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viernes, 1 de noviembre de 2019

LOS CEMENTERIOS DE LA FAMILIA LURO

Los cementerios de la familia Luro

Pocas personas saben que la familia Luro tenía en su haber, dos cementerios en donde enterraban a sus muertos. No obstante con el tiempo y las sucesivas normativas reinantes, esta situación se fue acotando hasta que finalmente se terminó. Pero las anecdotas quedan, y muchas personas en su niñez conocieron alguna vez estos cementerios sin saber cual era su historia. Conozcamos entonces este apasionante relato que nos llevará a conocer ciertas peculariedades de nuestros fundadores.

El cementerio de Pedro Luro

No hay vecino antiguo de la zona de Dorrego y Castelli que no hable del cementerio, de los huesos que se encontraron  en tal  oportunidad o tal otra y hasta de los entierros que recuerda, hecho absolutamente inverosímil, según creemos, que se intentará  aclarar. En  materia de  interrogantes, se presentan más de uno: ¿Desde cuándo estaba allí el camposanto? ¿Desde antes de fundarse el pueblo? ¿O apareció después? ¿Qué relación tuvo con el cementerio de la loma de Santa Cecilia? y, ya que estamos ¿Cuándo empezaron los enterramientos en ambos camposantos? Según D. Félix de Ayesa, nacido en  el  País  Vasco  en  1904  y  llegado  a  Mar  del Plata en 1910, al que nos interesa se lo llamaba el Cementerio de Luro y al próximo a Santa Cecilia el cementerio de Peralta ¿Fue realmente así? ¿Por qué?

Antiguo plano de 1936 del intendente Camusso donde se puede apreciar la ubicación del cementerio de Pedro Luro donde se enterraba a sus empleados unicamente.

La mayoría de los interrogantes, como vemos no son de fácil respuesta. El cementerio estaba en la chacra 295, rodeada por las hoy calles Garay, Dorrego, Alvarado y  Funes. La chacra era atravesada, de O. a E., por el arroyo de las Chacras y el campo-santo estaba en la margen derecha de éste. Los  terrenos  en  cuestión  no  aparecen  como  de  propiedad de Pedro Luro en la división de condominio con Jacinto Peralta Ramos firmada en la escribanía de Canata el 2 de octubre de 1885 ni en la declaración de bienes de la sucesión de Pedro Luro presentada  por  su hijo y  albacea, el  Dr. Santiago  Luro, en Buenos Aires, el 22 de mayo de 1891.

Foto de don Pedro Luro. Imagen de Roberto Barilli. Gentileza Lic. Angel Somma

Pero hay  algunas aparentes coincidencias que  podrían  abonar la hipótesis "luriana" sobre el caso, hipótesis que se podría convertir en prueba si tuviéramos todas las referencias notariales necesarias. “Era conocido como el cementerio de Luro” decía Ayesa, y un cronista  sentimental -como se llamaba a sí mismo- de los hechos del primitivo pueblo, Juan  Manuel Antolín,  por  su  parte, dejó anotado que fue de propiedad de  Pedro Luro y en  él solo enterraba a sus empleados. Todas las personas de más de 50 años, por dar una cifra, recuerdan, además, la casa del cementerio y también la recuerda el autor, nacido y domiciliado a nueve cuadras del sitio.

En lo que se refiere a ésta en sí misma, no es mucho lo hallado municipales. En el de construcciones no  hay  nada  y  en  el  de  catastro  solo  registramos  una parcela de 8,66 x 43,40, distante 29 mts. de la esquina  de  Castelli,  y  en  ella  hay  un croquis, despegado de las líneas medianeras, que muestra un rectángulo de 5,90 x 15,15 metros con un corredor adosado. No hay medidas que permitan ajustar la posición de la  casa  en el lote  pero  pocos  centímetros  las  separaban de la líneas municipal y laterales. En la extensión de su longitud, creemos que pudo haber dos o quizá tres habitaciones y una cocina en el extremo interno, como en tantísimas casas de su tipo.

Al principio de la investigación que motiva estas líneas  encontramos  -por milagro-  en el Archivo  de Catastro de la  Municipalidad, una  mala  fotografía  de la casa de marras. Le falta a ésta, en efecto,  casi todo el mojinete y parte de sus arranques. Poseía una característica  distintiva: dos o tres macetones o perillones con algún paño plegado encima, todo de argamasa, posiblemente armado sobre uno o más hierros o alambres, como los hay  en  el Cementerio  de la Loma,  en  la  Recoleta  y  otros.  Se ve en  la  fotografía que reproducimos, un arco  de medio punto  -signo de antigüedad- tapiada luego, en el centro del frente. 

