Expedición Atlantis |
En
1984, durante 52 días de travesía, una balsa con una choza de bambú recorrió
las aguas del Atlántico. A bordo, navegaba el coraje, el fervor romántico y la
atracción por la aventura épica de cinco argentinos: Alfredo Barragán, abogado;
Jorge Manuel lriberri, también abogado; Oscar Horacio Giaccaglia, comerciante;
Félix Arrieta, camarógrafo de AIG; y Daniel Sánchez Magariños, recién recibido
de ingeniero agrónomo. Todos ellos surcaron 5.500 kilómetros
de mar.
La
idea de la aventura comenzó cuando Alfredo Barragán, jefe de la empresa, leyó,
siendo niño, Las aventuras de la Kon-Tiki, obra donde el noruego Thor Heyerdahl
relata el viaje marino que enlazó, en 1947, El Callao, en Perú, con la
Polinesia. Heyerdahl buscaba demostrar la posible comunicación en lejanas
épocas entre América y las islas polinesias. Para esto, atravesó 6.000 kilómetros
de océano en la Kon-Tiki (imitación de una antigua embarcación polinesia).
Poco
menos de cuatro décadas después, un puñado de aguerridos argentinos habría de
equiparar la hazaña del noruego. En su navegación, la expedición Atlantis unió
el puerto de Santa Cruz de Tenerife, en la Islas Canarias, con las costas de
Venezuela. Su barco con una choza de bambú era una réplica de antiguas
embarcaciones africanas. El éxito del viaje demostró la posibilidad de que los
habitantes del continente negro hayan arribado hace miles de años a la América
Central, donde perdura su posible influencia a través de las famosas cabezas
olmecas de rasgos negroides.
El viaje de la Atlantis
Ya
estaban a mediados de junio. Hacía más de 20 días que habían partido del puerto
de Santa Cruz de Tenerife, islas Canarias, y el sol empezaba a hacer estragos en la piel de los navegantes
de la balsa Atlantis. A pesar de que todos eran hombres de piel curtida,
acostumbrada a resistir, el sol que caía a pico en la zona ecuatorial medio del
Atlántico quemaba fuerte. Y para colmo la crema humectante, que con tanto
recelo habían previsto llevar en esta expedición, la olvidaron en las Canarias.
Los posibles reemplazos de la crema humectante a bordo de la Atlantis no eran
muchos: el aceite de cocina, el aceite de lino utilizado para mantener la
flexibilidad en las sogas...
¿Y
quiénes eran los expedicionarios? Alfredo Barragán (35)abogado; Jorge Manuel
lriberri, también abogado; Oscar Horacio Giaccaglia (39), comerciante; Félix
Arrieta (41), camarógrafo de AIG, y Daniel Sánchez Magariños (31), recién
recibido de ingeniero agrónomo. Ellos pensaron que era posible navegar 3.000 millas marinas (5.500 kilómetros ),
en una primitiva balsa hecha con 9 troncos de madera balsa y una vela, para
atravesar el océano Atlántico desde las islas Canarias hasta el puerto de La
Guayra, Venezuela.
¿Y
para qué hacer semejante viaje?, puede preguntarse uno. ¿Para qué viajar tanto
y en esas condiciones tan precarias? Un resumen de los objetivos de este viaje
puede ser el siguiente: un objetivo esencialmente deportivo; otro científico,
porque el viaje de la balsa Atlantis podría demostrar la factibilidad de que los
individuos de raza negra representados hace más de 3.500 años en las
"Cabezas Colosales" -estatuas de basalto con rasgos africanos hechas
por la tribu Olmeca en el golfo de México- hayan provenido de Africa a través
del Atlántico; y un tercer objetivo cultural, ya que podrían realizar en este
viaje una película de largometraje, un audiovisual con diapositivas y un libro
sobre la expedición, todo con carácter documental.
