Escuadrón anglo-argentino N°164 de la Royal Air Force"Firmes Volamos" |
Latinoamericanos en la Segunda Guerra
Mundial
Durante
la Segunda Guerra
Mundial, pilotos de muchos países latinoamericanos se ofrecieron como
voluntarios. Entre ellos, se formaron: "Las Águilas Aztecas" de
México, los "Senta a Pua" de Brasil y el Escuadrón
"Argentine-British" N°164 Royal Air Force "Firmes Volamos"
de Argentina. Tres valientes escuadrones que participaron en batallas en el
Atlántico Norte, en Filipinas y en el Norte de Italia, enfrentándose contra
kamikazes, participando en el día D y colaborando con la reconquista del
continente europeo.
El
primero en entrar en combate fue el escuadrón argentino en 1942, "Firmes
Volamos", Escuadrón 164. Dado que Argentina, mantuvo una postura de
neutralidad ante el conflicto (que sólo abandonaría pocos días antes de la
finalización de la guerra) el escuadrón -formado por más de 4 mil argentinos-
debió unirse a otro cuerpo más amplio junto a británicos, estadounidenses y
canadienses, cuyo destino fue el Mar del Norte.
Dentro
de las tareas que le encomendaron a este grupo, estuvo la participación en el
desembarco en Normandía, en el famoso Día D, en tareas de apoyo y defensa. Entre
los veteranos que participaron en el especial se destacan Ronald Scott y Harold
Hyland, dos rugbiers argentinos de ascendencia inglesa que lucharon en este
escuadrón llamado “Firmes volamos” y cuyos aviones fueron pagados por medio de
colectas realizadas por la comunidad británica en nuestro país.
El
análisis retrospectivo de las distintas etapas en la posición argentina frente
a la Segunda Guerra Mundial nos presenta una manifiesta irracionalidad desde el
punto de vista del balance de costos y beneficios, para la Argentina, de las
políticas exteriores aplicadas. Durante todo el período, de 1930 a 1945, la República
Argentina mantuvo una conducta poco cooperativa a los intereses de Estados
Unidos y sus aliados y con declarada simpatía por Alemania e Italia,
permitiendo el accionar de los medios de espionaje del Eje en el país y, hacia
el fin de la contienda, aceptó la presencia de refugiados y criminales de
guerra nazis.
Tres Hawker Hurricane del escuadrón bajo tareas de
mantenimiento en la base aerea Middle Wallop. Fotografía CH 10223 de las
colecciones de los Museos Imperiales de la Guerra.
|
Federico Bradbury, nacido en Lomas de Zamora. Murió en la guerra tripulando un bombardero Stirling en 1944. |
A
causa del bloqueo de todo el comercio marítimo a los países del Eje, Argentina
continuó comerciando con Estados Unidos y sus aliados, en especial Inglaterra,
que dependía de los suministros de carne que llegaban de la Argentina para
alimentar a su población. El gobierno argentino se vió obligado a romper
relaciones con los países del Eje sólo en enero de 1944 y les declaró la guerra
en marzo de 1945. A
pesar de tratarse de un país neutral, en los primeros años de la guerra un
grupo de aviadores argentinos se alistaron como voluntarios en la Royal Air
Force británica, dando lugar al 164° Escuadrón de la RAF de voluntarios
argentinos, el cual combatió en el norte de Francia y Bélgica.
Patoruzú también fue protagonista de cruentos combates aéreos durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo fue eso posible? Muchos de los casi 800 voluntarios argentinos -descendientes de ingleses y franceses-, que se enlistaron como pilotos de la Real Fuerza Aérea (RAF), de la Real Fuerza Aérea Canadiense (RCAF) o de la Royal Navy (RN), pintaron su inconfundible figura en las narices y debajo de las carlingas de sus aviones.
Adamson pintando un pajaro carpintero en el frente de su Hurricane. Año 1943. |
Los pilotos pintaban personajes típicos argentinos, como Patoruzú, en sus aviones |
Patoruzú también fue protagonista de cruentos combates aéreos durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo fue eso posible? Muchos de los casi 800 voluntarios argentinos -descendientes de ingleses y franceses-, que se enlistaron como pilotos de la Real Fuerza Aérea (RAF), de la Real Fuerza Aérea Canadiense (RCAF) o de la Royal Navy (RN), pintaron su inconfundible figura en las narices y debajo de las carlingas de sus aviones.
Pilotos argentinos en la Segunda Guerra Mundial |
En total, se estima, que unos 4.000 argentinos combatieron durante la Segunda Guerra Mundial como voluntarios de los aliados, muchos de ellos hijos de inmigrantes, los cuales viajaron a Europa durante la Segunda Guerra Mundial para defender la democracia que en su país ya estaba asentada. Algunos de esos hombres, los voluntarios del escuadrón 164 de la RAF, que nació el 6 de abril de 1942 bajo el lema "Firmes Volamos" y el escudo con el sol argentino, dijeron sentirse "muy emocionados" por el homenaje que organizó la embajada argentina en Gran Bretaña. Jack Milles, nacido en Argentina y veterano del escuadrón, recordó que en 1945 sufrió un accidente con su avión en el que viajaban ex prisioneros británicos, cuando perdió los dos motores y tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en el que no hubo víctimas.
Escuadrones de Honor - Latinoamericanos en la Segunda Guerra Mundial |
Francisco Watt, voluntario argentino, era nieto de Clara Allyn, una de las maestras que Sarmiento trajo al país. |
Escuadrón "Argentine-British" N°164 Royal Air Force Archivo General del Ejercito N°20180118 |
De izquierda a derecha Dean Rusk, Arturo Frondizi, John Kennedy y Cárcano en Estados Unidos 1961. |
164° Escuadrón de la RAF (Reino Unido)
El
Escuadrón N° 164 de la Real Fuerza Aérea Británica fue un escuadrón de lucha
que operó principalmente en los años de la Segunda Guerra mundial, compuesto
por pilotos y personal voluntarios de nacionalidad anglo-argentina. El
Escuadrón 164° fue formado el 1 de junio de 1918, pero debido a que nunca
recibió aviones para poder operar, fue disuelto el 4 de julio de 1918.
El
6 de abril de 1942, se vuelve a constituir, pero se traslada su base de
operaciones a Peterhead y se convierte en una escuadrilla de lucha, equipada
con aviones Spitfire Mk AVs recibidos a principios de mayo de ese año. En enero
de 1943, se movió su base de operaciones a Gales del Sur, donde recibió
cazabombarderos Hurricane y comenzó a entrenarse como una unidad de ataque
terrestre.
Aircraft of the Royal Air Force 1939-1945. Hawker Typhoon. CH13344. |
Las
operaciones de guerra en la Segunda Guerra Mundial comenzaron en junio de 1943.
Sus objetivos eran principalmente barcos de embarque y costeros enemigos, para
los cuales utilizaron aviones Typhoon armados con cohetes. También atacaron las
comunicaciones, estaciones de radar y transportes enemigas, en la preparación
para la invasión de Europa. Después de proveer apoyo a las fuerzas de
aterrizaje del sur de Inglaterra, el escuadrón es movido a Francia, en julio.
Durante
la batalla de Normandía, el 164° usó sus cohetes contra los vehículos blindados
enemigos en el área de batalla, para posteriormente avanzar por el norte de
Francia y Bélgica, en apoyo del 21° Grupo del Ejército francés. Durante los
meses restantes de la guerra, el escuadrón realizó barridos de reconocimiento,
atacando unidades de transporte y tanques enemigos, y en abril de 1945 fue
trasladado a su primera base alemana. Poco después del final de la guerra, su
base retornó al Reino Unido y se re-equipó a la unidad con aviones Spitfire del
453° Escuadrón de la RAF. El 31 de agosto de 1946, la escuadrilla fue vuelta a
numerar como el 63° Escuadrón de la RAF.
Aeronaves utilizadas
Fecha inicial Fecha
final Tipo de aeronave
Abril
de 1942 Septiembre
de 1942 Supermarine Spitfire VA
Septiembre
de 1942 Febrero de 1943 Supermarine Spitfire VB
Febrero
de 1943 Mayo de 1943
Hawker Hurricane IID
Febrero
de 1943 Febrero de 1944
Hawker Hurricane IV
Enero
de 1944 Mayo de 1945 Hawker
Typhoon IB
Junio
de 1945 Julio de 1946 Supermarine
Spitfire IX
Julio
de 1946 Agosto de 1946 Supermarine
Spitfire LF XVIE
Cuando Mc Larty subió a su bombardero Hurricane para un ataque a bajo nivel a una base alemana en Libia, necesitaba completar dos misiones más para ganarse un largo descanso de las tareas activas. Pero no iba a suceder."Fue un operativo muy estúpido. En el momento que cruzamos la costa, pude ver a los soldados esperando," recordó Mc Larty, ahora de 85 años:
"Inmediatamente recibí un impacto desde tierra
en el motor y tenía combustible sobre todo mi parabrisas. Lo único que podía
hacer era volar en formación con el tipo que estaba junto a mí, y luego me
destruyeron la cola."
