- padre de Nicanor- ya poseía tierras hacia 1831 en la zona
sudeste de la provincia y allí se dedicó a tareas rurales junto a sus hijos. Sin
embargo Nicanor, nacido en Buenos Aire el 5 de agosto de 1823, pronto se hizo
hombre de armas y se alistó en las fuerzas anti rosistas.
Producida
la caída de Rosas, luego de su derrota en la batalla de Caseros el 3 de febrero
de 1852, en los meses que siguieron las provincias del interior llegaron a un
amplio acuerdo con el general Urquiza, a quien dieron el mando provisorio del
país y encargaron organizar la Convención Nacional que debería sancionar la
Constitución. En Buenos Aires, en cambio, una alianza de unitarios y ex
rosistas se negó a aceptar el acuerdo y rechazó sus cláusulas en la
Legislatura.
1852 Tras la Batalla de Caseros, se firma el Acuerdo de San Nicolás y Justo José de Urquiza asume como director provisorio de las Provincias Unidas |
Así
las cosas, el 11 de setiembre, cuando Urquiza estaba en viaje hacia Santa Fe
para inaugurar sus sesiones, los líderes unitarios derrocaron al gobernador
delegado y rechazaron una vez más el Acuerdo. De hecho, se separaron del resto
del país, iniciando lo que se llamó el Estado de Buenos Aires que si bien no
era formalmente independiente, en los hechos se manejaba como tal. Urquiza
quiso volver a la ciudad por la fuerza, pero a los pocos días cambió de idea e
inauguró la Convención sin la presencia porteña quienes organizaron dos
ejércitos: uno se estableció en San Nicolás, al mando del general José M. Paz,
que pidió permiso para viajar al interior a tratar con los demás gobernadores,
pero ante la negativa santafesina y cordobesa, comenzó a organizar una invasión
a Santa Fe, que nunca se llevó a cabo.
El
otro ejército invadió Entre Ríos en noviembre, dividido en dos cuerpos, uno al
mando del Gral. Juan Madariaga y el otro con el Gral. Manuel Hornos al frente,
pero la doble invasión fue derrotada por los entrerrianos.
El sitio de Buenos Aires
Los
jefes de las milicias de campaña de Buenos Aires, en general ex colaboradores
de Rosas, estaban descontentos con la separación de la Confederación Argentina.
El Comandante de Campaña, coronel Hilario Lagos, se aseguró el apoyo de casi
todos ellos y se pronunció contra el gobierno el día 1 de diciembre. En pocos
días, dominaron los partidos del interior de la provincia y se dirigieron sobre
Buenos Aires. La rápida reacción de las milicias urbanas, dirigidas por
Bartolomé Mitre, evitó que la ciudad fuera tomada en el primer asalto, sin
embargo las tropas de Lagos rodearon con un cerco militar la ciudad y, en menos
de una semana, le impusieron sitio.
El gobernador Manuel Guillermo Pinto se
entrevistó con Mitre y con el coronel Pedro Rosas y Belgrano quien le aseguró
que contaba con simpatías suficientes entre los indígenas en los cantones de la
frontera sur, como para enfrentar a Lagos desde la retaguardia, entonces el
gobernador Pinto envió a Rosas y Belgrano con unos pocos acompañantes al puerto
del Tuyú, partiendo de Buenos Aires el 8 de diciembre, con la promesa de
enviarle un fuerte refuerzo de infantería. Apenas
desembarcado, Rosas y Belgrano convocó a los caciques indígenas para que
cumplieran sus compromisos de un año antes, en que habían prometido defender a
Buenos Aires de un ataque exterior. La noticia de la expedición de Rosas y
Belgrano levantó los ánimos de los porteños, mientras que los federales se
dedicaron a tratar de detenerlo antes de que aumentaran las fuerzas a sus
espaldas.
Rosas
y Belgrano unió varios grupos dispersos y marchó hasta Dolores, donde logró
reunir unos 3.500 hombres y algo más de 1.000 indios, regresando rápidamente
hasta la costa del río Salado, a esperar la prometida expedición naval con armas
y municiones, instalándose cerca de la desembocadura de este río, en su orilla
sur, por consejo de Ramos Mejía, que no quería quedar con el río a sus
espaldas. No obstante, como el lugar no era adecuado para acampar, poco después
cruzaron el río y se instalaron en el "puesto de San Gregorio",
apenas un monte de talas y un rancho, algo mejor que la ubicación anterior.