Tres
objetivos precisos pero atrás un gusto por encontrarse frente a la naturaleza,
con todos los sinsabores y placeres que esto puede acarrear. Placer como el que
les suministró a los 25 días de travesía una golondrina que se posó en la
balsa. Sin temor alguno compartió con ellos el alimento durante cuatro
días...En los primeros días de navegación -partieron el 22 de mayo- esta balsa
de 14 metros
de eslora (largo de una nave), 5,50 de manga (ancho), hecha con 9 troncos de
madera balsa y 6 traviesas ligadas todas con fibra vegetal, se vio obligada a
navegar con olas de cuatro a seis metros de altura.
Atravesaban una zona de
vientos, y la balsa era impulsada por la corriente denominada Canarias. Esta
corriente marina, que en su trayecto va cambiando de nombre -Canarias,
Nordecuatorial y Ecuatorial-era el "motor", junto al viento que
recolectaba una vela cuadrada sostenida de un mástil bípode de 10 metros de altura.
Viento y mar, sólo con estos elementos querían llegar hasta América. Contaban,
sí, con todos los instrumentos marinos necesarios para fijar la posición en el
océano. Aunque a veces pudieron confirmar la ubicación con los datos
suministrados por algunos barcos que se cruzaron en su camino.
Una
vez los visitó el Flatson Star, un buque mercante alemán que se acercó a 80 metros de la balsa.
Las olas impidieron un mayor contacto y la comunicación fue radial. Pero el
inglés que hablaban los alemanes del Flatson Star era incomprensible para los
tripulantes de la balsa. La solución cayó de sorpresa. A los cinco minutos de
un intrincado e incomprensible diálogo entre el capitán del buque alemán y
Alfredo Barragán, se escuchó en la radio de la balsa esta frase dicha con un
inconfundible acento gallego:
"¿Pero es que allí no hay nadie que hable español?" Era el
cocinero del barco que había sido mandado a buscar urgentemente por el capitán.
Cocinero y traductor improvisado. Y a través de esta voz española la Atlantis
confirmó su ubicación. Todo estaba correcto: los datos que registraba el
instrumental de la Atlantis era similares a los del Flatson Star.
En
septiembre de 1983, Barragán y Arrieta viajaron a Guayaquil, Ecuador, en busca
de los árboles de balsa "tipo hembra" y libres de corazón de agua que
servirían para la construcción en un astillero de Mar del Plata, de la balsa
Atlantis. Tuvieron que internarse en la selva ecuatoriana, acompañados por
indígenas para dar con estos árboles, iguales a los que en épocas pasadas
crecían en la selva africana. Trajeron 20 troncos de 18 metros de largo que
sumaban más de 35 toneladas.
El trayecto Ecuador-Buenos Aires-Mar del Plata lo
hicieron en un buque de ELMA. De estos 20 troncos 9 serían los elegidos para
construir la balsa y sobre ella simplemente una choza de bambú, caña picada y
paja de cuatro metros de largo, de 2,50 de ancho y 1, 10 de alto. Y sin timón,
igual que las antiguas barcas: solamente la vela y nueve orzas regulables de
madera podrían efectuar los cambios en el rumbo. Por supuesto que la
maniobrabilidad era escasa. Cuando en la ruta enfrentaban a una isla, dos días
antes debían comenzar a girar para evitarla.
Recorrido Expedición Atlantis. Carta Náutica |
Recorrido Expedición Atlantis. |
Troncos, fibra vegetal y caña de bambú-elementos que hace más de 3.00 podrían haber utilizado los habitantes de Africa-, junto a alimentos deshidratados de agua mineral española, 2 garrafas de 45 kilos de gas cada una, raciones de supervivencia, destiladores de agua, una radio VHF, brújulas, sextantes y cartas marinas. Además toda la expedición quedaría grabada: Arrieta sería el camarógrafo, y los restantes, fotógrafos. Habría trabajo para todos pero también encontrarían momentos para divertirse...
Hubo
dos momentos críticos en la travesía: dos tormentas que amenazaron de muerte a
la Atlantis. Olas de más de 8
metros y vientos de 70 kilómetros por
hora se opusieron a esta expedición. La primer tormenta duró dos días y fue a
los 15 días de la partida de Santa Cruz de Tenerife. La otra castigo casi al
final, cuando ya se había atravesado la mayor parte del océano y los hombres de
la Atlantis casi saboreaban el triunfo.