El
avión de Mc Larty se estrelló contra el suelo, se deslizó entre dos bombarderos
alemanes estacionados y terminó en una pila de tanques de gasolina vacíos. Los
oficiales alemanes dieron al joven de 20 años un vaso de whisky White Horse y
luego lo enviaron a un campo de prisioneros. Mc Larty y otros fueron
persuadidos a hablar por el historiador argentino Claudio Meunier, quien pasó
una década desenterrando las historias ocultas de heroísmo y angustia.
"Nadie les preguntó, nadie los recordaba. Los
recuerdos eran dolorosos," comentó Meunier a Reuters.
Algunos
pilotos eran argentinos nativos, mientras que los apellidos de otros revelan
que descendían de profesionales británicos que ayudaron a desarrollar el
ferrocarril, las minas y granjas del país.
"Otras personas habían peleado por las
libertades bajo las cuales vivíamos, así que sentí que nos incumbía hacer lo
mismo, ya que la maldad de Hitler era de hecho muy, pero muy seria," dijo
Michael Welch, otro piloto.
Algunos
de los 400 voluntarios fueron aceptados como pilotos, mientras que otros se
desempeñaron como artilleros, bombarderos y operadores de radio. Murieron
alrededor de 150. Las fotos de los nuevos reclutas a menudo muestran a hombres
jóvenes y fuertes a caballo.
"Los argentinos tenían la ventaja de que eran
muy deportistas. Eran buenos. Les fue bien en Gran Bretaña porque estaban
acostumbrados a las incomodidades," detalló Ricardo (Dick) Moreno, de 89
años.
Kenneth Charney:
"El Caballero Negro de Malta"
Kenneth Charney (Quilmes, Buenos Aires, Argentina, 1920 — La Massana, Principado de Andorra, 1982) fue un piloto anglo-argentino de la Royal Air Force que con 12 derribos, es el Argentino que históricamente más victorias aire-aire alcanzó. Héroe Argentino de la Segunda Guerra Mundial. Nació en Quilmes pero vivió en Bahía Blanca (Provincia de Buenos Aires) hasta los 13 años y, gracias a la profesión de su padre, un ejecutivo de la compañía Anglo Mexican Petroleum conoció pioneros de la aviación como Antoine de Saint Exupéry, el autor de El principito, y piloto celebérrimo entonces enrolado en la línea postal que operaba en la Patagonia. Su padre, nacido en Inglaterra, expendía combustible para la Aeroposta. Había venido muy joven a Bahía Blanca y combatió en el Ejército del Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial, logrando se condecorado con la Cruz Militar. Luego regresó a la Argentina.
"El Caballero Negro de Malta"
Kenneth Charney (Quilmes, Buenos Aires, Argentina, 1920 — La Massana, Principado de Andorra, 1982) fue un piloto anglo-argentino de la Royal Air Force que con 12 derribos, es el Argentino que históricamente más victorias aire-aire alcanzó. Héroe Argentino de la Segunda Guerra Mundial. Nació en Quilmes pero vivió en Bahía Blanca (Provincia de Buenos Aires) hasta los 13 años y, gracias a la profesión de su padre, un ejecutivo de la compañía Anglo Mexican Petroleum conoció pioneros de la aviación como Antoine de Saint Exupéry, el autor de El principito, y piloto celebérrimo entonces enrolado en la línea postal que operaba en la Patagonia. Su padre, nacido en Inglaterra, expendía combustible para la Aeroposta. Había venido muy joven a Bahía Blanca y combatió en el Ejército del Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial, logrando se condecorado con la Cruz Militar. Luego regresó a la Argentina.
Al
estallar la Segunda
Guerra Mundial, Kenneth fue uno de los cerca de 4.000
ciudadanos argentinos que se enrolaron en los ejércitos aliados de la denominada
Acción Argentina una fuerza argentina en bando aliado. Charney ingresó en la RAF, la fuerza aérea
británica, y a finales de 1941 inició su periplo bélico en la defensa de Malta.
Fue aquí donde consiguió la primera de las siete victorias confirmadas y un
Macchi 202 italiano que coleccionó hasta el final de la conflagración. Elevado
a la categoría de as de la aviación cinco aviones enemigos abatidos, mínimo fue
el más letal de los pilotos argentinos de la II Guerra Mundial, con
su mítico avión Spitfire.
En Malta se ganó el apodo de "Caballero Negro", por su temeraria táctica consistente en atacar de frente los escuadrones de bombarderos alemanes para provocar su estampida y proceder a liquidarlos uno a uno. Pero su momento de mayor gloria militar lo vivió tres años más tarde sobre los cielos de Normandía, donde tuvo a sus órdenes a Pierre Closterman, el gran as francés de 23 victorias en sus alas y donde fue el primer piloto aliado en descubrir los restos del VII Ejército Panzer en retirada, en una célebre acción que ha pasado a los libros de historia militar.
Kenneth Charney más conocido como "El Caballero Negro de Malta". Imagen gentileza de APADA |
En Malta se ganó el apodo de "Caballero Negro", por su temeraria táctica consistente en atacar de frente los escuadrones de bombarderos alemanes para provocar su estampida y proceder a liquidarlos uno a uno. Pero su momento de mayor gloria militar lo vivió tres años más tarde sobre los cielos de Normandía, donde tuvo a sus órdenes a Pierre Closterman, el gran as francés de 23 victorias en sus alas y donde fue el primer piloto aliado en descubrir los restos del VII Ejército Panzer en retirada, en una célebre acción que ha pasado a los libros de historia militar.
Charney posa en 1944 con su Spitfire, bautizado con el
nombre de Jean en honor a su novia de entonces. Fotografía. Archivo Claudio
Meunier.
|
Charney
desfiló por los escuadrones 185, 602 y 132 de la RAF. Con este último fue
transferido al Pacífico, en diciembre de 1944, y estacionado en Sri Lanka
entonces, todavía Ceilán para preparar la invasión de Malasia. No llegó a
entrar en combate. A finales de la guerra entra al servicio de Lord
Mountbatten, el último virrey de la
India, y reingresa inmediatamente después a la carrera
militar, hasta que deja la RAF
en 1970. Tras una breve periodo como instructor de la fuerza aérea saudí, se
establece en España y, a mediados del decenio recala definitivamente en Andorra
primero en Soldeu, después en La
Massana con June Cherry, con quien se casaría en 1980. En
1982 falleció debido al alcoholismo.
El argentino Kenneth Charney, sentado dentro de la cabina de
un Spitfire, junto con su camarada Pierre Clostermann. Es el argentino con mas
derribos en la SGM.
Contabilizo un total de 12 derribos
|
El trabajo del historiador argentino Claudio Meunier permitió descubrir los restos de Charney en el Cementerio del Bosque de la Quera en La Massana, Andorra, cuando incluso la familia los había dado por desaparecidos. Pero no lo estaban, sino simplemente olvidados y en peligro inminente de desalojo, porque el alquiler del nicho había dejado de pagarse en 1988, y durante todo este tiempo se había acumulado una deuda de 1.291 euros que amenazaba la supervivencia de la humilde tumba.
Kenneth Charney más conocido como "El Caballero Negro de Malta". |
En noviembre de 2008, El Periodic de Andorra se hacía eco en un reportaje titulado El héroe sin nombre del nicho 209 del tristísimo destino de los restos de Kenneth Langley Charney olvidados en un nicho anónimo del cementerio. A raíz del reportaje, el Cementerio de La Massana se contactó con Meunier, se verificaron los datos, y la corporación colocó en el nicho 209 una modesta lápida – “Aquí fue enterrado Kenneth Langley Charney, héroe de la II Guerra Mundial”- que recuerda la identidad de su ilustre inquilino.
Video repatriación de Kenneth Charney
Gentileza Aviacionenargentina
Gentileza Aviacionenargentina
Meunier,
además, ha asegurado que los restos de Charney no acaben en el osario mientras
acaba de reunir los cerca de 11.000 euros que le permitirían repatriar el
féretro a la Argentina,
donde el aviador había manifestado en vida que quería ser enterrado. El final
redondo de esta historia es por tanto una tumba con todos los honores en el
cementerio de Bahía Blanca. Finalmente Charney fue repatriado a la Argentina el 9 de mayo
de 2015 al cementerio británico de la Chacarita con todos los honores militares tanto
argentinos como británicos, presenciando su funeral el as militar que combatió
en la Guerra
de las Malvinas, el tucumano Luis Cervera.