Pero
los refuerzos y armas no llegaron nunca: de los cuatro barcos en que debían ser
transportados, tres fueron capturados por la escuadra de la Confederación, y el
otro encalló. El jefe de la vanguardia del ejército de Lagos, Juan Francisco
Olmos reunió algunos hombres y se estacionó en la Laguna de Lastra, actual
estación Monasterio, donde fue repentinamente atacado por las fuerzas de Ramos
Mejía, que, aunque con fuerzas inferiores en número, logró causarle 15 muertos
y 8 prisioneros. Olmos se retiró en dirección a Chascomús, donde se unió al
ejército enviado por Lagos, al mando del coronel Jerónimo Costa.
La batalla de San Gregorio
Al
llegar frente al ejército enemigo, Costa puso a sus tropas al mando del general
Gregorio Paz, en tanto Rosas y Belgrano delegaba el mando de las suyas en el
coronel Faustino Velazco, recién incorporado al ejército porteño.
Las
tropas de ambos ejércitos formaron como indicaba la tradición, con sus alas de
caballería y su centro de infantería y artillería, sin embargo, antes de
terminar de ubicarse, los indígenas del ejército de Rosas y Belgrano
conferenciaron con los indios que venían en el ejército federal y, de común
acuerdo, todos abandonaron el campo de batalla. Con ese cambio, la situación
quedaba ampliamente a favor del ejército de la Confederación: casi en una
proporción de 3 a
1; además, contaban con mejor armamento y mandos intermedios y más experiencia
en las tropas, la única ventaja del ejército unitario eran sus mejores y más
numerosos caballos.
Paz,
que no estaba seguro del número de sus enemigos, inició el ataque con una carga
de caballería muy cautelosa. Tanto, que fue fácilmente rechazada por las
exiguas infantería y artillería porteñas. Pero cuando el teniente coronel
Nicanor Otamendi, al frente de su escuadrón, pretendió contraatacar, sus
hombres se negaron a obedecer y lo tomaron prisionero. Pasaron entonces dos
horas de expectativa, con los dos ejércitos intentando mejorar sus posiciones,
pero cerca de las 11, un tercio de la caballería unitaria desertó, huyendo por
las orillas del río Salado. Era
el 22 de enero de 1853. Viendo la situación, Paz ordenó un ataque general de su
caballería, que arrolló al ejército enemigo en minutos. Muchos de los soldados
intentaron salvarse lanzándose al río, pero las barrancas de la costa les
impidieron terminar el cruce y murieron ahogados; entre ellos estaba el coronel
Acosta. Otros, como el coronel Velazco, quedaron encerrados contra las altas
barrancas y fueron muertos.
Los
que fueron alcanzados antes por los oficiales que por los soldados, como Rosas
y Belgrano, salvaron su vida y fueron tomados prisioneros al igual que Ramos
Mejía y Otamendi. Sólo muy pocos pudieron escapar, entre ellos el coronel
Campos y el joven José Hernández, luego autor del Martín Fierro. Al mediodía,
la batalla había terminado. Las bajas por muerte, de ambos bandos, fueron poco
numerosas, pero más de la mitad de los efectivos del ejército porteño cayeron
prisioneros. Nicanor
Otamendi, como quedó dicho, estuvo entre ellos pero su hermano Belisario y su
primo Dalmiro murieron en el campo de batalla. Como consecuencia los oficiales
prisioneros fueron enviados al ejército de Lagos, y los soldados incorporados a
las fuerzas de Costa, que se unió también al sitio de Buenos Aires, el que
quedó más reforzado, permitiendo a Lagos cerrar el cerco sobre la capital.
Por
esos mismos días comenzaba a sesionar la Convención Constituyente de Santa Fe,
en la cual estaban representadas todas las provincias, menos la de Buenos
Aires. Los federales organizaron elecciones en los pueblos del interior de la
provincia y reunieron una legislatura en San José de Flores que eligió
gobernador al general Lagos. El sitio se prolongó por varios meses más, con
escaramuzas casi todos los días. El
1 de mayo de 1853, la Convención de Santa Fe sancionó la Constitución Nacional,
pero ésta fue desconocida por Buenos Aires, que no había participado en su
sanción. Ante la deserción y empobrecimiento de sus posiciones y armas,
finalmente, el general Urquiza ordenó la retirada hacia Rosario, seguido por
Lagos. Desde entonces, la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires
funcionaron como dos estados independientes.