Varias ligaduras se soltaron, los
troncos crujieron como nunca, la vela fue anulada, y todos se ataron a la nave.
Había que esperar que el mar se calmara. No había forma de hacer frente a esa
pelea. Y cuenta Alfredo Barragán -uno de los principales impulsores de esta
expedición-, que cuando se encontraba atado a la balsa en medio de la tormenta
se acordó de Dolores, su pueblo, de su familia, y de un libro: Las aventuras de
la Kon-Tiki.
Ese libro cayó en sus manos cuando cursaba cuarto grado de la
escuela normal, y desde entonces esa aventura aumentó su fantasía de
adolescente. De chico siempre soñó con ser el capitán de una balsa que
atravesaba el mar, y ahora, más de 20 años después de esos sueños, estaba atado
a una balsa. Y su vida y la de todos los tripulantes de la Atlantis estaban en
manos de una tormenta.
Pero el mal tiempo pasó y el peligro también. Y llegaron
nuevos visitantes. Los peces voladores los acompañaron durante gran parte de la
travesía y varios días unos cuantos globicéfalos-falsas orcas de unos 5 a 8 metros de longitud-
giraron continuamente alrededor de la embarcación, como vigilando la ruta. Dos ballenas
se acercaron extrañadas durante una mañana de fines de junio. Miraron, olieron,
tiraron agua -tal vez en forma de saludo- y se alejaron de esa extraña especie
desconocida para ellas...
Y a los 40 días aparecieron los primeros signos, las señales de que estaban cerca del continente: ramas y manchas de petróleo. Evitaron a la isla de Trinidad-Tobago, sin verla. Dos días antes de la llegada, una lancha de la Armada venezolana hizo el primer contacto con la Atlantis.
La corriente los
acercaba al puerto de La Guayra. Una fragata misilística, un helicóptero y
miles de personas les dieron la bienvenida el 13 de julio en Venezuela. Habían
pasado 52 días de travesía y 5.500 kilómetros de mar.(*)
Con Fernando Bravo y Abel Mucciarelli minutos antes de recibir el Diploma de TRIPULANTES HONORARIOS de la EXPEDICION BALSA ATLANTIS |
Integrantes de la Expedión Atlantis. Año 2014 |
Fuentes:
Es un volver a vivir el haber sido testigo de una maravillosa epopeya de estos locos audaces y todo gracis a tu interés por nuestras historias marplatenses y es un orgullo haber podido colaborar en algún momento en tu hermosa página.!
ResponderEliminarGracias Sara!! Espero alguna de tus historias!!
ResponderEliminarQué bonita historia. Hace 40 años que veraneo en Punta Iglesia y nunca fui a conocer el monumento, tarea para nuestras próximas vacaciones...Gracias por la info...bss nil
ResponderEliminarHola he vivido ese momento y hoy charlando con una marplatense se lo comenté xq no lo conocía porsupuesto que me emocioné al recordar tan tremenda aventura, gracias x el informe.
ResponderEliminarque hermosa aventura la verdad ustedes señores unos maestro y coraje y valentía genios saludos
ResponderEliminarEsta epopeya toca muy de cerca a nuestra Mar del Plata, aquí nació la embarcación, años mas tarde vivió su odisea sin encontrar un lugar donde cobijar su ilustre historia e incomprensiblemente se la dejó pasar. Como no podía ser de otra forma, felizmente lo encontró y seguramente ese, tenía que ser su lugar .
ResponderEliminartodo muy lindo los felicito estubieron barvaros yo navegaba como ayudante de cocina en barcos petroleros o de carge y se lo que es las tormentas en pleno mar ni imaginar en una balsa son unicos heroes lastima que no hicieron la llegada triunfal a bs as hubiera sido muy emocionante para los argentinos darles la bienvenida a su cas ja felicidades por sus hazañas
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQuiza alguien pueda ayudarme, pero quisiera saber el nombre del autor del monumento, no consigo datos de nada de eso, salvo la historia de la epica expedicion.
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