Kenneth Charney
Gentileza Diario La Nueva. Bahia Blanca
Gaitas escocesas despidiendo a
Kenneth Charney
Kenneth Charney
Maureen Adele Hunt Dunlop de Popp:
La bella piloto argentina
Maureen
Adele Hunt Dunlop de Popp (26 de octubre de 1920 - 29 de mayo de 2012, de
soltera Dunlop, fue una piloto británica de origen argentino, quien a través de
su doble nacionalidad voló por Transport Auxiliary Air (ATA) durante la Segunda Guerra
Mundial, Al estallar la guerra, Dunlop decidió activamente apoyar el esfuerzo
de guerra. Para unirse a la ATA,
las mujeres pilotos necesitaban un mínimo de 500 horas de vuelo en
solitario", el doble que el de un hombre. Después de aumentar
suficientemente sus horas, a principios de 1942 Dunlop y su hermana viajaron a
través del Océano Atlántico en un buque neutral con registro argentino
Mientras
que su hermana se unió a la BBC, en abril de 1942 Maureen se unió a la ATA, uno de 164 pilotos de sexo femenino con el
tiempo para hacerlo en tres años. Entrenado para volar 38 tipos de aeronaves,
sus 800 horas posteriormente registran la hora incluida en Spitfires, Mustangs,
Typhoon, y los tipos de bombarderos como el Wellington, más tarde declaró que su
tipo favorito de volar fue el de Havilland Mosquito.
Maureen Dunlop fue tambien radio operadora de los Pathfinder que iban delante de los bombarderos. Imagen gentileza Getty Images. |
Inicialmente
unido a No.6 Ferry Pool en la
RAF Ratcliffe cerca de Leicester, que luego se trasladó al
completamente femenino Ferry Pool en Hamble, Southampton, que entregaba
exclusivamente Spitfires de la nueva fábrica de Supermarine en RAF Southampton.
ella fue obligada a aterrizajes de emergencia ocasionales, una vez después de
la carlinga de su Spitfire se desprendió después despegue y otra ocasión poner
en un campo después de que el motor de su Fairchild Argus falló en el aire.
La argentina Maureen Dunlop de destacada presencia durante la Segunda Guerra Mundial |
Al
final de las hostilidades, Dunlop calificó como un instructor de vuelo de la RAF en Luton, antes de regresar
a Argentina. Allí trabajó primero como instructor, a continuación, un piloto
comercial. Como parte de sus funciones comerciales, también se vio obligado a
volar por la Fuerza Aérea
Argentina. Más tarde se celebró una asociación en una empresa de taxi aéreo,
sin dejar de volar activamente hasta 1969. En 1955 se casó con el diplomático
rumano jubilado Serban Victor Poppin después de conocerlo en una función en la Embajada Británica
en Buenos Aires.
Maureen Dunlop bajando de un avion. |
La
pareja tuvo un hijo y dos hijas, criadas en su estancia de cría de caballos
Milla Lauquen Stud. En 1973, la familia se trasladó a Norfolk para criar
caballos árabes de pura sangre. Su marido murió en 2000 En 2003, Dunlop fue uno
de los tres pilotos femeninas de la
ATA que fueron galardonados con el the Guild of Air Pilots
and Air Navigators Master Air Pilot Award. Ella murió en mayo de 2012, en su
casa en Norfolk. Al final de esta nota se puede apreciar una entrevista del
noticiero británico Anglia Tonight a una Maureen ya muy anciana en su hogar
inglés.
Video de Maureen Dunlop en sus últimos años
Gentileza anglianewseast
Homenaje a los héroes argentinos en Buenos Aires
En
coincidencia con la estadía del ministro encargado de los asuntos escoceses, Ministro
del Reino Unido para Escocia, David Mundell, en su paso por Buenos Aires. El
funcionario contó que tuvo una recepción “muy positiva” y destacó las largas
relaciones de su país con la
Argentina en diálogo con PERFIL, durante un evento en la sede
diplomática de su país. Tambien hubo otro gesto de acercamiento: la recepción
que realizó este jueves el embajador del Reino Unido en Buenos Aires, Mark
Kent, para celebrar a los voluntarios argentinos que participaron de la
“Batalla por Gran Bretaña” en la
II Guerra Mundial.
David
Mundel, Ministro del Reino Unido para Escocia y Mark Kent, Embajador Británico
24 de septiembre de 2017. Imagen Embajada Britanica en Buenos Aires |
En
1940 Ronnie Scott trabajaba como peón de campo en una chacra de Cinco Saltos
cuando las fuerzas armadas alemanas empezaron a atacar a Gran Bretaña. Fue allí
cuando no dudó un minuto en tomar una determinación clave en su vida: "Me
presenté de inmediato en la embajada británica y me puse a disposición de la Royal Air Force". Desde
allí, este ciudadano anglo-argentino no se detuvo hasta el final de la Segunda Guerra
Mundial. No fue el único argentino que combatió contra Alemania para Gran
Bretaña.
En
una cálida ceremonia realizada por el embajador británico Mark Kent se
homenajeó a Scott, que está por cumplir 100 años y a Stanley Coggan, quienes
formaron parte del legendario Escuadrón 164, un grupo que estaba estaba
compuesto de voluntarios argentinos y polacos. El evento, contó con la
presencia del brigadier mayor Fernando Nieto, subjefe de la Fuerza Aérea
Argentina, que perdió 55 pilotos durante la Guerra de las Malvinas, y numerosos oficiales de
la fuerza. Pero quienes acapararon toda la atención fueron los veteranos del
conflicto global que terminó con el nazismo, como Ronnie Scott, un vecino de
San Isidro de 99 años, hijo de un inmigrante escocés, que combatió contra los
temidos cazas alemanes en los cielos de Gran Bretaña. Toda una historia viva se
hizo presente en la residencia del embajador británico, quien destacó con
orgullo:
"Muchos
argentinos descendientes de familias británicas radicadas en la Argentina se ofrecieron
como voluntarios para unirse a las tropas británicas en la Segunda Guerra
Mundial. Y son muchas las historias de heroísmo y coraje que podemos encontrar
en la rica comunidad argentino-británica. Son esas historias que hoy, siete
décadas después de los hechos, no pierden relevancia, en momentos en que en varias
partes del mundo resurgen discursos intolerantes y racistas como los que dieron
origen al nazismo. También por eso es importante recordar estos hechos",
dijo Kent.
También
estuvo presente en la sede diplomática Mary Chapman, una mujer escocesa que
vive hace 70 años en la
Argentina. Chapman participó de los esfuerzos aliados para
descifrar los códigos secretos nazis, en un esfuerzo conjunto entre Estados
Unidos y el Reino Unido que fue recientemente retratado en la película Código
Enigma.
Suboficial y cadetes femeninas de
la FAA junto a
Mary Chapmann. Año 2017. Imagen Embajada Britanica en Buenos Aires.
|
“Cada vez que pasaba un día sin lograr descifrar un
mensaje volvía a mi casa deprimida”, contó Chapman a PERFIL, pero aclaró que
cuando lo lograba “sentía una alegría enorme”. Ella no era militar, pero dijo
que eligió esa tarea porque “era muy buena con los crucigramas”. Ante el
reconocimiento de su labor, ella se sonroja: “Fue sólo una pequeña parte”.
Ronnie Scott y David Mundell. Imagen Embajada Britanica en Buenos Aires. Año 2017 |
Scott
parece tener 40 años y una jovialidad envidiable. Con amplia sonrisa y una
agilidad permanente (con sus 100 años aun anda en bicicleta y disfruta del
whisky a diario) lleva una rica historia detrás. Dijo a Infobae durante el homenaje
que se le hizo:
"Nunca dudé un instante en ir a la guerra porque
era mi obligación como descendiente de británicos",
Marek Pernal, Antoni Żebrowski y el Ministro del Reino Unido para Escocia, David Mundell. Imagen Embajada Britanica en Buenos Aires. Año 2017
|
Scott,
que el mes próximo cumplirá 100 años, es hijo de un inmigrante escocés y en
1943 se enroló como piloto en las fuerzas armadas británicas para defender a
Gran Bretaña. Durante el acto en la embajada británica se conmemoró el Día de la Batalla de Inglaterra
donde se recuerda la gran victoria de la Real Fuerza Aérea británica que salvó a ese país
de ser invadido por la
Alemania nazi de Hitler. El objetivo enemigo era neutralizar
a la Real Fuerza
Aérea, tanto en aire como en tierra, y lograr la superioridad aérea para poder
llevar a cabo una posterior invasión desde el mar y desde el aire.
David
Mundell y Dennis Crisp. Imagen Embajada Britanica en Buenos Aires. Año 2017
|
El
Escuadrón "Argentine-British" 164 de la Royal Air Force estaba
compuesto de voluntarios argentinos y polacos. El primer grupo de pilotos del
Escuadrón 164 se dedicaba principalmente a la cobertura aérea de la Base Naval de Scapa
Flow y a patrullar los convoyes sobre el mar. El entonces embajador argentino
en Londres, Miguel Ángel Carcano, fue quien sugirió que el lema de la unidad
fuera en idioma español: "Firmes Volamos". La idea del sol argentino
superpuesto con el león rampante británico también fue una idea de Carcano.