En
los años siguientes, Buenos Aires sancionó su propia constitución, que dejaba
abierta la posibilidad para una independencia definitiva, la que no se produjo
debido a la derrota porteña al mando de Mitre a manos de Urquiza en la batalla
de Cepeda el 23 de octubre de 1859 y la consecuente firma del Pacto de San José
de Flores. Finalmente, en la batalla de Pavón, el 17 de setiembre de 1861,
Mitre al frente de las fuerzas porteñas derrotó a Urquiza, al mando del
ejército de la Confederación e inició lo que sería el camino a la unión
definitiva de la Nación.
Cacique Juan José Catriel (1838-1910) |
Pero
sigamos con nuestro personaje. Después de liberado, Otamendi pasó a servir en
las fuerzas del Gral. Hornos, el 5 de marzo de 1853, como teniente coronel de
los Guardias Nacionales, siendo dado de baja en junio de ese año y pocos meses
después reincorporado como teniente coronel de milicias fue destinado a la
frontera interior para luchar contra lo indios araucanos que respondían a
Calfucurá y Catriel.
El Combate de San Antonio de Iraola,
una masacre.
Prestó
su concurso en la defensa organizada para rechazar las incursiones indígenas:
en 1855 operó en combinación con las fuerzas del coronel E. Mitre batiendo a
las indiadas comandadas por los caciques citados, las de Calfucurá habían
cercado al coronel Laureano Díaz, encerrándolo circunstancias en la que fue
reforzado por Otamendi y el capitán Alejandro Díaz.
Los
indios atacaron en los campos de San Antonio, (actual partido de Benito
Juárez), al capitán González el día 8 de septiembre de 1855, quien contando
con pocos elementos de defensa, mandó un parte al jefe de la frontera del Azul,
general Manuel Hornos, el que impartió órdenes al comandante Nicanor Otamendi
para que se pusiera en marcha con 80 hombres de su escuadrón y 50 húsares, a
fin de batir a los invasores.
En
San Antonio la columna se vio hostilizada por los indios, razón por la cual el
jefe resolvió atrincherarse en un corral de palo a pique, en los campos de Don.
José Gerónimo de lraola los que después pertenecieron a su nieto, el Dr. Martín
Jacobé y allí esperó el ataque. En
previsión de que las caballadas podían serle arrebatadas y a fin de no quedar a
pie en medio del desierto, Otamendi las mandó encerrar en el corral en que se
atrincheró.
En
la madrugada del 12 de septiembre de 1855, los indios de la tribu de Yanquetruz
(después autor del maloqueo al Tandil) atacaron el corral en número de 2200
hombres de pelea, luego de haber dejado numerosos muertos. Los indígenas fueron
sometidos a medianoche, pero al amanecer del día 13, Otamendi resolvió atacar,
abriendo el fuego con un pequeño cañón y disparos de carabinas, A la cabeza de
sus soldados fue el primero en cargar contra el enemigo cayendo muerto en la
puerta del corral. Los indios echaron pie a tierra y llevaron un ataque formidable
con sus lanzas y boleadoras en medio de una gritería infernal, que hizo
espantar a la caballada encerrada, lo que motivó que los animales pisotearan a
los defensores.
El
capitán Cayetano Ramos, que tuvo una actuación distinguida en el sitio de Buenos
Aires, al salir del corral para atacar, también fue muerto a lanzazos y así
murieron 124 valerosos oficiales y soldados además de Otamendi y Ramos, uno a
uno después de una lucha desesperada. Sólo un soldado de apellido Roldán se
salvó de la matanza, quedando por muerto, y es el que dio los detalles de
aquella trágica jornada. Inmediatamente de ocurrido el desastre, acudieron
fuerzas del Azul y encontraron el lugar del suceso lleno de cadáveres. Ya era
tarde…
El
historiador tandilense Salvador Romeo, en su libro “San Antonio de Iraola”, por
su parte, nos dice: al respecto: “El Comandante Nicanor Otamendi, en Azul, a
las órdenes del General Manuel Hornos, recibe instrucciones con el fin de
repeler la invasión. La columna del Comandante Otamendi sumaba 126 hombres.
Apenas empezada la marcha, la caballería cristiana se vio súbitamente
flanqueada por ligeras y numerosas partidas de indios que en el trayecto la
obstaculizaban sin descanso. Casi acorralado llegó el bravo jefe a la estancia
‘San Antonio de Iraola’.