La Casa del Cementerio de Dorrego y Castelli en el año 1938. Imagen extraida del libro "El Barrio del Oeste 1874-1940" del Arq. Roberto Cova. pag. 143

Era una casa única en la ciudad de fines de los años 30,  cuando  la  conocimos,  pero  ello no  da lugar al difundido mote de casa de cementerio con el que los vecinos la conocieron. Para finalizar el tema del cementerio, cuenta por su  parte Antolín  que en los primeros tiempos de la historia local los cadáveres eran cosidos dentro de un cuero vacuno y llevados a las sierras donde eran enterrados entre dos rocas y se los cubría con una gran cantidad de pìedras.

En el cementerio de Luro no había piedras, sin embargo ¿Se cavaría  un hoyo en la tierra y se procedería en consecuencia? ¿Se enterrarían los cadáveres retobados en un cuero vacuno? ¿Con cajón? Son preguntas sin respuesta. El caso es que muchos vecinos del barrio hablan todavía del hallazgo de restos en la chacra 295, al hacer un pozo para plantar un árbol, al cavar unos cimientos o algún sótano.

Ramon Portas (1850-1950). Guardian del cementerio que estaba ubicado en las manzanas de Dorrego, Guido, Alvarado y Castelli.Revista Toledo con Todos. Gentileza Arq. Roberto Cova

Un famoso guardián de ese cementerio fue el señor Ramon Portas, un español que llegó antes de la fundación del pueblo y fue empleado de Luro y de Peralta Ramos, que según recuerda Juan Manuel Antolín en el diario La Mañana del año 1957, aportaba lo siguiente:

 “…Ramon Portas alcanzó la edad de cien años, habiendo nacido en España para 1850 y habiendo estado aquí, en el núcleo del Saladero para 1874…”


Un antiguo cronista marplatense, Juan Manuel Antolín, supo por boca de Portas que allí enterraban a los peones de Luro y que «tres gallegos y un vasco muertos en un accidente» estrenaron el camposanto. Portas vivió en Rivadavia 2856 donde tenía tres casas chorizo donde podía encontrarse un biombo que le regaló el chino Mun Lai (propietario de un negocio de la Rambla Pelegrini) en reconocimiento a su ayuda cuando se incendió la rambla el 8 de noviembre de 1905.


El cementerio de Pedro Olegario Luro

Hacia 1912, aparentemente por intereses comerciales, comenzó a proyectarse el trazado de un cementerio que sólo dejaría malos recuerdos. El arquitecto Roberto Cova nos cuenta que Pedro Olegario Luro (hijo del propulsor de la ciudad) desarrollaba en Playa Grande un emprendimiento inmobiliario que se veía perjudicado por el movimiento funerario que generaba el cementerio. Entonces, dice Cova, “donó a la Municipalidad las manzanas comprendidas entre lo que hoy es Tres Arroyos, República Árabe Unida, Alberti y Alvarado”, donde fue instalado el “Cementerio Nuevo”.

Pedro Olegario Luro Pradére
Prospecto publicitario del Proyecto para Playa Grande de Pedro Olegario Luro. Año 1912

Algunos familiares de Cova vivían en aquel paraje, donde sólo había chacras y algunos hornos de ladrillos, de modo que creció escuchando oscuros relatos sobre lo que allí ocurría.  El problema fue que el cementerio estaba en terrenos que se inundaban y según confirma Cova, las aguas solían practicar macabras exhumaciones que se esparcían en un amplio radio, fuera de la necrópolis. El 26/07/1927 mediante una ordenanza, la Municipalidad inició el proceso de clausura del “Cementerio Nuevo”, fijando plazos para el traslado de restos al cementerio de La Loma. Tras sucesivas prórrogas se llegó hasta el año 1932, cuando el predio fue cerrado definitivamente.

Antiguo plano de 1936 del intendente Camusso. Ubicación del antiguo cementerio de Pedro Olegario Luro en el sector donde dice "Nuevo Vivero Municipal"


La desaparición del cementerio arrastró consigo con la “leyenda de las ánimas” que atemorizaba a los lugareños. Cova dice que algo de cierto hubo. Y confirma que algunas noches, sobre los muros del cementerio, se vieron calaveras iluminadas danzando al son de voces destempladas y de un desgranado acordeón. Pero toda interpretación sobrenatural sucumbe rápidamente en el relato de Cova, donde no aparecen “ánimas”, sino algunos empleados del cementerio que eran aficionados a las reuniones nocturnas, al canto, a la “verdulera” y, por supuesto, a las bromas macabras.-


Fuente:
Libro “Mar del Plata, El Barrio del Oeste,1876-1940” del Arq. Roberto O. Cova. pag. 143

3 comentarios:

  1. la verdad ,increibles detalles.casi desconocidos.excelente trabajo.felicitaciones

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  2. Eso explica las cosas sobrenaturales que ocurrían en las torres, fui testigo de las cosas que pasan, me toco vivir experiencias desagradables mientras viví ahi

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