El
escudo no fue reconocido hasta 1943, cuando el Duque de Gloucester lo presentó
oficialmente al Escuadrón 164 en una ceremonia ante los Air Marshalls Sir Hugh
Sanders, Roderick Hill y miembros de la comunidad británica en Argentina.
Muchos argentinos como Scott y Coggan descendientes de familias británicas se
ofrecieron como voluntarios para unirse a las tropas británicas en la Segunda Guerra
Mundial. Muchos de ellos fueron asignados a la Royal Air Force (RAF) y
formaron parte del Escuadrón 164.
Scott
recordó que entre sus misiones épicas y audaces se encuentra la que hizo sobre
la ciudad de Ámsterdam, en la que bombardeó el cuartel principal de la Gestapo. No fue el
único héroe. John Deryck Bruton, oriundo de la ciudad de Buenos Aires, llevó en
su uniforme la insignia de Argentina y fue un hábil aviador que sirvió como
instructor de pilotos de caza, y se lo recuerda por su gran maestría para el
vuelo de instrucción. O Guillermo Bunting, del barrio de San Martín que fue uno
de los pilotos argentinos que, en calidad de oficial regular en la RAF, participó en la Batalla de Inglaterra como
piloto de transporte. Luego de su retiro volvió al país, se convirtió en
comandante de Aerolíneas Argentinas y fue piloto del Presidente Arturo Frondizi.
A todos ello, muchos ausentes por obvias razones, la embajada británica les
rinidó un cálido homenaje que quedará en las páginas de la historia.
Pilotos Voluntarios Argentinos en la II Guerra Mundial
Gentileza Oscar Rubén Baltián
Gentileza Oscar Rubén Baltián
MARPLATENSES EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Jose Gurrieri: del Africa a las Malvinas
Hay un relato muy conocido de otro marplatense que peleó en la Segunda Guerra Mundial. José Gurrieri es un inmigrante italiano que llegó a la Argentina como tantos otros, allá por 1949. Combatiente de la Segunda Guerra Mundial, durante cuatro años sufrió el cautiverio de los británicos, sin que a través de peligrosas circunstancias llegara a perder la vida y en cambio, tras las vicisitudes alcanzó a pisar el suelo argentino. La odisea de José Gurrieri, según lo relata, comenzó así:
Jose Gurrieri y su familia. En brazos de su madre se encuentra Ricardo M. Gurrieri.jpg |
“En 1940 durante la guerra en Europa, a la edad de 19 años, me toca luchar en África del Norte contra el imperio británico, cumpliendo mis funciones de mantenimiento aéreo en un aeropuerto de Libia, en la Quinta Escuadra Aérea Durante los ataques aéreos de los piratas tuve una sorpresa que no olvidaré mientras viva: una bomba de 180 kilogramos cayó a mi lado, a solo dos metros de distancia y por gracia de Dios no explotó. Fui tomado prisionero por los ingleses junto a mis compañeros y algún alemán del Afrika Korps. Durante más de un año el campo era denominado con el número 313. En él dormíamos sobre el suelo, sobre la arena del desierto, sin agua para lavarnos y muy poca para tomar, alimentándonos con doscientos gramos de pan por día y una lata de corneed bef para repartir entre cinco personas.”
“Tuve la suerte de fugarme escondiéndome durante dos
años en casas de parientes o amigos, pues yo vivía en Trípoli, donde me críe ya
que mis padres italianos habían emigrado llenos de esperanza. En 1946 pude
fugarme de África, embarcado como polizón, burlando la vigilancia inglesa, en
un barco griego llamado “Dorotea Paxxon” que se dirigía al puerto de Nápoles.
Cansado de vivir tantas penurias, decidí emigrar a la Argentina llegando el 3
de abril de 1949, con apenas 25 años y muchos deseos de trabajar y formar un
hogar.
Jose Gurrieri y su esposa. |
“Por suerte lo conseguí, ya que me casé con una
nativa de este suelo, hija también de emigrantes españoles y con ayuda mutua
formamos nuestro hogar. Tuvimos tres hijos varones que sirvieron a la Patria y por ironía del
destino, después de casi cuarenta años, el imperio pirata me persigue para
ensañarse con uno de mis hijos de apenas 18 años: Ricardo Mario Gurrieri. Este
es el relato, en síntesis, de lo que yo como padre, siento con profundo dolor
en este momento, que estoy junto con mi esposa y mis otros hijos. El héroe,
Ricardo Mario Gurrieri ha sido el primer soldado de la Batería Antiaérea
601 que dejó la vida en el campo de batalla defendiendo el suelo y la bandera
patria y me siento orgulloso por ello.”
Libro del marplatense Jose Gurrieri: "Del Africa a las Malvinas" |
Placa del hijo de Jose Gurrieri en Islas Malvinas: RicardoMario Gurrieri. 25 de mayo de 1982 |
Los pies de mi abuelo
En un relato enviado por Erika Garimanno para participar del concurso Valijas con Historia II, organizado por la Dirección General para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos de General Pueryredon, podemos enterarnos de lo siguiente:
“El 6 de marzo de 1949 Dario Cattaneo llega al puerto
de Buenos Aires en el Barco Santa Fe. Tiene 28 años y deja atrás su amada Italia. Dario fue mio
nonno, un hombre digno y fuerte quien trajo consigo una valija atiborrada de
historias. Cansado de la vida después de la guerra, decía que se quería escapar, temeroso de que otro
conflicto pudiera estallar. En 2006, algunos meses antes de su muerte, nos sentamos con mi hermana a
escucharlo anotando en un cuaderno su historia. Hoy desde la compasión y el
agradecimiento, honro su memoria, dándole audiencia a su fehaciente relato:
Darío Cattaneo explicándole a su nieta Erika Garimanno cuando la ciudad de Berlín estaba ocupada por los nazis y él era prisionero. Imagen gentileza Erika Garimanno |
El 13 de enero 1941 me llamaron al Servicio militar;
tenía 18 años y lo que más recuerdo es la visita médica de los nuevos: nos
hacían caminar. Me mandaron en Sicilia, transportado por mulas y al llegar pedí
que me revisaran los pies porque me dolían mucho. El médico del cuartel me
dijo:” si fuera tiempo de paz te mandarían a casa pero estamos en guerra”. Yo
pedía seguido la visita médica: a los 8 años por una otitis, una glándula
inflamada me dejó sordo. Un día en el hospital militar me revisa por casualidad
el Director y pregunta mí nombre: “somos parientes, porque yo me llamo CATTANO”
-me dice- “Será así”, respondí. Me dio dos meses de licencia por convalecencia.
Para ese entonces el ingeniero De V., venía a almorzar a mi casa con la esposa
de la cual mi mamá era amiga. Le dije que estaba enfermo y me respondió que
tenía que “curarme pronto porque había que hacer la guerra”. Mi madre le contó
mi situación a la esposa quien arregló todo a escondidas del marido: obtuve dos
meses más de licencia. Una vez escribió en una carta como me había encontrado:
“che imbrunito dal sole c’ha l’aspetto ancora piu ridente ”. En 1943 de Sicilia
me mandaron a Piacenza donde, el 8 de septiembre 1943, justo cuando el Gral.
Badoglio firma el armisticio con los Aliados, los alemanes me atraparon. Me
enviaron a Alemania en tren de ganado con 16 hombres. Hacíamos pis en el
gavettino y lo tirábamos por la
ventanilla. Abrieron las puertas solo una vez para darnos una taza de caldo. En
Unken estaba lo smistamento. Terminé en Polonia trabajando para una fábrica
de motores para aviones; permanecimos ahí un tiempo entre el frío y la nieve,
los americanos e ingleses bombardeaban todos los días. La fábrica se trasladó
bajo tierra, en una mina abandonada. Yo me ponía una papa abajo del brazo para
hacerme venir la fiebre y no ir a trabajar. En el invierno del ‘45 los rusos
invadieron esa zona y tuvimos que irnos. Muchos se quedaron atrás, no podían
caminar. Los soldados alemanes nos subieron a un tren y viajamos durante 3 días: muchos perecieron.
En Berlín nos mandaron enseguida a hacer las trincheras; escarbábamos de noche bajo faroles enormes, de día corríamos porque venían los rusos que habían desatado la última ofensiva. Llegamos a un campo de concentración judío: los liberaron a todos y a nosotros también. Nos escondimos en un pajonal mientras aviones rusos tiraban folletos diciendo que para el cumpleaños de Hitler, le llevarían flores. Efectivamente a las 4 de la mañana del 20 de abril 1945 empezó a temblar la tierra: nosotros seguíamos escondidos, éramos 8. Cuando salimos cruzamos el Brennero hasta Verona, donde dividían para toda Italia. Enseguida dispusieron un tren a Torino; bajé a 20 km de mi pueblo, pedí una bicicleta prestada para volver a casa. Era fin de agosto de 1945”.