Acosado
y acometido, se vio obligado a dar desigual combate. Más de dos mil indios de
Yanquetruz atacaron la madrugada del 13 de setiembre de 1855 a la fuerza de
Otamendi. Ëste buscó un corral de palo a pique, donde también encerró a la
caballada, para no quedar a pie en el desierto (sic). Lucharon bravamente, pero
el número impuso la victoria. Allí murieron Otamendi, el segundo jefe Capitán
Cayetano Ramos y sus hombres, lanceados. Salvaron la vida uno o dos soldados,
según los documentos (...) Existe al respecto información inédita que vincula
los resultados desastrosos de la hecatombe a las autoridades de la región, en
forma tal que aquella dolorosa acción encierra todavía muchos misterios.”
El
mismísimo coronel Emilio Mitre, Jefe de la Frontera Sur, en carta a su hermano
Bartolomé, ministro de Guerra y Marina, relata los hechos de la siguiente
manera: «Por lo que me ha dicho este soldado (Roldán), los indios fueron
sentidos como a la media noche del día 12, y al amanecer del 13 nuestros bravos
se encontraron rodeados por todas partes; pero sin que decayese su ánimo.
A pesar de la inmensa superioridad numérica del enemigo, resolvieron defenderse hasta el último trance dentro de un corral; los indios, para atacarlos en esta posición, echaron pie a tierra y los cargaron con audacia, sin que los contuviera el fuego constante de nuestros tiradores, hasta llegar contra los mismos palos del corral, en donde hicieron varios portillos para entrar, lo que consiguieron, debido en gran parte al desórden que causó entre nuestros soldados el alboroto de los caballos que estaban encerrados dentro del mismo corral.
A pesar de la inmensa superioridad numérica del enemigo, resolvieron defenderse hasta el último trance dentro de un corral; los indios, para atacarlos en esta posición, echaron pie a tierra y los cargaron con audacia, sin que los contuviera el fuego constante de nuestros tiradores, hasta llegar contra los mismos palos del corral, en donde hicieron varios portillos para entrar, lo que consiguieron, debido en gran parte al desórden que causó entre nuestros soldados el alboroto de los caballos que estaban encerrados dentro del mismo corral.
«El Comandante Otamendi que defendía la puerta, fué de los primeros que murieron, y habiendo logrado. algunos indios entrar dentro del corral, siendo cada vez mayor el desorden que causaban los caballos, el capitán Ramos que había quedado al mándo de las fuerzas, mandó salir afuera, donde no pudo seguirlo dicho soldado, aunque después lo vió muerto lo mismo que a los demás compañeros".
«Esta noticia me la ha confirmado también el mayor Lescano, el cual llegó a "San Antonio” pocas horas después del combate, y vió que nuestros muertos estaban fuera y dentro del corral. Por lo que dejo dicho, se puede calcular que las descubiertas del Comandante Otamendi no habían en el día descubierto a. los indios, los cuales, probablemente permanecieron ocultos en alguno de los grandes bajos que hay en esos campos.
“Este suceso fatal ha facilitado a los indios para dar un golpe con ventaja, pero también ha servido para mostrar el valor heroico de nuestros compañeros, valor que confío sabrá imitar la División del Sur, con la confianza de que no está lejos el día en que podamos vengar la sangre de los valientes Otamendi y Ramos y demás Oficiales y soldados que han perecido en tan heroico como desgraciado combate. Dios guarde a V. S. muchos años.”
Según
cuenta la tradición familiar de los Otamendi, trasladada de generación en
generación, habría ocurrido un hecho poco divulgado y casi legendario que
relata que a la muerte de Nicanor Otamendi, varios indios comieron su corazón
para obtener así los valores de su valentía. En
cambio, se tiene certeza que cuando Yanquetruz murió borracho en una riña en
Bahía Blanca, el cacique vestía la chaqueta de Otamendi….También nos dice don
Carlos Otamendi-recordemos sobrino bisnieto de Nicanor-que días antes del
combate, y previendo posiblemente su cercano fin, Nicanor envió con un chasque
su sable y su reloj de oro a su madre. Hoy el sable está en poder de los Dupuy
Otamendi .
El
gobernador Pastor Obligado envió a su padre, José Martiniano, en ese momento
diputado en la Legislatura, una nota de pésame. Un mes después de la masacre,
el gobierno celebró en la catedral de Buenos Aires los solemnes funerales. Hoy
el pueblo Comandante Nicanor Otamendi, en el partido de Gral. Alvarado,
recuerda a este héroe.