En Berlín nos mandaron enseguida a hacer las trincheras; escarbábamos de noche bajo faroles enormes, de día corríamos porque venían los rusos que habían desatado la última ofensiva. Llegamos a un campo de concentración judío: los liberaron a todos y a nosotros también. Nos escondimos en un pajonal mientras aviones rusos tiraban folletos diciendo que para el cumpleaños de Hitler, le llevarían flores. Efectivamente a las 4 de la mañana del 20 de abril 1945 empezó a temblar la tierra: nosotros seguíamos escondidos, éramos 8. Cuando salimos cruzamos el Brennero hasta Verona, donde dividían para toda Italia. Enseguida dispusieron un tren a Torino; bajé a 20 km de mi pueblo, pedí una bicicleta prestada para volver a casa. Era fin de agosto de 1945”.
Erika Garimanno
El soldado N°65.532
Sara Garfinkel, escritora marplatense y gran colaboradora del blog "Fotos Viejas de Mar del Plata" grabó las conversaciones de su esposo Jose Berg cuando relataba sus aventuras en la Segunda Guerra Mundial. Ella extrajo de estos relatos sus recuerdos mas significativos y los plasmó en una historia que nos envió mas tarde. Aquí comienza el relato desgrabado de este marplatense adoptivo....
"El protagonista de esta historia se llama José Berg. En la mitad de su vida eligió la ciudad de Mar del Plata como su lugar definitivo en el mundo. Falleció hace un par de años. Descansa en paz en la ciudad que lo enamoró y lo cobija para siempre en su seno. Esa casi imperceptible cojera, manifestada en su cuerpo hace pocos años, fué el legado físico que le dejó su aventura como soldado voluntario en la Segunda Guerra Mundial. El otro legado, el espiritual, no es visible pero pesa más que el físico. José acepta contar una parte sus “locuras de juventud” y sus “aventuras bélicas”; pero se niega terminantemente a contestar preguntas que le hagan recordar compañeros perdidos por un disparo de algún francotirador."
“Me han preguntado tantas veces que me impulsó a ir tan lejos dejando mi familia, trabajo y amigos para involucrarme en una aventura cuyo epicentro estaba distante a miles de kilómetros de mi entorno de vida. Quizá haya sido algo genético lo que despertaba en mí la necesidad de vivir aventuras. Éramos cinco hermanos, dos mujeres, yo el del medio y luego los más chicos, una mujer y un varoncito. Yo, siempre, fui el peor de todos, camorrista, peleador, travieso. De muy pibe me metía en cuanto lío había por el barrio. La que lidiaba con todos era mi mamá que sólo podía contar con la ayuda de su hermano Berny, ya que mi papá… bueno, de él mejor no hablar. Mi tío Berny era el único que podía manejarme. ¿De qué manera? Me contaba de la familia que había quedado en Londres, de cómo estaban y cómo lo habían pasado durante la guerra de 1914.
Jose Berg en la casa paterna. Año 1924 |
"Era la única forma de que me quedara quieto y no hiciera travesuras. Ya tenía como diez años cuando me di cuenta que él me hablaba de batallas verdaderas y de héroes reales. A lo mejor hoy no recuerdo lo que almorcé ayer pero nunca olvidé los nombres de Eddie Rickenbaker, del alemán von Richthofen, del francés René Fonck. Quería ser como ellos. Me sentía muy seguro de poseer un destino indemne y que valía la pena atreverme a llevar a cabo hazañas parecidas a las de ellos. Me atraía lo lejano, lo desconocido, lo emocionante. Muy astuto mi tío que viendo lo que yo físicamente era, un esmirriado escuálido pibe, aprovechó mi entusiasmo y me asoció a un club de barrio donde empecé, a instancias del tío, a practicar lucha y aprender boxeo. Luché hasta que me descalabré un hueso y, una vez repuesto, al final me decidí por el boxeo. De ser un enclenque jovencito quinceañero me convertí en un muchacho duro, sólido, que sabía como defenderse y poner las cosas en su lugar cuando era necesario. Dos desconocidos profesores de un humilde club de barrio fueron quienes además de meterme en la cabeza la importancia del deporte me educaron a sofrenar mis ansias de afrontar riesgos”.
“Eran tiempos difíciles, revueltos. El mundo estaba convulsionado. En la Argentina había mucha inmigración desperdigada pero en la ciudad de Buenos Aires esa inmigración estaba densamente agrupada. Casi todos teníamos familiares directos que eran italianos, españoles, franceses, rusos… Había mucha efervescencia política importada desde la vieja Europa. El terremoto fascista que movía los cimientos de países como Italia o Alemania comenzaba a tener réplicas en esta parte de América del Sur. Antes Europa estaba lejos… ahora nada está lejos. Si las noticias que se leían y las fotos que se veían en los diarios, los informativos emitidos por las radios, los noticieros que veíamos en el cine y las noticias transmitidas boca a boca, eran aberrantes para los adultos, ¿qué no serían para un joven de 18 años, como era yo cuando, por ejemplo, la portada de un diario tan popular como El Tiempo o La Razón del año 1939, encabezaba así su primera página"
Diario El Tiempo 2 de sptiembre de 1939 |
“Para 1939 ya hacía un año que estaba trabajando en una casa que se dedicaba a colocar radios en los coches que salían de fábrica sin ese accesorio. Tenía una familia que me contenía y económicamente, con mi trabajo, me bastaba a mí mismo. Me gustaba, aparte de practicar boxeo de aficionado, todo relacionado con la velocidad, las carreras de autos, de motocicletas y la AVIACIÓN. Con el dinero que ganaba en mi trabajo pagaba mis clases de vuelo en el Aéreo Club de San Justo. Fueron mis instructores de vuelo César Simonelli y César Germanoff Jr. Fueron dos profesores de un humilde club de barrio quienes me educaron a sofrenar mis ansias de afrontar riesgos y fueron estos dos instructores del Aéreo Club de San Justo quienes me enseñaron a desplegar mis alas”.
José Berg en el Aero Club de San Justo con sus instructores y compañeros de promoción.(3ro desde la izq.fila inferior). Imagen gentileza Sara Garfinkel |
“¿A los 18 años, puede un muchacho saber lo que quiere hacer de su vida? Ahora sé que no, pero en ese entonces yo estaba seguro en lo que quería aunque no creía que algún llegaría a concretar mi deseo: ser un excelente aviador. La efervescencia del mundo loco, escenario de mis dieciocho años, despertó en mí el deseo de ser ¡piloto de combate, un héroe como aquéllos que me contaba mi tío!! Uno de mis mejores amigos era Mauricio, un año mayor que yo. El compartía mis sueños heroicos pero lo que menos deseaba era ser piloto de combate. Ya le había tomado el gustito de ser combatiente en tierra porque estaba cumpliendo su servicio militar en el Ejército Argentino en Campo de Mayo. Teníamos en común que nuestros bisabuelos habían emigrado desde Ucrania para recalar mi familia en Londres mientras la suya hizo parecido periplo pero ellos anclaron en Paris. Para mejor, o peor, aparte de las malas noticias que llegaban del continente europeo, fuimos testigos de la Batalla del Río de la Plata y el hundimiento del Admiral Graf Spee. Mauricio y yo teníamos tan cerca la guerra qué estaba tan lejos….”“La adrenalina galopaba en nuestras venas. Teníamos familiares que residían en los países involucrados en ese despelote bélico. Lo peor de todo fue cuando lo de Dunkerque primero y luego la rendición del gobierno francés al enemigo alemán. Mauricio sabía, por su familia, que en ‘cierto’ lugar se estaba reclutando voluntarios para luchar a favor del ‘mundo libre’. Pero esa posibilidad era inútil para mí. La condición insalvable era ser mayor de edad y tener cumplido el servicio militar obligatorio. Sólo tenía que esperar. Mi amigo ya estaba bajo bandera y yo debía seguir con mi vida hasta ser requerido para servir a la Patria, como se decía en mi juventud”.
“¡Por fin fui convocado! Algo debía haber en mi destino porque se me dieron todas. Como mi número de Libreta de Enrolamiento era mayor que el de grado de admisión me citaron para el examen médico. Lo pasé. Después me saqué la lotería. Es que el sorteo se hacía por la Lotería Nacional y con público. Los que tenían el número de lotería más bajo iban al Ejército, los que teníamos el número intermedio a la Fuerza Aérea y los de número más alto a la Marina. Cuando fui convocado, debido a mi carácter rebelde, mi vieja, siempre mesurada, pensaba que yo lo iba a pasar muy mal. ¡Cómo se equivocó! Gracias a mi preparación física y mis clases de vuelo, lo pasaba muy bien porque el período de instrucción de reglas y el entrenamiento de combate no me resultaban para nada pesados. Luego la suerte volvió a estar a mi favor. Terminado el período de enseñanza y adaptación me asignaron a un deber específico: chofer de un Comodoro. ¡Y ahí sí me saqué la Grande! Mi jefe era el Comodoro Marcelo Aubone Quiroga. Hay que ponerse de pie cada vez que se menciona su nombre".
Comodoro Marcelo Aubone Quiroga |
"Siempre su proceder como autoridad militar fue ejemplar. Cuando me presenté a él, me dio un discurso del cual yo recuerdo algo que me ayudó a darle forma, poco a poco, al hombre que soy hoy en día. Me dijo algo así como que él tenía el mando y sus órdenes debían ser obedecidas porque nunca serían oprobiosas ya que quien comanda debió aprender siendo primero comandado. Bueno, desde el año 1947 hasta pocos años antes de su fallecimiento, siempre estuvimos en contacto epistolar con motivo de las fiestas de fin de año. Nunca faltamos en saludarnos para las Navidades. Personalmente lo ví una o dos veces a mi regreso de mi aventura bélica. Lo sabía ferviente católico y le traje de regalo un rosario bendecido por el patriarca de Jerusalén.”
“Nuestro Día D fue casi contemporáneo al Día D de Normandía. Para nosotros llegó cuando mi amigo y yo ya habíamos cumplido con los requisitos necesarios para no ser espectadores de la película sino partícipes necesarios de la gran hazaña tan deseada por ambos: alistarnos por espontánea voluntad, no por obligación o deber, para ¡salvar a la humanidad! Tamaña tarea… ¡Qué inconscientes! Aunque pensándolo bien fue una epopeya de dos jóvenes argentinos sedientos de aventuras. Mauricio tenía un nombre y la dirección de una oficina donde se anotaban los voluntarios. Cuando llegamos a la dirección indicada nos encontramos con una casa vieja sita en la calle San Martín a metros de su intersección con la calle Tucumán. La puerta de entrada era de hierro y estaba medio entreabierta, así que nos metimos sin más. Salió a nuestro encuentro un viejo a quien le preguntamos por el nombre que nos habían dado. El viejo nos guió por un largo pasillo hacia una puerta lateral, la que al abrirla, escalera mediante, nos condujo a una pieza subterránea que había sido un sótano transformado en ‘oficina de reclutamiento’. El mobiliario era escueto: una vieja mesa de madera, tres sillas y una máquina de escribir sobre la mesa. Sobre dos de las paredes había dos estantes con papeles y carpetas y un armario medio destartalado se apoyaba en la tercera pared. En un rincón, sobre el piso de madera, habían paquetes prolijamente armados”“No estoy contando ninguna película de guerra… estoy relatando una parte de mi vida, de mi juventud, de mis locas ideas. Había una cuarta silla ubicada detrás de la mesa. Servía de asiento al hombre cuyo nombre sabíamos antes de conocerlo. Era un hombre mayor, alto, flaco, con una nariz tan curva que casi le llegaba a los labios. Nos preguntó en un español con acento gringo quién nos había dado su nombre, como nos llamábamos y en que trabajábamos. Nos pidió los documentos y nos dijo que esperásemos en el pasillo de arriba porque quería hablar con nosotros pero por separado porque una de las condiciones era ser discreto aun entre amigos y familiares. Lo único que comentamos entre mi amigo y yo fue que ambos teníamos que volver al día siguiente para ser revisados por un médico que determinaría si éramos física y síquicamente aptos para ser aceptados como voluntarios. Dos días después de la revisación médica tuvimos que volver al anochecer a la casa de la calle San Martín. El mismo viejo abrió la puerta, nos llevó hasta el sótano y el mismo tipo narigón estaba ahí, tal como lo habíamos dejado 72 horas antes. Era como si hubiera dormido sentado en la silla frente a su máquina de escribir. Nos miró con una mirada desvaída mientras nos decía que habíamos pasado ambas revisaciones médicas, que fuimos aceptados y que en un día no determinado dentro de las próximas tres semana teníamos que embarcarnos porque aún no estaba establecida la fecha de salida de una brigada latinoamericana que estaba compuesta por voluntarios argentinos, uruguayos, brasileros”.
Jose Berg |
“A partir de ese instante todo fue vertiginoso. Decidí no despedirme de nadie, sólo de dos personas. Mi mamá y el Comodoro Aubone Quiroga. Primero tuve que hablar con mi vieja Ella, como toda mi familia, amigos, compañeros de trabajo, nadie sabía nada de mis planes. Ya hacía mucho que no hablaba con nadie de mis deseos de ‘ir a la guerra’. Todos con quienes compartía mi vida se habían olvidado de mi ‘berretín bélico’. Los pocos que a lo mejor le prestaron una relativa atención, mi vieja y hermanos entre ellos, habían tomado mis palabras como una bravuconada del momento. Poner a mi mamá al tanto de las últimas novedades fue mi primer tropiezo belicoso, con un enemigo inesperado cuyas armas eran el amor por su hijo y el miedo de perderlo. Lo que tuve a mi favor fue la tan mentada ‘flema británica. Ella sabía manejar sus sentimientos siempre tratando de no lastimar el sentimiento del otro. Mi vieja era una buena persona. Cuando aceptó la realidad me pidió que me cuidase, me deseó buena suerte y me dijo algo que casi me hizo abandonar todo lo proyectado: ‘no es malo ir a la guerra para ayudar a la gente, lo malo es ir para matarla’, me dijo. También me despedí del Comodoro Aubone Quiroga. Su respuesta al conocer el motivo de mi despedida me desorientó. ¿‘Por qué se va si esa no es su tierra ni su guerra?’…’Quédese, puedo recomendarlo para trabajar en la Dirección General de Material Aeronáutico, hasta puede llegar a asimilarse como suboficial’ Todo fue inútil. Yo le contesté que mi destino era arriesgar mi vida por defender lo que yo creía: luchar contra la aberración de avasallar a gente inocente por su etnia o color de piel. Viendo lo infructuoso de su prédica, el Comodoro me despidió con un consejo que en el momento no procesé hasta tiempo después, cuando la mente se me abrió por las circunstancias de las situaciones que tuve que vivir y en las que me había metido por querer ser defensor de causas perdidas”.“Llegado el día señalado de la partida, esperaba un barco carguero que además de su carga normal llevaba un grupo de jóvenes, 15 en total, argentinos, brasileros y uruguayos, Mauricio y yo entre ellos, más un tipo de más edad que se presentó como el instructor del grupo. Creo que ahí nos dimos cuenta de la magnitud de la tarea que pretendíamos llevar a cabo. Tanto mi amigo como yo en lugar de amilanarnos nos envalentonamos…. ¿De qué? me pregunté tantas veces a lo largo de mi vida. Si nuestra única acción heroica hasta ese momento fue subir a bordo de un barco carguero que horas pondría proa hacia Francia. Una Francia que ya había recibido a De Gaulle como héroe de la Liberación. El instructor nos reunió a todos y, después de identificarnos por nombre, apellido y nacionalidad, nos dijo que formábamos una parte de grupo que se estaba constituyendo como la Brigada Latinoamericana de Voluntarios. Después de presentarnos los unos a los otros empezamos a confraternizar mientras el barco, no recuerdo su nombre, partía del puerto de Buenos Aires rumbo a Dakar. ¿Por qué Dakar? Porque era un punto súper estratégico debido a su posición en el extremo oeste de África. Esa posición permitía cargar combustible antes de alcanzar la costa europea, en este caso el puerto de destino: Marsella”.
“Ya en Marsella, en tierra francesa, desembarcamos para casi de inmediato subimos a un camión que nos llevó hasta un reducto de aspecto deprimente. El lugar se llamaba Argéles - Sur – Mer. Hacía poco tiempo los soldados alemanes se habían ido. Estuvieron un par de años asentados ahí pero el daño que hicieron fue terrible. Los del lugar nos dijeron que como en la parte más vieja de Marsella, se ocultaban miembros de la resistencia, los nazis decidieron dinamitar todo el lugar. Por eso cuando llegamos estaba todo destrozados. Las barracas estaban sin las menores condiciones higiénicas. Ni servicios sanitarios ni agua corriente. Sólo había agua, en pequeñas cantidades, para beber. Esta agua era traída en camiones cisterna una vez por semana. Debido a la cercanía del Mediterráneo la zona recibía mucha lluvia. Como el suelo no era arenoso sino arcilloso el terreno era un permanente barrizal. Con las piedras que encontramos pudimos construir unos senderos para transitar sobre el barro y así poder llegar a las letrinas. Algunos retretes estaban al ras del suelo, otros sobre un tablado de metro y medio de altura, más o menos. Para llegar a esas sucias y asquerosas letrinas había que subir unos peldaños de una escalinata que levantamos con las piedras”.