Historia
Hace más de
10.000 años que la raza humana merodea por estas latitudes, pero recién con la
llegada de los españoles y el paso del jesuita Cardiel y su comitiva expedicionaria
comienzan a garabatearse las primeras páginas de su historia. En 1827, tras la
sanción de la ley de enfiteusis, el mapa bonaerense comienza a dibujarse. Pedro
Trápani, un estanciero y saladero de la época, al solicitar las tierras
denunció que llevaba 11 años en el Rincón de Lobos, en las cercanías de los
campos otamendinos.
Otros pobladores
fueron incursionando y se sumaron a los indios y gauchos que
circunstancialmente transitaban por estos pagos, por entonces pertenecientes al
partido de Monsalvo. En 1839 pasaron a integrar la Lobería Grande, luego el
distrito de General Pueyrredón y finalmente, en 1891, el de General Alvarado.
Apellidos como Campos, Franco y Otamendi aparecieron sobre las mensuras
realizadas por los agrimensores Chiclana y Cramer, allá por el año 1836, y eran
acompañados por un sinnúmero de personajes anónimos que impregnaron de su
espíritu a la comarca.
Así fueron
transcurriendo los años en los campos de Otamendi hasta los albores del siglo
XX, cuando los inmigrantes desembarcaron en las chacras y se convirtieron en
arrendatarios. Balbina Otamendi
de Inurrigarro era la propietaria de estas tierras, que formaban parte de la
estancia El Infierno. En 1908 se autorizó al Ferrocarril del Sud la
construcción de dos nuevos ramales que partirían de Mar del Plata: uno llegaría
a Miramar y otro, a San Agustín, en el partido de Balcarce, bifurcándose las
vías en la estación Dionisia, denominada así por Doña Balbina en honor a su
madre, Dionisia Byron de Otamendi.
Festejos del 25 de mayo de 1914 en Dionisia (Nicanor Otamendi) |
Festejos del 25 de mayo de 1914 en Dionisia (Nicanor Otamendi) |
Cuando el
traqueteo del tren rompió con la monotonía del paisaje, Balbina autorizó el
loteo de los terrenos que circundaban a la estación para fundar allí un nuevo
pueblo, que pasaría a la posteridad con el nombre de su tío abuelo. El
comandante Nicanor Otamendi -hijo de José Martiniano, que ya en 1831 poseía
campos en la zona- era criollo y militar, y la muerte lo encontró defendiendo a
la patria en 1855, a
manos de los indios del cacique Yanquetruz, en el combate de San Antonio de
Iraola, en las cercanías de Benito Juárez.
Festejos del 25 de mayo de 1914 en Dionisia (Nicanor Otamendi) |
Festejos del 25 de mayo de 1914 en Dionisia (Nicanor Otamendi) |
El
remate de solares, quintas y chacras para la fundación del pueblo se realizó en
Mar del Plata, en el Teatro Colón, y la fertilidad de sus tierras atrajo a
inmigrantes y criollos, que pronto trazaron los surcos de un nuevo paisaje. La
estación Dionisia era el centro social y económico, y en torno de ella fue
creciendo Nicanor Otamendi.
La
historia de esta localidad se remonta a comienzos del siglo XX, cuando Balbina
Josefina Otamendi de Iñurrigarro, donó en 1910 un predio para la instalación de
una estación del FFCC del Sur, que en 1908 se había decidido crear en la zona.,
la que se bautizó originalmente con el nombre de Dionisia, como homenaje a la
madre de la donante. Finalmente en febrero de 1911 se abrió la estación,
simultáneamente con la de Miramar. Luego de ello, doña Balbina autorizó el
loteo de sus tierras circundantes a la estación para fundar un pueblo que
llevaría el nombre de su tío abuelo y cuya traza quedó a cargo del Ing. Gustavo
Otamendi-familiar de la donante.
En
1952, el poder Ejecutivo Nacional, resolvió eliminar el nombre de “Dionisia”,
como homenaje a la madre de la propietaria de las tierras, Doña Dionisia Byron
de Otamendi que correspondía a la estación ferroviaria, unificándose con el de
“Comandante Nicanor Otamendi”, que fue el del pueblo desde su fundación. En
octubre de 1975, por el decreto 6682/75, sancionado por el gobierno provincial,
el pueblo fue elevado a rango de ciudad, ocupada hoy por aproximadamente 7.000
habitantes y que con la zona rural se estima que llega a 10.000.