“La comida que nos daban era escasa y repugnante. El menú básico era caldo de carne hecho con mucho de hueso, nada de carne y alguna que otra legumbre. Menos mal que todos nosotros teníamos dinero, así podíamos conseguir algo decente para comer fuera de nuestro ‘alojamiento’. El hecho de estar acantonados en lo que pocos meses antes había sido un campo de prisioneros de la resistencia en Francia no era que no pudiésemos salir y entrar a voluntad. Lo que nos recomendaron estuviésemos atentos a estar en el lugar o cerca del mismo. En verdad tuvimos mucha suerte porque ninguno de los que estuvimos ahí nos descompusimos o enfermamos. Es que no teníamos ni simples medicinas de primeros auxilios ni medicamentos más complejos. Los voluntarios - que éramos de diversos orígenes - fuimos ordenados por los instructores que estaban esperándonos en Argéles - Sur - Mer en Brigadas de Emergencia. Al principio no teníamos armas. Más tarde empezaron a averiguar quiénes teníamos instrucción militar o no. Los que teníamos instrucción fuimos separados de los otros y ahí comenzó la segunda parte de la aventura. De esta parte sólo voy a contar una anécdota. La cuento porque ha sido quizá el primer hecho que me hizo pensar por primera vez que la guerra es una mierda, la mierda que despierta en una persona el deseo de supervivir a costa de la muerte de los otros.”“Formábamos parte de un grupo formado por voluntarios de distinta nacionalidad. Lo que era diferente entre los voluntarios era el nivel educacional. Íbamos desde universitarios hasta compañeros con estudios rudimentarios. Pero nunca hubo problemas entre nosotros. La situación nos había igualado al uno con el otro. El que tenía problemas con el trato a soldados de diferentes culturas y costumbres era el jefe del grupo: el Mayor P. Tipo raro este P. Se corría la voz de sus andanzas - una que otra asonada política fracasada – previas y posteriores a la obtención de su grado de mayor. Físicamente era de estatura normal y un tanto robusto. Era de buen comer, no se privaba de nada de lo poco que había en la despensa de guerra. Pero como la despensa de guerra no tenía exquisiteces el problema más serio que tenía el Mayor en el frente era la imposibilidad de saborear su plato favorito: puré de plátano con canela adornado con frijol refrito o con crema. P. era un hombre muy difícil de tratar. Siempre se paseaba, con el bastón de mando bajo su brazo derecho, en compañía de su ayudante de campo, un italiano alto, flaco, desgarbado pero buen tipo”.
“La nuestra era una compañía nómada. Éramos tropa de ocupación. Estábamos en constante desplazamiento. Íbamos de un sitio a otro con la misión de reemplazar a los soldados que habían peleado para conseguir una posición. Así como nuestro Mayor P. soñaba con su puré de plátano, nosotros soñábamos con recibir porciones no tan escasas y desabridas de comida. Éramos soldados errabundos con una misión para cumplir y con un estómago semivacío para llenar. Dormíamos a veces en un camión, a veces en un campamento. Ayer estuvimos allí, hoy aquí, mañana allá, pasado… quién sabe. Comíamos cuando llegaba un camión con una cocina de campaña manejada por cocineros, dispuestos todos con mucha voluntad, poco oficio y escasos víveres. La menestra o verdura era limitada. La ración de legumbres secas, guisadas o cocidas era tan pequeña que en lugar de alimentarnos nos desnutría. La verdad es que teníamos hambre… mucha hambre”
“Una mañana, ya como rutina, salimos de patrulla. Íbamos en partidas de soldados en corto número, tratando de mantener el orden y la seguridad de un poblado que había sido derruido por los que lo atacaron y por los que lo defendieron. Teníamos la orden de mantener el orden, evitar los saqueos de lo poco que quedaba y velar por la seguridad de los vecinos que no quisieron abandonar sus pocas pertenencias. Avanzábamos lentamente, con mucho cuidado, en medio de las pequeñas casas derruidas, pasamos por lo quedaba de dos o tres granjas y llegamos a lo que se consideraba campo abierto. De repente, ante nuestros famélicos ojos se presentó… ¡una vaca! Sí. Una vaca flaca, de pocas carnes, enjut, chupada. Parecía estar pasando más hambre que nosotros mismos. Ahí mismo le hicimos juicio sumarísimo a la pobre vaca y decidimos su fusilamiento. Ejecutar a alguien, aunque sea un rumiante tuberculoso, con una descarga de fusilería es dramático. Pero en la guerra la supervivencia es primordial. La vaca fue sentenciada a morir con el argumento que para un soldado morir en combate es glorioso, pero morir de hambre es penoso. Formamos una pequeña unidad de infantería y ejecutamos la decisión tomada en conjunto”.
“La vaca murió dignamente. Exhaló su último aliento sin un mugido de queja. Pero se presentó un problema en él que no habíamos pensado previamente. Nosotros, los argentinos y uruguayos éramos los que teníamos experiencia más cercana al ganado vacuno. ¿Experiencia cercana de qué? De verlas pastando cuando íbamos en el tren o en auto desde Buenos Aires a Mar del Plata, de comprar un churrasco en la carnicería del barrio o compartiendo un asado con amigos. De nuestros compañeros fusileros no podíamos esperar nada porque para algunos de ellos la carne era un manjar casi desconocido. Y ahí estaba la pobre vaca, muerta en acción de guerra, ofreciendo a sus verdugos su magra carne como alimento. Un compañero uruguayo se ofreció a carnearla. No porque supiera sino porque las moscas empezaban a merodear por el lugar. Mientras él hacía lo que podía, los demás tratamos de encontrar elementos para hacer un asado. Nos metimos en una casa medio derruida. Entre unos escombros encontramos el elástico de una cama bajo los restos de una estera formada por varias pleitas cosidas que debió de haber servido de colchón. La suerte nos seguía sonriendo. ¿Qué mejor que ese elástico para improvisar una parrilla? A partir de ese momento, nosotros, argentinos y uruguayos, copamos la situación. ¿Qué rioplatense se podía echar atrás si había que preparar un asado con achuras?”.
“Prendimos una fogata usando la estera como base del fuego. Pusimos el elástico sobre las llamas y ahí se armó el despelote. Empezaron a saltar por los aires pequeños monstruos de color rojo oscuro, no más grandes que semillas de sésamo, de olor repugnante y aspecto desagradable. Alguien gritó ‘¡Chinches!’…. Eran chinches. Estas chupa-sangres salen de noche a taladrarte la piel con picaduras irritantes. Como todo esto sucedió a la mañana, no nos habíamos dado cuenta que el elástico estaba infectado con chinches. Tampoco pensamos que algo así podía suceder. Pero ya la macana estaba hecha y seguimos adelante. No quedó ninguna chinche en el elástico y creo que en toda la región. Pero tampoco lo estaba pasando bien el que estaba a cargo de la carneada. La vaca estaba tan flaca que se le pegaba el cuero a la carne y la carne a los huesos."
"Tuvo que usar como herramienta desolladora el sable bayoneta que era parte del armamento que teníamos. Le había cortado la panza a la pobre vaca, le sacó el corazón, el hígado, un riñón, el bofe, todo lo que pudo. Ya íbamos a poner las achuras sobre la parrilla cuando, gracias a todo el alboroto que habíamos armado, aparecieron dos soldados que habían sido enviados por el Mayor P. No más enterarse el Mayor lo que estaba sucediendo en nuestra posición, ordenó a estos compañeros que volvieran y requisaran las vísceras comestibles que estaban a punto de ser ubicadas sobre la parrilla. Orden superior. Hubo que obedecerla. Ellos se llevaron las achuras pero nosotros no nos dimos por vencidos. Seguimos despanzurrando a la finada vaca. Conseguimos unos cortes que, con buena voluntad, decidimos que eran costillares y hasta tiras de asado. Todo fue puesto sobre la parrilla y al fin nos comimos ‘flor de asado’. Lo que nadie sabía es que a los cortes recién carneados hay que colgarlos por una hora, por lo menos, para que se oreen y sequen antes de ser asados o cocinados. Pero no importa. Cuando se tiene hambre a los veintitantos años todo asado está bueno. Por ese asado quizás yo estoy vivito y coleando, con casi 90 años… Bueno hasta acá llego”.
Morral de campaña de Jose Berg |
Morral de campaña de Jose Berg |
Morral de campaña de Jose Berg |
Medalla identificatoria Jose Berg |
cinto militar de Jose Berg |
Cacerolas y caramañola de campaña Jose Berg |
Protector de agua para reloj de Jose Berg |
Protector de agua para reloj de Jose Berg |
"Dejo unas fotos, no todas, para que vean que lo que les he contado es parte de lo que he vivido. Estas fotos son mis reservados recuerdos, parte de la historia de mi vida. Nunca las miro. Evito la recordación. Es que mis compañeros y yo éramos los únicos que conocíamos la verdad de como lo pasábamos. Es claro entender porque no quiero contar nada más allá del fusilamiento de la vaca. No suena muy heroico pero es mejor recordar los momentos buenos y olvidar los malos. ¿Cómo puedo contar lo que yo sentía cuando en un momento estaba hablando con un compañero, fumando un cigarrillo, a veces a medias porque ni cigarrillos teníamos, y al minuto mi compañero, mi amigo, mi par estaba tirado a mi lado, con la boca abierta que comenzaba a sangrar, o sus sesos desparramados fuera de su cráneo roto. Todo producto de algún franco tirador que era, para mí entender, inimputable porque defendía lo que él creía era su deber, así como nosotros defendíamos lo que sentíamos era el nuestro. Al principio nos sacábamos fotos porque era la novedad. Cuando nos dimos cuenta que la guerra no es ni limpia, ni romántica, ni justa sino que es una real mierda, nos sacábamos fotos antes de salir para una operación con la pelotuda cábala que de esa manera todos volveríamos. Muchísimas veces no todos retornaron”.