Por estos días, a
95 años de su fundación, los galpones ferroviarios se esfuminan entre las
plantas de silos, y una vieja manga por donde pasaban los vacunos para subir al
tren adorna el Paseo del Ombú, en torno del mismo árbol que sirvió de sombra a
los reseros, frente al almacén El Pensamiento, lugar de copas en esos tiempos.
La agricultura dio impulso a la economía lugareña, rica gracias a la producción
de papa y las industrias del sector. No en vano Comandante Nicanor Otamendi es
la capital provincial de este cultivo.
Fiesta de la Papa
En el año 1965, el gobierno de la
Provincia de Bs As designó al Club Circulo Deportivo de Comandante Nicanor
Otamendi como “Organizador de la Fiesta Provincial de la Papa”, en razón de sus
antecedentes institucionales y en mérito por haber sido la única entidad que
mediante su baile anual daba elección a la Reina de la Papa en forma
ininterrumpida desde el año 1949, rendiendo homenaje a este importante cultivo
del sudeste bonaerense.
Nilda Bañuelos primera reina nacional de la papa 1965
|
Desde el año 1949, rendia homenaje a este importante
cultivo del sudeste bonaerense y fue asi como un grupo de tecnicos del INTA
Balcarce, algunos productores y los miembros del Club Circulo Deportivo
encabezados por su presidente por ese entonces Roberto Trama emprendieron la
organización de esta importante fiesta, que con el correr de los años se
convirtió en la más prestigiosa de la zona, un éxito que todos los pobladores
de la región esperaban presenciar.
quinta reina provincial de la papa año 1969
|
La Fiesta contó con el apoyo permanente de la Municipalidad de General Alvarado, junto con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Federación Argentina de Productores de Papa y la Subsecretaria de Agricultura y Ganaderia, Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires, quienes trabajaron mancomunadamente con cada una de las comisiones organizadoras.
Decima reina provincial de la papa año 1975
|
En sus primeros
años la exposición “La Industria y el Agro” y el concurso de papas del sudeste
bonaerense se llevaban a cabo en el campo deportivo de la Institución, pero en
el año 1984 los mismos se trasladaron a la plaza "General Belgrano"
de la localidad y calles adyacentes.
Reina prov. de la papa--1979
|
En el año 1967 se incorpora el 1º
Concurso de Papas del Sudeste y en 1968 el Congreso de Productores, en el cual
se les brinda a los mismos información técnica actualizada y se debaten las
problematicas del sector. En virtud de las crisis de finales de la decada de
`90 que afecto al campo argentino, bajando la rentabilidad de las producciones
agropecuarias, la fiesta tuvo un receso luego del año 1999 donde se realizo su
29º edición.
18 fiesta prov. papa año 1986
|
La historia cambio en el 2006, bajo la presidencia de José Lerga y una comisión de gente joven se trabajo muy duro para recuperarla, lográndose por fin recuperar el espíritu de estos festejos y llevando a cabo la 30º Fiesta Provincial de la Papa en marzo del 2007. La Fiesta Provincial de la Papa que se realiza en este privilegiado punto del sudeste Bonaerense y nacida al calor de la amistad hace cinco décadas, fue y es una oportunidad para el reecuentro de la gran familia papera de esta zona y otras regiones del pais. Se realiza la 2º quincena de marzo desde 1965.
22 fiesta prov. papa año 1992
|
La fiesta se inaugura con la apertura de exposición "La
Industria y el Agro" y el concurso de papa. Además empresas y entidades
públicas relacionadas con el sector exponen sus productos y servicios en los
stands que adquirieron especialmente. Otra de las actividades a realizar es
brindar información técnica actualizada a los productores que asisten a la
exposición.
También se presentan las aspirantes a reina de la fiesta
provincial de la papa y se hace un gran baile de gala que culmina con la
elección de la reina. En la actualidad, gracias al avance en el uso de imágenes
satelitales, se contempló en la programación dar a conocer el área plantada con
papa para cada campaña, información que permite planificar estrategias de
comercialización.
fiesta prov. papa n30 año 2007
|
Para el cierre se lleva a cabo un desfile de carrozas y
maquinarias. Al culminar el desfile se lleva a cabo un almuerzo popular y se
realiza el concurso de la papa, eligiéndose además el mejor stand.
Fuentes:
Daniel
Eduardo Pérez
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