Jose Berg en el hospital. Decada del 40 |
“Entre esas fotos están algunas de cuando estaba convaleciente en el hospital de mis heridas físicas. Ahí comenzaron a sangrar las otras heridas, las invisibles. Me habían dicho que ante la posibilidad de que perdiera movilidad en mi pierna herida, cosa que gracias a Dios no sucedió, me iban a destinar a trabajo de escritorio. Yo no quise aceptar esa solución, así que decidí pedir mi baja. Pero con mi carácter de m…., nadie podía darme de baja por mis otras heridas, las invisibles, no provocadas por las armas sino por las actitudes de los hombres, si no era yo mismo. Lo único que daba vuelta en mi cabeza era el consejo de despedida del Comodoro Marcelo Aubone Quiroga, mi jefe en mi paso de conscripto por el Ejército Argentino. Aubone me dijo ‘Sepa que cuando el valor se enreda con las artimañas políticas, el valor se transforma en violencia y destruye la moralidad de los hombres’. El recuerdo de estas palabras suyas, dichas desde un punto de vista político castrense, más las de mi vieja, dichas desde el rincón de las hornallas de su cocina económica, fueron determinantes en retornar a mi país, a mi gente, a mi vida. Creo que esta vez debo agradecer a mi carácter de mierda por haber tomado la primer decisión lógica de mi vida”…Sara GarfinkelMar del Plata, mayo 2018
Doña Fany, doña Maria y Ebe junto a Pepe y Sara Garfinkel |
Sara Garfinkel y su esposo Jose Berg. Año 2012 |
Bibliografía
Homenaje a los heroes argentinos en Buenos Aires
Homenaje a los heroes argentinos en Buenos Aires
http://fdra-aereo.blogspot.com/2017/09/raf-homenaje-los-heroes-argentinos-en.html
"Soldado N°65.423". Historia basada en el relato verídico sobre las actividades del marplatense Jose Berg en la Segunda Guerra Mundial por Sara Garfinkel.
"Soldado N°65.423". Historia basada en el relato verídico sobre las actividades del marplatense Jose Berg en la Segunda Guerra Mundial por Sara Garfinkel.
http://www.lasegundaguerra.com/viewtopic.php?t=11541
https://www.infobae.com/2015/11/12/1769273-la-historia-los-5-mil-argentinos-que-pelearon-la-segunda-guerra-mundial/
http://www.apada.org.ar/index.php?IDM=14&IDN=67&mpal=no&alias=
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https://www.taringa.net/posts/info/14945599/Los-Supermarine-Spitfire-en-Argentina.html
Biografia de Maureen Dunlop. Blog de las Fuerzas de Defensa de la República Argentina
http://fdra.blogspot.com/2014/08/biografia-maureen-dunlop-de-quilmes-la.html
https://www.mardelplata.gob.ar/derechoshumanos/valijas-con-historia-II/Los-pies-de-mi-abuelo
Biografia de Maureen Dunlop. Blog de las Fuerzas de Defensa de la República Argentina
http://fdra.blogspot.com/2014/08/biografia-maureen-dunlop-de-quilmes-la.html
https://www.mardelplata.gob.ar/derechoshumanos/valijas-con-historia-II/Los-pies-de-mi-abuelo
Gracias Pablo... hoy más que nunca agradezco al destino que nos hayamos encontrado en un recoveco del camino de nuestras vidas porque si alguien tenía que dar a luz una pequeña memoria de una de las tantas etapas de la larga vida de mi esposo, José Berg, esa persona tenías que ser vos. Sus años juveniles en un tiempo donde hubo una pérdida transitoria de la razón en gran parte de la humanidad, a causa de un inexplicable sentimiento intenso de xenofobia y racismo, lo impulsaron a luchar para ayudar a aquellos que sufrían en tierras tan lejanas a suya. El, tal como el hidalgo caballero manchego, Don Quijote, lucho una y cien veces contra los molinos de viento. Pero como no lo impulsaba la locura sino su ardiente juventud, cuando ésta se enfrió haciéndole comprender que en cada enfrentamiento no eran las aspas de los molinos las que se perdían sino las vidas y que no se es héroe por disparar un arma sino por curar una herida, volvió y juramentose nunca hablar de esa experiencia, excepto por un un acontecimiento extraño y divertido, que en el frente bélico le ocurrió a él y a sus compañeros. Por eso, MUCHAS GRACIAS PABLO por haber respetado la voluntad de mi esposo.
ResponderEliminarLa escuadrilla 164 "Argentina British", pese al mito moderno, no era argentina, de la misma manera que la 247 "China British" no era china. Los argentinos en sus filas fueron 4, y nunca coincidieron más de 2 a la vez.
ResponderEliminarMas de 550 pilotos de Argentina pelearon en la Segunda Guerra. Te sugiero que leas el libro "Alas de Trueno" escrito por ellos. Tambien están ratificados estos datos en una nota del Diario La Nación.https://www.lanacion.com.ar/579405-mas-de-550-pilotos-de-la-argentina-pelearon-en-la-segunda-guerra
EliminarTe lo vuelvo a repetir: 4 argentinos en el escuadrón 164 entre 1942 y 1945. Apellidos: Sheward, Bridger (fallecido en accidente de vuelo en 1942, única baja argentina del escuadrón), Brownrigg y Greene. Que hubiera 55o argentinos en la RAF no significa que el escuadrón 164 estuviera formado por argentinos. Esos 550 argentinods estaban repartidos por toda la RAF. Una escuadrilla tiene unos 24 pilotos. Con bajas y "tours of duty", calculo que unos 50/60 pilotos pasaron por el escuadrón en 1942-1945. Argentinos, lo dicho: 4 (y nunca más de 2 a la vez). Como mínimo 4 belgas pasaron por el escuadron nº 164 (siquiera porque el escuadron hermano nº 609 era medio belga). El escuadrón tuvo unas 16 bajas en 1942-1945. Sólo una de esas bajas era argentina. De hecho, las bajas australianas fueron 4 (todos fallecidos), las canadienses 2 (un fallecido y un prisionero de guerra) y las neozelandesas 2 (un fallecido y un prisionero de guerra). El resto, británicos.
ResponderEliminarLa nota hace referencia a los argentinos que pelearon en toda la guerra y no solo al Escuadrón Nº164. En lo que respecta al escuadrón, nadie discute tus dichos.Saludos cordiales.
ResponderEliminarHola. La persona que comenta como anónimo parece haber comenzado una campaña para minimizar la participación argentina en el 164. Da detalles, pero sin fuentes. Puede que le tenga bronca a la Argentina, o a Gran Bretaña, o ambas cosas. El hecho cierto es que el historiador Claudio Meunier, quien investigó a fondo el asunto, afirma que en 1944, cuando cambiaron de Hurricane a Typhoon, había diez argentinos en la planta de pilotos del escuadrón.
ResponderEliminarPor otra parte, es cierto que este artículo tiene muchos pequeños errores que sugieren una lectura o revisión de numerosas notas o documentales, no completamente asimilados, que originaron una mezcolanza.
Ronnie Scott y Harold Hyland no estuvieron en el 164. Scott fue piloto en la Fleet Air Arm, y voló en un Seafire, la versión naval del Spitfire. Ellos están en ese documental de History Channelporque eran los dos únicos pilotos de caza aún con vida. De hecho Scott, con 104 años, es el único piloto de caza latinoamericano aún con vida. Una delas fotos que ponen, atribuída a Maureen Dunlop, corresponde a Sheila Lanktree, una voluntaria rosarina. Y hay algunas cosas más de ese estilo.
Si la intención es escribir un artículo históricamente riguroso, lo mejor sería comunicarse con Claudio Meunier, quien estuvo en Gran Bretaña, accedió a los archivos de la Royal Air Force, y tiene toda la información. Por último, y esto es muy personal, según a mí me parece, no es interesante colocar en el mismo artículo algo sobre uno que combatió para los fascistas. Puede haber sido una aventura para él, pero visto desde el presente, es más bien vergonzoso.
Saludos
Como aparece Unknown en mi mensaje, agrego que mi nombre es Gustavo Mancuso Puig.
ResponderEliminarAgrego que el ataque al cuartel de la gestapo en Holanda, no fue llevado a cabo por Scott, si no por Ronnie Sheward.
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